La crisis silenciosa de ERC

El partido de Oriol Junqueras muestra signos de inquietud ante la nueva versión de Cs y la imprevisibilidad de Torra

La cúpula de ERC poco después de anunciar su abstención a la investidura de Pedro Sánchez ABC

Daniel Tercero

Los últimos acontecimientos políticos que sitúan a ERC en el foco mediático estarían evidenciando la deriva que vive el partido de Oriol Junqueras desde las elecciones autonómicas de diciembre de 2017. ERC es la única formación del Parlamento de Cataluña -con la excepción del PSC de Miquel Iceta, al que le frustraron su salto al Senado- que, desde esa fecha, no ha llevado a cabo una reestructuración interna a nivel político. Y eso pese a que se veía ganadora solo unas horas antes del recuento electoral de la cita convocada con el 155 de la Constitución (21-D) y quedó, finalmente, en tercera posición.

El partido empieza a sentir cierta zozobra. Especialmente, tras el aplazamiento electoral adelantado el 29 de enero por Quim Torra, presidente de la Generalitat y socio de ERC en el Gobierno catalán, y el acercamiento de Inés Arrimadas (Cs) al Gobierno de España presidido por Pedro Sánchez , quien contaba con ERC como uno de sus socios preferentes. Torra ha decidido, ahora, no fijar la fecha de las elecciones autonómicas, para que todos los esfuerzos, aseguran desde el Ejecutivo catalán, se centren en superar la crisis del Covid-19. Y Arrimadas puede interferir en una relación, entre el PSOE y ERC, que incomoda a las dos partes, aunque ambas se necesitan.

Un sueño

A ERC solo le interesa la Generalitat de Cataluña , por lo que el Congreso de los Diputados no es más que una plataforma política para asaltar la Presidencia autonómica. Un sueño que el partido cuyo cuartel general está en la calle Calabria de Barcelona no tasta desde el 8 de mayo de 1980, día que Josep Tarradellas (ERC) entregó el testigo de la Generalitat a Jordi Pujol (CiU). Han pasado 40 años. Cuatro presidentes de CiU o JpC (el citado Pujol, Artur Mas, Carles Puigdemont y Torra ), y dos del PSC (Pasqual Maragall y José Montilla). Los líderes de ERC solo han podido ser comparsas de todos y cada uno de ellos. En la dirección del partido creen, como hasta la víspera del 21-D, que ha llegado su momento. Pero la historia, pese a los sondeos, les recuerda que el miedo a ganar existe.

De ahí la evidencia de cierto nerviosismo en el seno del partido político más antiguo de Cataluña (1931). Su relación con JpC pasa por uno de los peores momentos . La desconfianza entre ambos es total. Y a esto se suma que la estrategia a corto plazo de Junqueras -no huir de España-, tras el referéndum ilegal de 2017, no ha salido ganadora, en comparación con la de Puigdemont, fugado de la Justicia, pero con libertad de movimiento por Europa y disfrutando de los parabienes de un escaño en el Parlamento Europeo.

ERC vive una crisis silenciosa desde que la cúpula optó por aplazar la remodelación política, tras el fiasco de diciembre de 2017. Junqueras dirige un partido desde la cárcel, con sus entradas y salidas, y cada día más alejado de una supuesta influencia real. El jueves pidió a Torra que concrete el adelanto electoral, como si ERC no formara parte del Gobierno catalán y no pudiera forzarlo rompiento la coalición, y como si sus palabras no fueran a tener algún tipo de respuesta -que está por llegar- de JpC.

Pere Aragonès, vicepresidente de la Generalitat, es el elegido para suplir su figura pública, pero no tiene su carisma y la imagen de gestor ha quedado tocada con la aprobación de unas cuentas autonómicas que fueron desdeñadas incluso el mismo día de su aprobación parlamentaria por sus socios de JpC. Roger Torrent, Sergi Sabrià, Marta Vilalta y Gabriel Rufián tienen sus aspiraciones personales, pero no la fuerza ni la capacidad de suplir a Junqueras. La palabra de «preso político» no se discute.

El coronavirus

En las últimas semanas, solo amortiguados por las crisis sanitaria, los dirigentes de ERC han sido protagonistas de acontecimientos que van calando entre la ciudadanía, que toma nota durante la eterna y atípica precampaña electoral en la que se vive en Cataluña desde el 29 de enero. El partido ha expedientado a Alfred Bosch, a quien le forzaron a dimitir como consejero de Acción Exterior , y a un subordinado suyo por un presunto caso de encubrimiento de acoso sexual . El miércoles, un descolocado y contrariado Rufián se encargó de defender el «no» de ERC a la prórroga del estado de alarma. En Badalona, tras la dimisión del alcalde del PSC, los de ERC se niegan, ahora, a apoyar un nuevo alcalde socialista. Y Torrent volvió a sufrir un nuevo desplante de su lugarteniente en la Mesa del Parlamento autonómico, Josep Costa (JpC), que es desde el minuto uno de la legislatura su gran quebradero de cabeza.

A ERC solo le interesa la Generalitat y cuanto más la toca con los dedos en la plaza San Jaime, más lejos parece verla. Tal y como avanzó hace unos días Salvador Sostres, en estas mismas páginas, todo apunta a que el Tribunal Supremo tendrá lista en octubre la sentencia que inhabilitará a Torra como presidente autonómico. Se espera que JpC mueva ficha e intente situar a uno de sus consejeros o candidato (o candidata) in pectore por delante de , para que ni la medalla de una Presidencia en funciones puedan colgarse en Calabria. Unos y otros saben que el vencedor de este pulso tendrá casi seguro liderar el próximo gobierno catalán. Pero 40 años de comparsa, para ERC, pesan lo suyo.

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