La dignidad no se regala

Si buscamos el significado de la palabra dignidad en Google , nos habla de una cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni degraden. En el PSOE hace mucho tiempo que nadie hace esa búsqueda, no tengo la menor duda.

No me preocuparía que en el Partido Socialista se olvidaran del valor de la estima y del respeto si no fuera porque, hoy por hoy, ocupan el Gobierno de mi nación y sus acciones son nuestras acciones y lo que haga nuestro Gobierno lo hace en representación de todos los españoles. Y si quien me representa lo hace de forma irresponsable, de forma poco seria y sin respeto hacia sí mismo y hacia los demás, no sólo se humilla y se degrada él, también humilla y degrada a quien representa.

La dignidad no la regalan por Navidad, ni te toca en una tómbola . La dignidad te la enseñan, la cultivas y decides qué prioridad ocupa en tu escala de valores. No dudo que a todos nos la enseñan de una u otra manera, pero cómo la cultivas ya es tu responsabilidad y, desde luego, para este nuevo Gobierno socialista, no es un referente en su escala de valores. No la tuvieron en cuenta cuando se hipotecaron para satisfacer su obsesión de poder y tampoco la están teniendo en las decisiones que toman una vez asaltada la Moncloa.

Cuando el presidente de un Gobierno trata con benevolencia y condescendencia a los nacionalismos que cubrieron hasta no hace mucho tiempo de sangre y terror nuestro país o a los que ahora están poniendo en peligro nuestro estado de bienestar que entre todos acordamos y hemos construido, lo que está haciendo es humillar a las víctimas del terrorismo, despreciar a quienes sufren el fascismo independentista catalán y denigrar a la mayoría de la sociedad española que se indigna cuando esas afrentas las hace el gobierno de todos.

Los españoles no nos merecemos este trato, pero aún menos aquellos que sufrieron la crueldad del asesinato de un familiar o amigo, los que sobrellevan resignados las secuelas físicas y psíquicas de un atentado o los que viven la angustia de la persecución, de las amenazas y del acoso en Cataluña.

No nos merecemos un Gobierno que no se respete a sí mismo ni a la mayoría que representa.