Ferran Garrido - Una pica en Flandes

Muertos

«Maldita guerra y malditos los tiranos que nos arrastran a ellas»

Hay muchas clases de muertos. Están los muertos de lujo, con lujosos entierros, los muertos de repente, los muertos en su cama, los muertos por una larga enfermedad, los muertos de hambre, los muertos que no aparecen en las listas oficiales… y están los muertos en la guerra .

Otra vez la guerra ronda por mi cabeza y se pasea vestida de faena por el teclado de mi ordenador como lo hace en pijama por mis peores sueños, cada noche, cada mañana, cada día.

La guerra recorre los pasillos de nuestras casas con sus bombardeos, sus batallas, sus refugiados, sus heridos, sus destrozos, sus horrores y sus muertos.

Nadie retrató tan bien los horrores de la guerra como Goya . El admirado pintor sordo, incomprendido intelectual, que también fue víctima de la guerra de una u otra manera. El otro día, plantado ante su tumba que acudí a visitar como turista accidental guiado por mi amigo Antonio, no pude dejar de pensar en que hay diferentes clases de muertos.

Una vez escribí, y lo tengo publicado que conste para que no parezca oportunismo, que no tengo miedo a morir, que lo que me espanta es morir solo . En realidad, todos morimos solos de una u otra manera, pero los muertos de la guerra, aún más.

Al ver las imágenes de los muertos causados por la invasión rusa de Ucrania, he de incluir una categoría más en mi catálogo de muertos. Los muertos anónimos que pasan a engrosar la lista de fallecidos como un número. Eso con suerte, porque si nadie les identifica en medio de la catástrofe , pasarán a engrosar la larga lista de desaparecidos que va escribiéndose cada día en el libro negro de la guerra.

La semana pasada, en esta Pica en Flandes que cada semana me deja plantar el ABC , les hablé de los heridos de esta guerra que está asolando Ucrania. Les voy a confesar que en realidad tenía en la cabeza a los muertos, pero decidí dejar enfriar el tema. Acababa de ver las primeras imágenes de las fosas comunes que nos llegaban desde Mariupol.

Imagen de militares y policías ucranianos junto al cadáver de una persona muerta después de un bombardeo del ejército ruso en Kiev EFE/EPA/ROMAN PILIPEY

No fue un plato de gusto, pero no fueron inesperadas. Al final, en medio del horror, la vida continúa y una de las primeras cosas que han de hacer los vivos es enterrar a sus muertos. Aunque sea en una fosa común. Casi siempre en una fosa común . No hay tiempo para más.

En la guerra, para morir también hay categorías. Los funerales y las fosas con nombre suelen ser para los muertos en combate. Bueno, no siempre, pero si hay una tumba con una cruz y un casco encima, esa es de un combatiente. La fosa común suele ser para la población civil. Para los muertos anónimos. Para las víctimas masacradas por la barbarie. Las tenemos en la memoria del horror nazi , o en los gulags de la represión soviética, pero también las tenemos, sin ir más lejos, en las ciudades asediadas de Ucrania.

Está claro que son muy distintas las unas de las otras, pero no dejan de ser, a fin de cuentas, el lugar de descanso de los restos de aquellos que murieron víctimas del horror y de la barbarie. Y no puedo borrar esa imagen de mi cabeza. La guerra huele a muerte y ese olor no se olvida.

A estas alturas de guerra ya hay muchos muertos. Muchos, seguramente nunca sabremos cuantos. Uno solo ya sería demasiado pero ya se suman por millares . Al final de todo, la muerte nos iguala y a los que pierden la vida nada les importa ya mi catálogo de muertos porque ya están muertos.

De eso precisamente va esta reflexión mía de hoy. Dentro de todas las injusticias de la guerra, de esta guerra de invasión que va camino de un tribunal internacional por crímenes de guerra, la más grande es la de perder la vida por la decisión de un tirano. No olvidemos a los muertos.

Tal vez estoy simplificando, pero de todas estas muertes solo hay un responsable. Seguramente alguno más, de esos que hablan de paz mientras tiran cañonazo, pero en esta guerra el responsable tiene un nombre propio. Maldita guerra y malditos los tiranos que nos arrastran a ellas.

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