Sónar+D

El laboratorio mágico del Sónar se rinde a la cultura inmersiva

El Sónar+D, campo de pruebas del festival, abrió ayer sus puertas como antesala de las 140 actuaciones que se sucederán a partir de este jueves

El artista Danilo Grande, posa junto a su creación Led-Pulse, una pantalla de leds 3D Efe

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Puede que sigamos sin saber a qué huelen las nubes, pero gracias al Sónar+D, laboratorio mágico del festival barcelonés, ahora se puede contemplar en directo cómo una red neuronal diseñada por el turco Memo Akten imagina y reconstruye en tiempo real la historia del cosmos y el aspecto que se supone deberían tener flores, árboles y, claro, también nubes, a partir del rastreo de 100.000 imágenes salidas de Flickr. Alucinante, sí. Y en el sentido más literal del término. «Vemos cómo la Inteligencia Artificial alucina a partir de otros soportes», apunta el comisario de Sónar+D, José Luis de Vicente. Y en efecto, lo se ve en las pantallas, reforzado por un frankenstein de cantos espirituales que se retroalimenta a partir de un millar de piezas sonoras extraídas de Youtube, es una excursión psicodélica, un trip surrealista, que ondea también otra de las palabras fetiche de la creación contemporánea:la inmersión.

Porque , como casi todo en la Fira de Barcelona y en el Sónar, lo que busca la instalación de Akten es una experiencia inmersiva. «Empezamos a entrar en un nuevo paradigma cultural: el de la inmersión», constata De Vicente a cuenta de todas esas prácticas que buscan reforzar una experiencia digital con elementos sensoriales. Ahí están, por ejemplo, el paseo lunar que propone Laurie Anderson en su To The Moon, esa otra instalación que permite «moverse a través del sonido», la promesa de acceder a la realidad virtual sin necesidad de calzarse unas gafas especiales, o la gigantesca cúpula inmersiva de 19 metros de diámetro que, a pocas horas del arranque de la XXVI edición del festival, se antojaba ayer como refugio ideal en el que recuperar el aliento tras unos días especialmente accidentados.

Varios visitantes en la cúpula inmersiva Sonar360 que se puede visitar en Sonar+D, Efe

Por ahí pasó, por ejemplo, Daito Manabe, creador japonés que estrenó Factors, pieza abstracta ideada junto a Satoshi Horii en la que todo nace y se desencadena tras convertir en algoritmo el sonido de una pelota al caer. Así se simple y, al mismo tiempo, así de complicado. Será que, como subraya De Vicente, en este campo de pruebas que es el Sónar+D cuesta distinguir al creador del innovador y a este del emprendedor. «Es un festival que habla de los huecos que quedan entre comunidades creativas», añade.

A su lado, en el stand de la de la productora Canadá, se brinda la oportunidad de colarse por uno de esos huecos para reproducir, plano a plano y mediante un puzzle de 728 dibujos calcados de la proyección original, el clip oficial del festival. Eso sí; en este caso, la tecnología más puntera será el aparato que escanee uno a uno los 728 dibujos elaborados a mano por quien tenga a bien dejarse caer por los dominios de la productora barcelonesa.

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