Un Rigoletto para engancharse a la ópera

La producción que se estrenó el domingo en el Liceo es de las que satisface a los habituales de la ópera y también a los neófitos

El gran atractivo del estreno recaía en los solistas vocales y en el estreno de Benjamin Bernheim en el Liceo LICEO

Pep Gorgori

Desde el Liceo se ha comparado mucho estos últimos días la ópera 'Rigoletto' con una película, y con razón. Verdi y su libretista, Francesco Maria Piave, construyeron una maquinaria de precisión que está pensada para atrapar al público desde el primer momento y emocionar con un desenlace fatal. A esto hay que añadir la duración acotada del espectáculo, poco más de dos horas, y el hecho que el argumento, a rasgos generales, sea bastante fácil de seguir: chico malo conoce a chica buena y… la cosa acaba mal.

Con una escenografía que ya pudo verse en el Liceo hace cinco años, a cargo de Monique Wagemakers, el gran atractivo del estreno recaía en los solistas vocales. Christopher Maltman defendió de manera brillante su papel de Rigoletto, con una presencia escénica correcta y un claro dominio del papel. Su voz poderosa, al servicio del bufón que condena a su hija intentando salvarla, da a este personaje la dimensión justa, emocionante y al mismo tiempo humorística y dramática. A su lado, Olga Peretyatko ofreció una excelente Gilda, llena de matices y con un bello timbre.

Con todo, el centro de atención era el papel del Duque de Mantua, a cargo del que se considera «el tenor del momento», Benjamin Bernheim, que cantaba por primera vez en el Liceo en un montaje escenificado. Como pasa con demasiada frecuencia, el exceso de propaganda acaba generando un exceso de expectativas. Esto se amplifica cuando se trata de un papel tan conocido gracias a las versiones de grandes cantantes de la talla de Pavarotti. Si hubiéramos podido abstraernos de ese sesgo, habríamos apreciado una voz bella de tenor, razonablemente potente, aunque algo empequeñecida al lado de Maltman y Peretyatko.

El de Duca es un papel que Bernheim debutó hace solamente dos años y que con la pandemia no ha podido rodar demasiado. Pero las expectativas hicieron que, a juzgar por los discretos aplausos, el público se fijara más en algunas notas a las que el cantante parecía llegar al límite de sus posibilidades, y algunas otras que hubiésemos esperado más largas e intensas. Algo injusto para el que, sin duda, será un buen Duca en los años venideros.

Finalmente, en el célebre cuarteto, la mezzosoprano Rinat Shaham cumplió con corrección. En conjunto, la producción es de las que satisface a los habituales de la ópera y también a los neófitos. La escena de Wagemakers sigue siendo imponente, a pesar de la sencillez -aparente- que preside todo el montaje. El coro del teatro hizo buen papel, si bien las mascarillas siguen complicando el lucimiento de su nuevo director, Pablo Assante.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación