CRÍTICA DE ÓPERA CÓMICA

Elogio del cachondeo

El Liceu optó por buscar buenas voces quefueran solventes en lo actoral y logró un buen y homogéneo nivel

Un instante de la ópera cómica LICEU / A. BOFILL

Hubo un tiempo en el que estaba bien visto el sentido del humor. Un tiempo en el que lo cómico servía para ponernos delante de un espejo y mostrarnos las miserias descarnadamente, pero con una sonrisa. Un tiempo en el que el humor servía no para mofarse de los demás sino para reírse de uno mismo. Costaría delimitar cuál fue ese tiempo, pero parece que en él vivieron tanto Voltaire como Leonard Bernstein. Cierto, su humor no siempre fue entendido, pero aquí estamos, hablando aún de ambos a raíz de la producción de «Candide» en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona . Seis décadas ha tenido que esperar esta obra para ser programada en el coliseo de la capital catalana, en formato de concierto y con motivo del centenario del compositor estadounidense.

Pero nunca es tarde si la dicha es buena, y cabe reconocer que hubo gran dicha y solemne regocijo gracias el relato de los improbables avatares del optimista Candide. Esta es una partitura peculiar, como muchas de las de Bernstein. Se resiste a ser catalogada como ópera cómica, opereta o musical: de ahí que sus papeles los hayan abordado desde cantantes reputados (Christa Ludwig, Natalie Dessay) a actores con nociones de música menos sólidas (Kristin Chenoweth, Patti LuPone). Carcajada en carcajada, acaba recibiendo todo el mundo: la iglesia, la guerra, las élites sociales e incluso la ópera en sí («Glitter and be gay» es una mofa del belcantismo en toda regla, por ejemplo).

El Liceu optó por buscar buenas voces que al mismo tiempo fueran solventes en lo actoral, y por ese camino logró un buen y homogéneo nivel. A la experiencia de Doris Soffel y Chris Merrit, ambos hilarantes en sus papeles, se contraponía la juventud de la pareja protagonista, el dulce Candide de Kevin Burdette, con unos pianos magníficos, y la expresividad de Meghan Picerno, que le sirvió para redondear una digna actuación. Conviene poner el acento también en el debut de Josep-Ramon Olivé en el Liceu. Estrenarse al lado de algunos artistas consagrados en este repertorio no debió ser fácil, pero superó el examen con nota, confirmando lo que ya se sabía por sus actuaciones previas (en el Palau y el Auditori sobre todo): que tiene una excelente base para construir una buena carrera, si se le da la ocasión de seguir pisando escenarios en casa.

La orquesta sonó decidida en manos de John DeMain, que en general logró encontrar el buen equilibrio entre una instrumentación exuberante y el coro y los solistas . El movimiento escénico diseñado por Albert Estany, sencillo pero extremadamente efectivo, ayudó a hilvanar un relato de por sí bastante desestructurado. El aplomo de Jordi Boixaderas como narrador, subrayando con elegancia las ironías y los dobles sentidos del texto, fue merecidamente aplaudido al final.

Música: L. Bernstein. Intérpretes: K. Burdette, P. Appleby, M. Picerno, D. Soffel, J.R. Olivé, C. Merritt. O. S. y Coro del G. T. del Liceu. Dirección: John DeMain. Lugar: Liceu, Barcelona. Fecha: 5 de octubre.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación