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Lladró, el punto final a una historia con guión de Hollywood

La muerte de sus tres fundadores acaba con una saga que llevó el lujo español a todo el mundo

Imagen de la visita de Michael Jackson a la Ciudad de la Cerámica de Lladró en 1992 ABC
Alberto Caparrós

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Durante años, decir Lladró era sinónimo de lujo. De exclusividad y alfombras rojas. Aquellas figuritas de porcelana «made in Spain» que surgieron de la imaginación de tres hermanos en un horno moruno de una casa de campo valenciana lo mismo adornaban las mesas camillas de las familias de clase media y copaban las listas de regalos de boda en España que eran objeto de culto para celebridades del cine o de la canción como Michael Douglas o su tocayo Michael Jackson.

Con la muerte de Vicente Lladró -uno de los fundadores de la firma- el pasado 11 de octubre acabó una saga empresarial que había nacido en 1953 en la localidad de Almácera. Sin embargo, el mito de la firma del lujo español por excelencia había comenzado a desmoronarse años antes, cuando las imitaciones chinas y los cambios de hábitos de los consumidores hundieron la cuenta de resultados .

Atrás quedaron décadas de éxito con sus inconfundibles creaciones con las que los Lladró lograron convertir -y tal vez ése fuera el secreto- obras de arte en objetos cotidianos para el hogar . La firma de la porcelana se creó en plena postguerra y se popularizó en la España del desarrollismo. Sin embargo, su gran eclosión internacional llegó entre finales de la década de los ochenta y finales de los noventa. Y lo hizo en Estados Unidos por la puerta grande.

José, Juan y Vicente Lladró pasaron a copar las páginas del papel couché que ojeaban sus clientas españolas en las que compartían protagonismo con Tippy Hedren, Lauren Bacall o Charlton Heston. Todos ellos formaron parte de la selecta lista de asistentes a la inauguración de la tienda de la firma valenciana en la calle Rodeo Drive, situada en pleno corazón de Beverly Hills . Un legado que todavía hoy sigue en pie: en la residencia para actores retirados de Los Ángeles hay un Jardín Lladró.

Michael Douglas, flanqueado por los hermanos José y Juan Lladró ABC

Pleno glamour para la marca del lujo español, que hospedó a sus invitados en el hotel Regent Beverly Wilshire, célebre por la película «Pretty Woman».

Los Lladró no se codeaban por aquel entonces con Julia Roberts. Pero ni falta que les hacía cuando a sus exclusivas fiestas acudían mitos del celuloide como Janet Leigh o Michael Douglas.

El hijo de Kirk, de hecho, era un gran admirador de las porcelanas valencianas hasta el punto de coleccionarlas. Una afición que compartía con Michael Jackson , que llegó a recopilar más de trescientas obras. Entre ellas, una exclusiva de su propia figura que encargó a los Lladró. Corría septiembre de 1992 y el cantante puso como condición para celebrar un concierto en Madrid visitar antes la sede de Lladró en la llamada «Ciudad de la Cerámica» . Allí, los tres hermanos llegaron a soñar con la construcción de una suerte de «Disneylandia» de la porcelana en la localidad valenciana de Tavernes Blanques. Incluso, llegaron a contactar con su paisano Santiago Calatrava. Aquel proyecto, sin embargo, se frustró.

El inicio del declive

Cuando se acercaba el final del siglo XX, y después de haber conquistado Estados Unidos, donde la empresa valenciana llegó a levantar en 1989 un museo en su tienda de ocho plantas en la Quinta Avenida de Nueva York, la compañía comenzó a ofrecer sus primeros síntomas de debilidad.

En 1998, las ventas de Lladró alcanzaron los 140 millones de euros. Veinte años después apenas superan los treinta. Entre ambas cifras han transcurrido dos décadas en el que las disputas familiares -propias en algún caso de un guión de Hollywood- y las nuevas tendencias en el sector del lujo han convertido a Lladró en una suerte de recuerdo. Un objeto que algún día se exhibía con orgullo en los salones y que hoy coge polvo en un trastero .

En 2017, la familia Lladró vendió la empresa al fondo PHI Industrial. La porcelana clásica ha dejado paso a las joyas y las lámparas. Y las alfombras rojas a los inevitables esfuerzos para el posicionamiento de la venta online. «Una visión -subrayan sus actuales gestores- más moderna sin renunciar a los valores tradicionales de la marca». La misma que logró que las figuras de Lladró pasaran de un pequeño taller artesanal a los más selectos catálogos.

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