«En Libia me pegaron con barras de hierro y fui comprado por un hombre que me tiraba galletas al suelo, como a un animal»

El Aquarius continúa su curso hacia Valencia. Ibrahim, de 20 años cuenta por qué huye de su país.

Ibrahim huye a bordo del Aquarius de la esclavitud Kenny Karpov/SOS MEDITERRANEE
J. G. Stegmann

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El Aquarius continúa su curso hacia España después de que las autoridades italianas rechazaran su atraque. Uno de los médicos a bordo, David Beversluis cuenta que uno de los mayores problemas son los mareos pero que, la gente afectada «ha sido tratada y ahora el mar está más tranquilo aunque esta tarde se esperan nuevamente olas grandes».

Beversluis cuenta que recibieron suministros de la guarda costera italiana: naranjas, dátiles, snacks de plátano y juguetes para los niños. «Hoy a bordo del Aquarius el sol brilla, la gente conversa en cubierta y los niños juegan».

La narración da idea de que las cosas van bien, pero los recuerdos y terribles pasados que subieron a esas 629 almas al barco no son fáciles de borrar.

Como el desolador testimonio de Ibrahim, de tan solo 20 años, que escapó de la esclavitud, de los golpes y ser tratado como un perro por su «dueño».

ABC reproduce este y otros testimonios facilitados por Médicos sin Fronteras:

«Me llamo Ibrahim tengo 20 año y soy de Sudán. En Libia me golpearon con una barra de hierro y luego con una goma . Mientras, los hombres me grababan y se reían de mí. Grababan cómo me golpeaban para obligar a mi familia a regresar a casa a por más dinero para comprar mi libertad. Siguieron enviando diariamente videos e imágenes de ellos golpeándome, pidiendo más y más dinero. Todo esto ocurrió en una casa, en Sabha, hace casi un año.

Yo comencé mi viaje en Al-Qatron, en Libia. Fui allí por trabajo, pero cuando llegué, fui subastado por hombres de piel clara. Me vendieron por 1.000 dinares libios.

El hombre que me compró continuó golpeándome todos los días. Apenas me daba comida, solo agua salada y galletas saladas. El hombre me tiraba las galletas al suelo, como a un animal, y yo las comía. Solo pedía comida. Por cualquier cosa que pidiera, me golpeaba. En una prisión hubiera estado mejor que en la casa de ese hombre. Aquello fue un agujero negro.

¡Sufrí tanto allí! Una vez vi a un hombre, un amigo del hombre que me compró, que estando borracho vino a la casa y se llevó a otros hombres negros en su camioneta y les disparó. Después de que murieran, un amigo y yo tuvimos que recoger los cuerpos y enterrarlos.

Yo estaba obligado a quedarme con el hombre hasta que pagara mi salida. Finalmente conseguí seguir mi camino hacia al mar, después de seis meses con este horrible hombre . Comprendía el riesgo de embarcar en estas barcas para cruzar el mar. Pero no sabía que nos llevaría tres o cuatro días hasta Italia. Nos dijeron que tardaríamos un par de horas y seríamos libres. No tenía idea de que cruzar de Libia a Italia sería tan largo. Pensé que sería algo corto, como subirte a una barca, navegar por unas horas y ver la tierra».

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