Cristina Seguí - EL CSEGUÍ

Jaime

«Miente Marzá cuando tacha de elitistas a los centros concertados»

Cristina Seguí
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¿Qué es el cole para ti?: “La vida”. Así me explica Jaime, pequeño, díscolo y con cuerpo de atleta, el vínculo que le une al centro concertado Jesús-María Fuensanta de Valencia. Con sólo 1,40 cm de altura derrumba mi curiosidad de visitante. Agitando mi condición de madre. Emocionándome al hacerme recordar que tan sólo una hora antes dejaba a mi propio hijo a la entrada de su colegio sintiendo exactamente eso: Que cada vez que lo entrego a sus profesoras confío la suya en otras manos. Un pequeño de 10 años recordándome en dos palabras mis miedos más primarios.

Jaime nació en el corazón del barrio de Fuensanta, antigua barriada levantada sobre el lodo de la riada del año 57 y convertida ahora en uno de los mayores núcleos multiculturales de la ciudad y en la que conviven gitanos, marroquíes, pakistaníes, senegaleses e inmigrantes de países del Este llegados con el petate lleno de dificultades económicas e idiomáticas y que, además, han de sobreponerse al hecho de vivir en uno de los lugares con mayor índice de delincuencia y tráfico de drogas de la ciudad.

Un barrio olvidado donde también nacen niños cuyas vidas, siempre marcadas por las dificultades, se depositan en las manos de las religiosas del colegio concertado de Jaime y el de los misioneros y seglares del colegio del Claret.

En mi visita me acompaña Matilde, religiosa y directora del centro y cuya mano derecha posa sobre los hombros de Jaime en cariñosa actitud de tutela de quien le sabe escapista de un castigo reciente. Me presenta a niños de hasta veintitrés nacionalidades distintas en aulas convertidas por ellos mismos en sus propios hogares. Forradas de folios con personajes que narran fábulas y lecciones sobre oportunidades y superación. En una de ellas está Nadia, pequeña con síndrome de Down a la zaga de su graduado escolar a pesar de las dificultares, y dos niños con Asperger que, como Nadia, brillan con el resto de sus veinte compañeros sin handicap alguno.

Entre ambos colegios suman más de quinientos niños judíos, musulmanes, evangelistas y católicos que no entienden de los criterios políticos y doctrinales del actual gobierno tripartito, mucho más preocupado en presentar a la religión católica como el ente pernicioso, totalitario y exclusivo que el propio Vicent Marzá, actual conseller de educación, se encarga de consignarlo en falaces entrevistas y titulares para poder perseguir y acosar a los que de verdad luchan por la integración social y el respeto al multiculturalismo y a los que de verdad rescatan personas.

Miente Marzá cuando tacha de elitistas a los centros concertados, a los que ni siquiera contesta las misivas que estos envían a su Gestapo educativa, mientras extingue sus conciertos y las oportunidades de Jaime y Nadia al eliminar las unidades de primaria bajo falsos criterios económicos y educativos que no conducen a otra cosa que a acabar con la educación concertada, mayoritariamente católica. Su único objetivo es la persecución religiosa y la imposición del modelo público como única opción educativa. ¿Elitistas, dice? Los colegios Jesús-María Fuensanta y Claret no solo no cobran matrícula ni cuota mensual a las familias, sino que en muchas ocasiones les ofrecen recursos económicos de su propio bolsillo cuando estas no llegan a final de mes, alfabetizan a los padres de alumnos pakistaníes gratuitamente y se vuelcan con los niños fuera de horario escolar cuando los padres olvidan a sus propios hijos.

Las excusas de Marzá alegan que estos centros no cumplen con el ratio mínimo por clase, cuando, en el caso de los centros que atienden a niños con necesidades especiales no deben superarse los quince o dieciséis alumnos por clase para garantizarles la dedicación que necesitan. No es difícil adivinar dónde acabará la vida de estos niños si los centros concertados Jesús-María y Claret de Fuensanta se ven abocados al cierre: En el olvido y la exclusión social fomentada por Vicent Marzá, Mónica Oltra y Ximo Puig, señorías que, huelga decirlo, ponen a sus propios hijos a salvo de su despotismo.

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