Un día de «tregua» para Esquerra

Los republicanos superan sin mayores incidencias el examen de la calle tras su «traición» a la vía unilateral

Ernest Maragall y el presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent, en la manifestación de la Diada Oriol Campuzano

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Era la estampa de una familia rota que el día en que entierran al abuelo intenta mantener la compostura. El independentismo más visceral –que ahora representan los puigdemontistas– ha dado hoy una «tregua» a Esquerra en una Diada que, si bien no ha sido un funeral, tampoco ha sido una fiesta precisamente. Atacados día tras día a través de los medios y las redes sociales por su «traición» a la vía unilateral –hasta el posconvergente David Bonheví les recriminó haber asumido «tesis convergentes»–, lo cierto es que Gabriel Rufián y Joan Tardà han tenido una tarde tranquila en las calles de Barcelona.

Cuando pasadas las cuatro y media de la tarde la comitiva republicana se instaló en el «tramo 12» de la manifestación –la ANC «castigó» a todas las formaciones políticas lejos de la cabecera por su falta de unidad– los manifestantes solo los han perturbado para pedirles selfis . Nadie, al menos en voz alta, ha reprochado a Rufián sus últimos escarceos con los socialistas; ni a Roger Torrent que no invistiera a Carles Puigdemont; ni a la consejera de Justicia de la Generalitat, Ester Capella, también republicana y responsable de las cárceles catalanas, que no abriera las celdas para dejar escapar a quienes consideran «presos políticos».

No ha habido reproches, o si los ha habido, han sido en voz baja. Se les ha recriminado, eso sí, como también echan en cara los organizadores de la Diada a los posconvergentes, las disputas entre las dos grandes formaciones separatistas tras el fracaso del procés. Una veintena de manifestantes comenzó a entonar gritos de «unidad» mirando y señalando –aunque sin un ápice de agresividad– a la comitiva que encabezaban Tardà y Rufián. «Unidad estratégica», reclamaban también los organizadores en sus discursos durante el acto.

Ha habido 600.000 asistentes a la manifestación, según cifras de la Guardia Urbana. Muy lejos del millón, que la misma policía barcelonesa cifró en la convocatoria del año pasado. El cansancio hace mella . La asistencia sigue siendo multitudinaria, pero los fieles ya no son tan fieles tras años de promesas incumplidas. Quizá por eso la Assemblea Nacional Catalana (ANC), organizadora del acto, colgó una enorme pancarta con el lema «never surrender» (nunca te rindas) en la Gran Vía para insuflar oxígeno.

Las camisetas oficiales, de un verde propio de una segunda equipación de un equipo de fútbol, lucían esta vez el lema «objetivo independencia». A diferencia de otras ocasiones no establecían plazos para llegar a Ítaca . Pero no todos los asistentes estaban dispuestos a desembolsar 15 euros para hacerse con la camiseta de la nueva temporada del procés. Y por eso el verde de este 2019 se mezclaba con colores de las camisetas de otros 11 de septiembre. Como las rojas y amarillas de 2014 con el lema de «ahora es la hora» (de la independencia); o la que en 2016 prometía que la secesión estaba «a punto».

Hoy, en las calles de Barcelona, estas camisetas de promesas incumplidas chirriaban a los ojos como esos grandes paneles oxidados que anuncian una obra pública inacabada con un presupuesto millonario y un «plazo de ejecución» más que superado. Otros han apostado por llevar la segunda equipación del Barça (con los colores de la senyera), dejando claro que el culé es más que un club de fútbol.

Ni las cifras, decíamos, ni tampoco la energía ha sido la de otros años. Las calles barcelonesas han comenzado a vaciarse ya durante los largos parlamentos de los líderes de las organizaciones convocantes. La mayoría había acudido a «fichar» en una Diada más , pero no estaba dispuesta a sobresfuerzos. Han cantado «independencia», han reclamado la «libertad de los presos políticos» y han recriminado a los partidos separatistas su falta de «unidad».

Y se han ido a casa –los que aún quedaban– cuando Els Segadors (el himno catalán), interpretada con violonchelo, ha cerrado la Diada 2019. Y se acabó la tregua . Porque mañana volverán los tuits contra los «traidores».

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