Todo saldrá bien

Nobu de mi vida

El Nobu de Ibiza, además de ser el más caro de Europa, es el que posee una terraza más impresionante, de cara al mar, con su luz única del Mediterráneo

Hay una atmósfera Nobu, una envolvente Nobu, un estado del espíritu en que Nobu te instala ABC
Salvador Sostres

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Da seguridad que el chef te diga «es el Nobu más caro de Europa» y que cuando le preguntas por qué te responda con su sonrisa italiana y encantadora. Giacomo Notarbartolo, 31 años, chef ejecutivo del Nobu de Ibiza, en el hotel del mismo nombre, frente a la playa de Talamanca.

Nobu fue el principio de la modernidad. Nobu, Johan Cruyff y Ferran Adrià son los tres movimientos vitales, creativos e intelectuales que más me han interesado. Nobu por la alegría, Cruyff por el relato y por encima de cualquier otro elemento y circunstancia el talento purísimo de Ferran Adrià.

Nobu nos dio la alegría con su cocina de fusión japo-peruana. No la descubrió exactamente él, pero él la estlizó, la proyectó, nos la puso sexy, apetitosa. Superó el rigor de las grandes salas francesas -que no puede gustarme más- para ponernos a camareros y camareros tan hermosos y vestidos con camiseta negra ajustada que en nuestro apetito los confundimos con la comida y no sabemos qué instinto se activa antes.

Londres, en Park Lane, junto a Hyde Park, es mi Nobu más querido, como el de cualquier fan avanzado de Nobu. Y aunque en los últimos años, con la expansión hotelera de la marca, a la cocina le ha quedado pendiente una actualización, sigue siendo atractiva, sabrosa, imaginativa y el origen noble, consistente y siempre brillante de tantos y tantos restaurantes que le han copiado sin ni siquiera darle las gracias.

El Nobu de Ibiza, además de ser el más caro de Europa, es el que posee una terraza más impresionante, de cara al mar, con su luz única del Mediterráneo, por el reflejo de la sombra de Dios en el agua. El interior del restaurante es acogedor, más espacioso que en Londres, aunque algo bullicioso para mi gusto, pero en cualquier caso es el estilo Nobu, su estética, que tan buenos resultados le ha dado. El servicio parece caótico pero es preciso y puntual, comprensivo con las necesidades de cada cliente. Amabilidad y eficacia fundidas en un ritmo que es totalmente distinto al de los restaurantes de lujo convencional pero que confieren una calidez y un aire que te hacen sentir más joven, más guapo y a la vez tratado como un rey.

Hay una atmósfera Nobu, una envolvente Nobu, un estado del espíritu en que Nobu te instala y que a mi no puede hacerme más feliz. Una velada en el Nobu de Ibiza, con el valor añadido de su terraza, tiene además algo de hipnótico, y te deja feliz para una semana, como si de golpe todas tus pasiones se hubieran realizado. La cocina, basada en los clásicos de Nobu con los acentos del chef ejecutivo Notarbartolo, acusa de un lado la falta de renovación y no resulta tan explosiva y sorprendente como lo fue al principio; pero por el otro está aquí en Ibiza muy bien ejecutada y conserva por lo tanto el encanto del tiempo en que fuimos; y además tiene el vigor de su jovencísimo intérprete, que controla a la perfección los puntos de cocción, la intensidad de las salsas, y dependiendo del producto de que dispone es capaz de crear platos que, dentro del estilo Nobu, demuestran su atrevida y solvente personalidad con aportaciones que Nobu tendría que considerar cuando por fin se siente a pensar cómo evolucionar su obra maestra de los años 90.

Giaco Notarbartolo tiene audacia y cultura, osadía y la prudencia de saber dónde y para quién trabaja, un discurso culinario sutil y elegante que puede apreciarse tanto en sus platos propios como en los acentos con que personaliza las creaciones de Nobu; y a la vez la humildad de ser agradecido con los chefs que le enseñaron y le ayudaron a entrar en el camino. Nobu tiene suerte de tenerlo, pero si no le deja margen para crecer se irá, y perderemos todos: perderá Nobu, perderá Giaco porque Nobu es irrepetible, y perderemos los clientes de Nobu, no sólo porque nos quedaremos sin Giaco interpretando con quirúrgica precisión los clásicos de la casa, sino porque nos quedaremos sin saber cómo habría adaptado y reformulado la cocina clásica de Nobu para proyectarla al siglo XXI.

El hotel es un gran hotel, con una interpretación sobresaliente del lujo. Los precios no son tan caros como se podría esperar y por 500 euros es posible tener una buena habitación. El servicio es diligente y amable, hace la vida fácil y es poco propenso a decir que «no». A parte de la filosofía del hotel, que es la filosofía de Nobu, las personas concretas que se ocupan de atender a los clientes han sido bien elegidas: por sus habilidades profesionales, por supuesto, pero también y sobre todo por su sentido común y simpatía, y su capacidad de hacer felices a los demás. Hay que felicitar muy especialmente a quien se haya encargado de su selección, porque si ya no es fácil encontrar un buen servicio en Barcelona o en Madrid, menos lo ha de ser aún en Ibiza, en un hotel que además cierra en otoño y en invierno, como una larguísima nostalgia.

Nobu hotel y Nobu restaurante adquieren un nivel especial en esta isla: por Nobu, por Giacomo, por el magnífico personal del hotel, por la calidez del servicio en el restaurante y su hipnótica terraza. No es el lujo por el lujo, sino una calidad asentada en un muy sexy modo de ponernos contentos, como Nobu ha sabido hacer siempre.

El paseo que hay justo delante de la piscina, y que va del hotel Argos hasta cabo Martinet es encantador y fácil. Easy dreams at the end of the day. El mar a la justa distancia: verlo de cerca, olerlo y escucharlo; pero sin tener que meterse en su cuerpo lleno de cosas inciertas que se mueven -anche di notte, non sta fermo mai-, y de la espantosa sal. Las dos piscinas de Nobu, tan transparentes, tan azules, tan de derechas, son un modo mucho más civilizado de tomar un baño. Entre San Juan y la primera semana de septiembre, Ibiza está colapsada. El mes de junio y las dos últimas semanas del verano son el mejor momento para visitarla.

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