Sergi Doria - Spectator In Barcino

Palabras al aire libre

Cuarenta y ocho horas al aire libre permiten contrastar la fragancia liberal frente al hedor del tragaluz. La media Cataluña separatista que ocupa Cataluña entera encarna el aislacionismo infantiloide que abomina del pensamiento complejo

Rueda de prensa del premio Formentor de literatura Juan Flores

La libertad es una librería, escribió Joan Margarit. La libertad es salir volando a Sevilla -periodismo cultural- rumbo al Prix Formentor 2021, instituido por editores europeos (Barral, Gallimard, Einaudi) entre 1961 y 1967. Tras una segunda época -2011-2020- el Formentor recobra la itinerancia gracias al mecenazgo de las familias Barceló y Buadas y el activismo de Basilio Baltasar.

El aire libre sevillano depara luz, simpatía, una cena en una terraza y diálogo con los colegas. Se observa el toque de queda, pero sin arruinar la economía local como sucede en Cataluña.

El Prix Formentor refrenda el aserto barojiano de que el nacionalismo se cura viajando. Una ojeada al palmarés nos lleva de Borges y Beckett -premiados ambos en 1961-, Carlo Emilio Gadda, Nathalie Sarraute, Saul Bellow o Witold Gombrowicz a Carlos Fuentes, Enrique Vila-Matas, Roberto Calasso, Mircea Cartarescu Annie Ernaux, Cees Nooteboom y el ganador de este año: el inclasificable argentino César Aira.

Los galardonados componen una toponimia literaria que no está sujeta a la tiranía coronavírica ni a los arbitrarios protocolos de unos políticos perdidos en su cohabitación con los sondeos.

'Leyendo el gran libro del mundo' el viajero Nooteboom vindicó el cosmopolitismo bibliófilo desde el fundacional hotel mallorquín: «Si algo nos ha demostrado la pandemia es que el periodo de cierre de librerías ha convertido a los lectores y a los escritores juntos en tristes huérfanos, algo que ni Amazon ni internet pueden remediar, pues no son sino enfermeros en el hospital equivocado». Lo dijo en septiembre de 2020, cuando la segunda ola. Vamos por la cuarta, aunque las vacunas ya asoman cual Séptimo de Caballería.

La inmunización será el 'happy end', tras año y medio de incertidumbre. Pero una cosa es vacunarse contra el virus facineroso y otra, muy otra, por la enfermedad endémica de la estupidez cuyo único remedio es el espíritu crítico del ilustrado.

Cuarenta y ocho horas al aire libre permiten contrastar la fragancia liberal frente al hedor del tragaluz. La media Cataluña separatista que ocupa Cataluña entera encarna el aislacionismo infantiloide que abomina del pensamiento complejo.

En los asuetos sevillanos he leído las memorias que el abogado Javier Melero titula 'Cambalache' (Ariel). Después de haber trabajado para los Pujol y los sediciosos de 2017, el autor prueba con solvencia forense que los lodos de hogaño provienen de los polvos del tripartito: «A partir del cese de Pujol y contra todo pronóstico, la presión nacionalista no sólo no menguó en Cataluña, sino que fue a más. Y las tibias esperanzas que había depositado en el supuesto cosmopolitismo de los socialistas se frustraron desde que tuvieron que gobernar en coalición con Esquerra Republicana».

Aquella coyunda parió el nuevo estatuto, «un auténtico churro que apenas interesó a la mitad del electorado y que Esquerra ni siquiera votó a favor». El melifluo Zapatero hizo el resto: «Por hacerle un favor a los socialistas catalanes -que no sé en qué deberían estar pensando-, dio alas al relanzamiento de los planes secesionistas en Cataluña». La enésima claudicación de la izquierda catalana acomplejada por no ser suficientemente nacionalista motivaría la fundación de Ciudadanos.

Con la recesión de 2012, concluye Melero, la oligarquía catalana tapa corrupciones y recortes sociales con emocionalidad victimista: «Los convergentes y Esquerra, por puro tacticismo o porque no sabían qué otra cosa hacer ante la crisis, iniciaron una competición para dirimir quién entre ellos era el mejor guardián de las esencias nacionales».

Javier Cercas ratifica tal diagnóstico en su novela 'Independencia' (Tusquets). Los presuntos «burgueses oprimidos» sacaron a la calle a una masa «con mucho corazón y poca cabeza».

En 'Transbordo en Moscú' (Seix Barral), Eduardo Mendoza empareja a su alter ego, Rufo Batalla, con las elites que toleraron el desastre: «Una fuerte dependencia emocional y una devoción ciega a causas abstractas e inconsistentes, como el catolicismo rancio, la redención de la nación catalana y las glorias deportivas del Barça, los hacía inmunes a las ideologías al uso y, llegado el caso, al sentido común y a la ética más elemental…».

Como Cercas 'osó' afirmar en TV3 que el golpe del 23-F lo paró el Rey y que España es una democracia homologada, los secesionistas del 'morro fort' -¡vaya morro!- le acusaron de alentar una intervención armada en Cataluña.

El auto de fe consistió en sacar de contexto unas palabras del escritor en el Día de Extremadura: «Cuando la vida pública, la política, se llena de pasión, aventuras, emociones, como nos ha ocurrido a los catalanes en los últimos años, échate a temblar o llama a la unidad del general». (Aludía al teniente general Miguel Alcañiz de la UME que levantó hospitales de campaña y desinfectó residencias de ancianos abandonadas por el desgobierno separatista).

«¿Saben ustedes lo que significaba Barcelona para nosotros?», me preguntó una andaluza.

Lo que ahora significa Sevilla para los catalanes. Aire libre.

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