José Luis Torró - Al punto

El gato que se trajo Arseniy

«No quería abandonar a su mascota, para él lo único de valor que podía llevarse en su forzado exilio, al que se veía obligado por culpa de un megalómano criminal de guerra»

A Jaime le llamó la atención el interés con que aquel chaval de no más de once años agarraba una pequeña mochila. Sus pocas pertenencias ya estaban colocadas en el portabultos de la furgoneta con la que se disponía a emprender un viaje de casi tres mil kilómetros hasta la Comunidad Valenciana , destino final de su refugio huyendo de la muerte y devastación que las tropas de Vladímir Putin estaban produciendo en su Ucrania natal. Arseniy no quería desprenderse de su mochila para ser colocada junto con las pocas pertenencias del grupo de expatriados que iban a emprender viaje a España.

El chaval asía su pequeño petate como si en él guardase un gran tesoro. Y tanto que lo era para él. Sus ojos amenazaban con aguarse a poco que se le obligase a dejar su bolsa. Pero no, no había porqué obligarle a desprenderse de ella. Seguía abrazándola con un mimo especial. En la fotografía que acompaña a estas líneas está la explicación, el porqué.

Arseniy no quería abandonar a su mascota , para él lo único de valor que podía llevarse en su forzado exilio, al que se veía obligado por culpa de un megalómano criminal de guerra, un dictador implacable y asesino, el reencarnado Stalin del siglo XXI, que había decidido atacar el país de Arseniy con la saña que ha demostrado en estas tres semanas de invasión, destrucción y muerte que sufre Ucrania.

Arseniy y su gato ya están en Guardamar del Segura, localidad en la que han encontrado el cobijo y el afecto de quienes les han brindado su hospitalidad. Guardamar, al igual que otras poblaciones de nuestra Comunidad Valenciana como Ontinyent, ven estos días incrementar su censo con la llegada de refugiados , niños y mujeres, sobre todo.

El viernes de la pasada semana dos queridos paisanos y amigos, Paloma Gramaje y Jaime Bernabeu, junto con Luis Ferrer y María Picot y otros empresarios ilicitanos dejaban sus obligaciones y emprendían viaje, unos desde Ontinyent, otros desde la capital, y ponían rumbo Polonia. En Valencia cargaron hasta los topes de sus vehículos medicinas, comida y ropa para poner acto seguido rumbo a Polonia .

Llegaron a Cracovia, descargaron sus furgonetas y de inmediato emprenderían viaje de regreso. En total diecisiete pasajeros, como Arseniy y su gato, y entre ellos un bebé de menos de un mes cuya madre ya sabía lo que era huir durante diecisiete horas llevándolo en sus brazos y con la muerte pisándole los talones tratando de escapar del alcance de tiro de las tropas putinescas.

La gestión y puesta en marcha de tan diligente operación de traslado a la Comunidad Valenciana de refugiados de Ucrania, llevada a término por parte de un grupo de voluntarios, tan voluntariosos como madrugadores, contrasta con la pachorra burocrática y oficialista que se diseña en despachos en horario de oficina, mientras Ucrania se desangra. Y los que han tenido la oportunidad de huir y llegar hasta aquí ya saben cómo se les ayuda, mientras que la polémica vicepresidenta del Consell y consellera de Igualdad y Políticas Inclusivas, Mónica Oltra, recomienda que no se hagan estos viajes por el peligro que conlleva que puedan ser aprovechados por mafiosos en su propósito criminal de secuestrar mujeres jóvenes y niños.

Una vez más ha quedado de manifiesto cómo la sociedad civil, sobre todo aquella parte más solidaria y comprometida, reacciona con la urgencia que exige la necesidad de atender a tantos millones de refugiados como está provocando la invasión de Ucrania, se moviliza y actúa mientras que los estamentos oficiales, escleróticos y burocratizados hasta el tuétano, comienzan a darle vueltas al problema y diseñan planes y estrategias –o hacen el encargo correspondiente a la oficina de un amigo o cuñado—para ver qué se puede hacer con tanta gente como espera se le tiendan la mano para salir de su desesperante situación.

Bienvenidos refugiados y gracias a quienes habéis hecho posible que ya estén aquí Arseniy, su gato, y todos los demás ucranianos.

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