José Luis Torró - Al punto

Los diputados se entienden en español

«Esos mismos pretendieron la pasada semana modificar el reglamento de la cámara baja para que cada diputado, diputada o diputade pudiese hablar en la otra lengua que es oficial en su autonomía»

El portavoz de ERC, Gabriel Rufián conversa con su compañero de partido Joan Margall Sastre durante el pleno celebrado este jueves en el Congreso EFE

Si bien otorgarles a algunos de nuestros diputados la condición de «señoría» es un lujo del todo inmerecido, protocolo y respeto institucional obligan. Pues bien, sus señorías en sus ratos de asueto, con el fin de relajarse de las agobiantes tareas que les impone su condición, pueden acercarse si lo desean a la cafetería que para ellos existe en el palacio de la Carrera de San Jerónimo.

Allí veo a Joan Baldoví en animada cháchara con el catalán Gabriel Rufián a los que se añaden al momento la vasca batasunera Mertxe Aizpurua, el catalán de la cup Albert Botran Pahissa, el gallego Néstor Rego y el canario Pedro Quevedo.

Hablan relajadamente de sus cosas. Rufián, que ha demostrado en el pleno de control al gobierno su preocupación por el precio del melón, no platica en catalán sino en el castellano empobrecido que se gastan todas las víctimas de la inmersión lingüística ya se deja notar allí y bien pronto aquí. Tampoco Mertxe Aizpurúa hace uso del euskera batua. Pedro Quevedo sí habla en canario, mientras que el gallego Néstor Rego, que lo mismo está que no está en la conversación, no dice nada sin que aparentemente muestro mucho interés en lo que los otros peroran.

Sus señorías cafetean . ¿Cómo no van a hacerlo y aprovecharse de que el café, que no está nada mal, les sale a un precio de verdadero chollo, a 0,85 céntimos de euro que nada tiene que ver con la atosigante inflación que aflige al resto de ciudadanos, que ya pagan el doble? No alcanzo a distinguir si Baldoví ha pedido, por aquello de dar a conocer usos y costumbres de la tierra, un cremaet, pero no, toma café con leche. Rufián, además del café, le da a la ratafía porque considera que el brandy es bebida española. La vasca Martxe ha pedido un pacharán con hielo. En su caso, mejor dicho, un patxarán.

Les observo con detenimiento. Y compruebo que en ningún momento han hecho uso de los respectivos idiomas vernáculos , cooficiales en sus respectivas autonomías, sino que en todo momento han hablado y lo siguen haciendo en castellano, sin que –al menos aparentemente—les haya producido una erupción cutánea , fruto de una virulenta reacción alérgica al idioma cervantino. Para nada. No son un dechado de elocuencia, según ya tienen demostrado en sus balbuceantes intervenciones en plenos y comisiones, pero se defienden bastante bien y resultan bastante inteligibles sus cruzadas conversaciones.

Mayor sorpresa me la produce ver que sí, que hablan en español y sin que ninguno de ellos y ellas (añado lo elles para que Irene Montero, ministra por el tercio familiar podemita, no me convierta en pieza de caza en una de sus monterías) utiliza cascos como los de un rapero cubriéndoles las orejas, ni auriculares de ejecutivo, habituales cuando de una traducción simultánea se trata.

Qué curioso y contradictorio . Esos mismos, que en la cafetería hablan y se entienden en español, pretendieron la pasada semana modificar el reglamento de la cámara baja para que cada diputado, diputada o diputade pudiese hablar en la otra lengua que es oficial en su autonomía junto con el castellano. Los grupos socialista, popular y Vox, el primero sobre todo haciendo gala de un ataque de responsabilidad de la que tan escaso anda en los últimos tiempos, votaron en contra para frustración de todos los indepes, necionalistas, baldovises, rufianes y demás caterva.

De momento, el castellano, que según el artículo 3 de nuestra vigente Constitución (y quiera Dios que lo esté por luengo tiempo) «es la lengua española oficial del Estado» y que «todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla», será la única que se hable y escuche en el hemiciclo (y, por supuesto, en el bar) del Congreso de los Diputados.

De momento, insisto, porque a poco que les dé a los de ERC por ponerse más bordes y exigirle a Pedro Sánchez poder hablar en catalán, tendremos traducción simultánea para que sus señorías puedan decir en su lengua materna las mismas gilipolleces a las que tan dados son no pocos de ellos, mientras que en el bar, faltaría más, seguirán hablando entre sí en castellano.

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