David Castillo: «Colau ha llenado Barcelona de barricadas»

El escritor y periodista destila sus mejores poemas, algunos inéditos, en la antología 'L'amor com a pena capital'

David Castillo Ferran Sendra
Sergi Doria

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David Castillo o la vida en un centenar de poemas. Ya lo hizo hace veinte años en 'Bandera negra' y ahora añade algunos títulos inéditos en 'L'amor com a pena capital' (Pagès editors) . Una poesía, advierte Josep M. Rodríguez en el prólogo, «compacta y dura, igual que lo es la tierra para el viejo enterrador».

La tierra de Castillo es la Barcelona donde nació en 1960: calle Pallars del Poblenou; hasta que, por el asma de su madre, la familia buscó el aire en Vallcarca, allá por el Coll, la Teixonera y la montaña del Carmel. «Barcelona es mi musa», confiesa. Desde los antiaéreos, el poeta la divisa en toda su extensión, aunque cuando baja de Lesseps se siente incómodo, si exceptuamos las travesías por el Barrio Chino y las tabernas del Sants de su adolescencia.

La musa ha perdido mucho, sobre todo en el último sexenio. «Colau ha llenado Barcelona de barricadas, está hecha un desastre: okupas, basuras, ratas en los contenedores de Gracia y el Park Güell… Las barracas estaban más limpias. Con Maragall, gente seria como Eulàlia Vintró se ocupaba de los cementerios, ahora tenemos a Colau y Eloi Badia», lamenta.

Se podría componer una toponimia poética de la Barcelona de Castillo. Porta Coeli frente al mar, Can Baró, plaza George Orwell, Encantes de Glorias, el Merbeyé donde el 'Cadillac solitario' de Sabino Méndez, Barceloneta, el puente de Mühlberg que titula su poemario de 2000, la rambla del Carmelo, la Modelo…

Ilustrada con imágenes, muy urbanas, de Raúl Barrilado, la musa poética de Castillo entona a Leonard Cohen, Lou Reed, Triana, Satie, Bowie, Fleetwood Mac, Dylan, Joy Division, Loquillo y los Trogloditas…

Más allá del sexo, las drogas, el rock n'roll o el anarquismo, «la verdad es que me metí en política para publicar mis primeros poemas en las revistas contraculturales». La pasión impulsa una escritura que prioriza el sentimiento sobre la forma para romper con los sempiternos corsés del Noucentisme: «Mi poesía es respirada, pero no hiperventilada que ve la luz casi una década desde su primera versión», apunta.

Poesía, también, de la piedad: «Como otros de mi generación me hice anarquista en la parroquia; la piedad es la mirada sobre el mundo del cristianismo: ayudar y respetar. La solidaridad es otra cosa, una forma de egoísmo en este mundo en que las oenegés han sustituido a la iglesia».

En su larga trayectoria de periodista cultural Castillo trató a Vinyoli, Foix, Espriu, Perucho, Oliver, Margarit… De los poetas vivos le interesan Valentí Puig y Enric Casasses. No cree que el catalán acabe en una lengua muerta como propagan los altavoces del nacionalismo monolingüe: «Aprendí la lengua en el barrio. Los criterios de la Consejería de Cultura o la Institució de les Lletres Catalanes no son compartidos por una mayoría de escritores que no se sienten representados». Como jurado de dos premios en catalán para autores menores de la treintena desmiente las predicciones agoreras: «Nunca se habían presentado tantos originales a unos galardones que no tienen dotación económica», subraya.

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