«Hay que ilusionar al electorado y unir fuerzas con Ciudadanos»

Alejandro Fernández, presidente del PP catalán, analiza la viabilidad del proyecto Cataluña Suma, valora el papel del PSC y advierte contra la tentación de considerar a ERC un interlocutor homologable

Alejandro Fernández, en el Parlamento de Cataluña, posando para ABC INÉS BAUCELLS

Àlex Gubern

Cataluña se encamina hacia un nuevo adelanto de las elecciones autonómicas. Con el independentismo totalmente fracturado, los partidos constitucionalistas tienen la oportunidad de presentar una oferta electoral conjunta, algo que el PP lleva solicitando de manera reiterada y que ahora Ciudadanos (Cs), por primera vez, acepta considerar. Alejandro Fernández, líder del PP catalán, analiza la viabilidad del proyecto Cataluña Suma, valora el papel del PSC y advierte contra la tentación de considerar a ERC un interlocutor homologable.

—¿Cómo se presenta el constitucionalismo? Se abre la posibilidad, al fin, de articular Cataluña Suma.

—El constitucionalismo se presenta, por dos razones, en una situación compleja. La primera es por la decisión del socialismo de pactar con ERC y abandonar la unidad de acción que se fraguó en las jornadas del 6 y 7 de septiembre de 2017. Es una noticia grave y difícil. La otra razón alude a la fortaleza política: la decisión de Cs de no usar todos los instrumentos que le brindaba su victoria en las elecciones de diciembre de 2017 para construir una alternativa clara, aparte de hacer a veces una oposición más folklórica que de un partido de gobierno, ha provocado que la ilusión sobre una alternativa al independentismo no sea tan fuerte. En ese contexto, es evidente que el PP ha recuperado posiciones, pero hay que volver a ilusionar al espectro constitucionalista, y de ahí nuestra propuesta de unir fuerzas con Cs.

—Escoger quién liderará la candidatura es una de las dificultades principales para que fragüe Cataluña Suma. ¿Escoger a un independiente sería la forma de llegar al acuerdo?

—El problema no es ahora quién lo lidera, sino si se hace o no. Quiero ser prudente. Veo con esperanza que Cs haya abierto la puerta. Pero vemos que internamente hay debate, tal y como ha trasladado el señor Igea y otros. En estas cosas, cuanto menos ruido mejor. Dejemos que Cs lo digiera.

—En Navarra, PP y Cs se sumaron a un partido existente, UPN, un esquema que no se da aquí. ¿Qué fórmula habría que escoger en Cataluña?

—Insisto. Paso a paso. No podemos comenzar la casa por el tejado. Una vez se produjese el acuerdo básico entre Cs y PP, deberíamos definir la fórmula, pero eso ahora es precipitado.

—¿Manuel Valls sería un candidato?

—En una situación como la que vivimos, lo primero es ponernos de acuerdo en cómo hacer las cosas. Lo segundo, que todo el mundo, con mucha generosidad, asuma el papel que le toque desarrollar. Nadie tiene que poner como condición poner su perfil personal por delante del proyecto. Dicho esto, si sale bien, todos los constitucionalistas caben, pero no es cuestión ahora de definir los detalles.

—Se llegó a especular con la desaparición del PP. ¿Cómo llega PP a los comicios autonómicos?

—Tras tocar fondo en las generales de abril, en las últimos comicios fuimos la comunidad autónoma donde más crecimos, un 43 por ciento. Pasamos de ser última fuerza a quedar por delante de Cs, la CUP y Vox. Fue un cambio cualitativo y cuantitativo. El primer crecimiento en bastantes años. La incógnita es ahora saber si creceremos de manera moderada o importante. La base social la tuvimos, la perdimos y la estamos recuperando.

—¿Por qué perdieron esa confianza?

—La política es una cuestión de confianza, y la ideología de las personas nunca se ajusta a la perfección a la oferta política de un partido. Por ello, lo que determina el voto es la confianza. El PP tuvo que afrontar una cosa inédita en nuestro país: hacer frente a un golpe posmoderno para romper España. Algunos creen que por exceso, otros por defecto, hubo un distanciamiento con el PP.

—Josep Bou dijo el otro día que fue un error presentar a Cayetana Álvarez de Toledo por Barcelona porque no es catalana. ¿Bou supone un problema para el PP?

—No. Más allá de unas declaraciones más o menos afortunadas, todo el mundo ve que el PP es el único que ofrece un modelo alternativo en Barcelona.

—El PSC ni está ni se le espera.

—El PSC ha dado dos pasos terriblemente graves, que a corto plazo pueden parecer no catastróficos, pero a medio y largo pueden tener consecuencias gravísimas. El primero es el blanqueamiento de políticos que han cometido delitos gravísimos contra la democracia, relativizando la gravedad de un delito tan serio como la sedición, relativizando que estas personas pusieron en grave riesgo la convivencia y la paz social en Cataluña. Y el segundo, es la sensación de que están dispuestos a ofrecerles una inmunidad futura, entregándoles la Justicia y otras cesiones para un acuerdo que sería pan para hoy y hambre para mañana. Cuando ERC tuviese esos instrumentos en sus manos, recuperarían la unilateralidad cuando lo creyesen oportuno: está en su naturaleza. Lo que ha hecho el PSOE es muy grave.

—¿Piensa que el PSC y el PSOE creen sinceramente en la posibilidad de una ERC no echada al monte, que acepte el juego constitucional?

—Ellos lo que quieren es mandar, un deseo tan profundo y obsesivo que les nubla el raciocinio. Realmente, creen que van poder convertir a ERC en un osito de peluche. Y eso no funciona así, y nunca ha funcionado con el nacionalismo y con ERC, que tiene una historia volcánica que es todo lo contrario de la estabilidad y el progreso. No va a ser Pedro Sánchez quien sea capaz de domar a la fiera.

