Salvador Sostres - Todo irá bien

Nadie quiere a Borràs, salvo los que la tienen que votar

Si bien es cierto que la presidenta del Parlament provoca desconfianza y un cierto desprecio en la nomenclatura, cuenta en cambio la con el ferviente apoyo de las bases de Junts, las más radicalizadas de la política catalana

Borràs, en una comparecencia en el Parlament Inés Baucells
Salvador Sostres

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En la disputa por el control de Junts se encuentran principalmente la actual presidenta del Parlamento de Cataluña, Laura Borràs, y el condenado por sedición y luego indultado Jordi Turull. A la espera de si se enfrentan en unas primarias o pactan una candidatura unitaria -Laura Borràs como presidenta y Jordi Turull como secretario general, aunque podría ser al revés-, el tercero en discordia es el consejero de Economía, Jaume Giró, que quiere ser el candidato del partido a la presidencia de la Generalitat.

Tal como Jordi Sànchez organizó el partido, quien tiene el poder ejecutivo es el secretario general, el cargo que él ostentaba. Con Sànchez inhabilitado, Giró contaba con su amistad -que viene de lejos- y su imposibilidad para postularse. Tras la renuncia de Sànchez, Giró se quedó sin su aliado más obvio y se acercó a Turull, que también está inhabilitado, y tampoco podría ser elegido para cargo público alguno. Es una alianza oportunista pero no del todo incoherente, porque ambos representan la versión moderada y «pro-business» del partido.

Todo lo contrario, Laura Borràs es la agitadora del independentismo más irredento, a pesar de que tanto como consejera de Cultura como presidenta del Parlament ha acatado siempre la Ley contra la heroicidad de la independencia que tanto ha exigido a los demás. En 2017 fue la número 5 por Barcelona de la candidatura de Puigdemont, directora del Institut Lletres Catalanes y combinaba sin el menor complejo su propaganda por la tarde del «president legítim», con el sueldo mañanero que cobraba para aplicar eficazmente el artículo 155 y afianzar la única legitimidad que existía y existe en Cataluña, que es la de la Ley y la Constitución españolas.

La estructura del partido no quiere a Borràs, por considerarla incontrolable. Una «Torra 2». En distintas reuniones mantenidas con viejos conocidos, el expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol, ha manifestado rotundamente no querer a Laura Borràs ni como presidenta ni como secretaria general de Junts y ha dicho del expresidente Quim Torra que es «un imbécil». Pujol, que manifiesta problemas de memoria inmediata y pregunta varias veces el nombre a su interlocutor o cuántos hijos tiene, o da la misma orden varias veces a su secretaria Anna, conserva en cambio plenas facultades para el análisis político y expresa con crudeza sus opiniones sobre el futuro del partido. A Laura Borràs la considera una frívola fuera de control, en la línea de lo que significó la presidencia de Torra. Apoya a Jordi Turull para que tome las riendas de su partido. Pujol no manda en Junts pero sus planteamientos son en este asunto los mismos que los de Puigdemont o Artur Mas.

Si bien es cierto que Borràs provoca desconfianza y un cierto desprecio en la nomenclatura, cuenta en cambio la con el ferviente apoyo de las bases de Junts, las más radicalizadas de la política catalana, y las más partidarias de continuar bajo el efecto sedante del «independentismo mágico». Borràs, que con toda probabilidad será inhabilitada en breve por sus famoso «trapis» con un amigo politox, no quiere ser la presidenta «florero» de Junts y aspira a la secretaría general, para mandar. No está cerrada del todo -por lo menos de momento- a llegar a un acuerdo con Turull, siempre y cuando éste se conforme con el papel simbólico de presidente. Pero si desafiara a su partido y se presentara por su cuenta y sin pactar con nadie al congreso que ha de celebrarse el próximo 4 de junio, todo el mundo tiene asumido que arrasaría. Con pacto o sin él, lo primero que hará Borràs cuando mande es ir de frente contra Jaume Giró e intentará que deje de ser consejero, por considerarlo del «sector negocios»; y arremeterá igualmente contra sus aliados en esta empresa, como David Madí, que aunque no forma parte de los núcleos dirigentes del partido, ejerce una gran influencia sobre ellos.

El único resquicio que a Giró le queda es que Laura Borràs llegará muy probablemente inhabilitada a la celebración de las próximas elecciones autonómicas. Su principal escollo es que no lo conoce nadie, que su carisma es escaso, por no decir nulo, que su pedigrí como independentista no existe y que entre unas bases tan impetuosas e irreflexiva cuaja enseguida la propaganda contraria a cualquier idea empresarial, y cualquier candidato en la línea de Borràs, por surrealistas que sean sus planteamientos, puede derrotarle gritando más que él y prometiendo la independencia para mañana.

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