Por segunda vez desde que Benidorm explota el modelo de turismo de sol y playa, la Semana Santa se vive a medio gas o incluso menos, debido a la pandemia del coronavirus, y este año todavía tiene un sabor más amargo para el sector, ya que arrastran 12 meses de actividad paralizada o ralentizada. El cierre perimetral entre Comunidades Autónomas y la falta de británicos ha dejado al destino turístico medio vacío -apenas un tercio de los hoteles abiertos y un 15% de la ocupación potencial global-, se puede pasear por sus calles y playas sin el ajetreo de las multitudes en estas fechas. La puntilla es el horario de la hostelería , porque a las seis de la tarde hay que bajar la persiana, cuando la ciudad está más que viva habitualmente.
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