—Entiendo, parece claro, que no cree en la teoría de un secesionismo light u homologable con el que hablar.

—No, está claro, y ese pensamiento es el que casi nos conduce a la catástrofe hace dos años: no entender la verdadera naturaleza del nacionalismo. El nacionalismo es una ideología que tiene altos y bajos, ha pasado en Europa. El gran triunfo de la II Guerra Mundial y la UE fue convertirlo en una ideología residual, porque es una ideología que se basa en la visión endogámica y el principio de superioridad por el mero hecho de tener una identidad concreta. Por parte de la izquierda se ha visto que pactar con ellos era la manera de llevar el centro derecha a la oposición, sin darse cuenta de que mezclarte con una gente con esa visión del mundo es a largo plazo muy perjudicial. Tenemos experiencia todos en ello, y no tengo reparo en reconocer que ese error a la hora de valorar la verdadera naturaleza del nacionalismo durante 40 años lo ha cometido todo el mundo en España.

—Han denunciado que la mesa de gobiernos pactada entre ERC y el PSOE tiene una agenda oculta.

—En primer lugar, esa mesa lo que hace es sacar de las Cortes debates que solo se pueden producir en ellas, y eso es muy grave. Solo por ello ya implica que hay agenda oculta. Si no es así, ¿por qué sacan la mesa de las Cortes? Porque a las Cortes no se atreven a llevarlo. Y segundo, porque trasladan la idea de que lo que sucede aquí es lo mismo que pasa entre Palestina e Israel. De momento, han ocultado la figura del relator. Es la misma escenificación de cuando dos países dialogan para poner fin a una guerra, cuando lo único que hay es una comunidad autónoma española que se ha declarado en desobediencia. Lo único que cabe es que la democracia use los instrumentos oportunos y adecuados para evitar esa desobediencia.

—Viendo la estrategia de pactos de los partidos y las proyecciones electorales, parece inevitable que siga gobernando el independentismo.

—Lo que no hay son atajos ni ingeniería política de supuestos geniecillos de la lámpara mágica. Lo que tiene que haber es perseverancia y fortaleza para que no pase como lo que a Cs, que a las primeras de cambio se piraron. Las elecciones andaluzas se convocaron para que Susana Díaz arrasase, y perdió. Nadie imaginaba que la suma de Patxi López y Antonio Basagoiti permitiese un gobierno alternativo en el País Vasco. No se puede descartar ningún escenario porque las encuestas no lo proyecten. No hay una maldición bíblica que impida la alternancia. El problema es que un estado de cosas que nace con el Pacto del Tinell lo quieren resolver con un Tinell segunda parte. En lugar de explorar una vía inédita, que es la de un gobierno no nacionalista. La última vez nos quedamos a dos escaños. El PSC se ha apeado, pero no hay otro camino.

—¿Por qué no participó el PP en la comisión del Parlament el pasado lunes donde comparecieron los políticos presos por el 1-O?

—Eso fue un esperpento. Son situaciones que lo que pretenden es humillar a los demócratas catalanes y españoles, y por eso nos negamos a participar en ese show.

—¿Reformular la pena de sedición a medida de los presos del procés es parte de esa agenda oculta?

—Sí, y esa pretensión va contra el espíritu del Derecho, así de sencillo. Es una auténtica barbaridad, como si lo que pasó aquí hubiese sido una pachanga: una merienda entre amigos en que se hizo un poco de ruido. No, esto fue el intento de romper por la vía unilateral una gran democracia del mundo, un socio fiable de la comunidad internacional llamado España. Intentar equiparar el delito de sedición al de comerse una madalena en el supermercado sin haberla pagado... lo siento, pero nos opondremos con todos los elementos del Estado de Derecho.

—Los apologetas de la tercera vía aseguran que hay que romper la política de bloques, desplazar el eje nacional al ideológico por la vía de acercarse a ERC, como hace el PSC. De fondo, el tripartito, aunque el PSC asegura que nunca harán presidente a alguien de ERC. ¿Les cree?

—En precampaña Pedro Sánchez no le cogía el teléfono a Torra porque decía que era un supremacista que estaba destruyendo la convivencia. Fue la primera vez que he escuchado a Sánchez decir algo sensato, pero estábamos en precampaña. Y aquí pasa lo mismo, estamos en precampaña. Si suman con ERC habrá tripartito y harán presidente a un independentista: es la cara B del pacto de investidura de Pedro Sánchez.

—No sé usted, pero en Cataluña, después de lo vivido esta semana, uno ya tiene la sensación de haberlo visto todo políticamente. ¿Estertores del procés ?

—Lo que está pasando es una definición de libro del esperpento. Siete años después del inicio del proceso no hay independencia, pero sí deterioro institucional severo, deterioro de la convivencia severo y deterioro de la economía severo… Y esto, que es muy serio, trufado con un espectáculo a medio camino entre lo cómico y lo dantesco, que es lo que está haciendo Quim Torra con el beneplácito del socialismo.

—¿Ve realmente elecciones en junio?

—Es imposible hacer planes con Torra en la Generalitat y con Waterloo como centro de decisión. La mejor manera de adivinar qué es lo que puede suceder es pensar en qué es lo que puede hacer más daño: ellos creen que dañan a España, pero lo que hacen es dañar a Cataluña en primer lugar. Sí es cierto que la inhabilitación definitiva de Torra es cuestión de meses y que él quiere mantener la carta en sus manos de la convocatoria electoral y no permitir que Pere Aragonès asuma la presidencia en funciones. Se abre el camino para pensar que al final de la primavera puede haber comicios.

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