Salvador Sostres - Todo irá bien

El periodismo ganó

«La sustitución de Màrius en este momento es otro desafío al momento político»

El conde de Godó, Javier Godó, con Màrius Carol y Jordi Juan ABC

Salvador Sostres

Javier Godó, conde de Godó, ha anunciado que Jordi Juan será el próximo director de La Vanguardia. Tomará las riendas el 1 de marzo. Atrás quedará la era de Màrius Carol, que ha liderado el periódico durante los últimos 6 años, seguramente los más delicados desde su fundación.

José Antich, director entre los años 2000 y 2013, hizo una extravagante apuesta separatista durante el último año de su mandato, que perjudicó gravemente a La Vanguardia, situándola en el extremo marrón de la política catalana, y desde luego comprometió la relevancia institucional de su editor, que nunca ha sido partidario de la confrontación ni de las estridencias. Màrius heredó un periódico desnortado en un contexto de una gran tensión en la sociedad catalana, y el independentismo le recibió como un Judas y tuvo que soportar toda clase de presiones, insultos y amenazadas. Muriel Casals, que guardaba su famosa sonrisa para la propaganda y las fotografías, acudió un día a su despacho a amenazarlo con un nuevo «caso Galinsoga» si cambiaba de línea. A la vez, los sectores más moderados de la sociedad catalana le pedían que el diario volviera a atracar en la bahía de la tranquilidad. Y pese a que Màrius tiene un carácter fuerte, y los que hemos acudido con él al Camp Nou conocemos su impetuoso carácter, halló la templanza, el tono y la sutileza para poco a poco ir secando lo que se había inundado y devolvió a La Vanguardia a la centralidad que siempre había ocupado. Tal vez no hayan sido unos años especialmente brillantes, porque nada en Cataluña ha sido especialmente brillante en los últimos años. Tal vez el trabajo ha sido tan de orfebre que no se ha notado el cuidado, pero el periódico que dejó Antich, hortera y radicalizado, no tiene nada que ver con el equilibrio con que Màrius ha conseguido ser la cabecera líder de España en su edición digital y la segunda en su edición impresa.

La Vanguardia es hoy -en su conjunto- el único periódico verdaderamente influyente en Cataluña, comete muy pocos errores no forzados, y ha conseguido abandonar los postulados más radicales sin ofender en exceso a los independentistas. Le ha quedado pendiente sustituir a Pilar Rahola por un columnista de referencia que entronque con la mejor tradición de la casa, pero la mayor bacallanera que han dado las letras y yo diría que hasta las bacaladerías catalanas, no tiene la influencia que tenía y ha sido claramente relegada. Pero pese a esta tara, que no sólo puede ser corregida, sino que tiene que serlo, Carol puede sentirse orgulloso del trabajo realizado: por la dificultad que tenía y por la finura con que ha procedido. Cuando Javier Godó le agradezca los servicios prestados, lo hará de corazón. Ha tenido en Màrius a un servidor atento y disciplinado, que no se ha dejado llevar por sus impulsos, a pesar de tenerlos, y el periodismo le ha ganado una batalla al panfleto en un tiempo en que casi todo son panfletos, y de una grosería imperdonable. Basta con leer El Nacional para entender en qué habría quedado convertida La Vanguardia si Antich hubiera continuado al frente.

Es importante detenerse en este detalle, porque si la tradición en La Vanguardia era cambiar al director cuando el Gobierno cambiaba, y así fue cesado Juan Tapia, el director completo, inteligente y brillante de la historia del periódico, y el que mayor proyección pública supo darle al cargo; el cese de Antich tuvo lugar en los años de plomo del proceso independentista, cuando más poder tenían sus valedores y en mejores condiciones estaban de agasajar al Grupo Godó con toda clase de subvenciones, directas e indirectas. Javier tuvo la valentía de nadar contracorriente para salvar la independencia de su diario y se enfrentó al poder sustituyendo a Antich por Màrius. Lo digo porque aunque sé que no voy a cambiar los demasiado dañados cerebros de mi generación, me gusta dejar constancia de los pocos gestos dignos y valientes que se han producido en los últimos tiempos. He sido muy duro escribiendo sobre La Vanguardia y muy concretamente sobre la figura de su editor. Pero nunca he dejado ni dejaría de reconocerle los méritos. Entre ser cruel -e incluso maleducado- y ser un mezquino, están la mayor parte de las cosas que la prensa catalana no entiende -y así se arrastra.

Del mismo modo, la sustitución de Màrius en este momento es otro desafío al momento político -aunque no tan significativo como el de 2013. Carol es quien tiene la relación privilegiada con Pedro Sánchez y por primera vez, el periódico de referencia de La Moncloa es catalán. Jordi Juan no es especialmente antigubernamental, pero desde luego no tiene la proximidad con el presidente que tiene el que pronto será su predecesor en el cargo. La próxima vez que alguien -y me incluyo- quiera darle lecciones de valentía a Javier Godó, tendrá que estar seguro de poder responder por ellas si algún día vienen a reclamárnoslas. Javier ya lo ha hecho, y dos veces en seis años.

Se dice de Jordi Juan que es el primer director de Carlos Godó, el heredero de Javier. Es poco aproximado. Que tenga una excelente relación con Carlos no significa que no sea un director de la plena confianza del editor, con quien mantiene una relación de la máxima proximidad y confianza. Los que dan por inminente la sucesión al frente del Grupo Godó, tendrían que comprarse un gran retrato de Isabel Windsor.

Juan, que ha liderado en los últimos años la edición digital de La Vanguardia, convirtiéndola en líder en toda España siendo una cabecera catalana -insólito- tiene el reto de aunar las dos redacciones y de volver a convertir la información y la opinión en un negocio rentable: no será fácil. Nunca antes se había leído tanto lo que escribimos y nunca antes los lectores habían pagado tan poco por ello. Dicho de otro modo, tenemos el producto, tenemos a los clientes pero no sabemos cómo cobrarles. Si Jordi descubre al fin cómo hacerlo, éste será su mayor legado.

El independentismo está más contento que triste con este cambio, pero el conde de Godó ya escarmentó con Antich y no habría tomado esta decisión si viera algún riesgo de involución ideológica. Y además, el instinto de supervivencia de Jordi Juan está demasiado musculado para dejarse arrastrar a la parte del agua que se convierte en fango. Si lo que parece tranquilo no muda en trifulca y esto, pese a los buenos propósitos, no lo sabremos hasta pasado un tiempo, será la primera vez que una sucesión de esta naturaleza se produce sin trauma. Será el cuarto director de Javier desde que en 1987 tomara las riendas de la empresa, tras la muerte de su padre Carlos. Como dice Màrius, algo nostálgico por su cese, «aunque a veces se equivocan, al final los Godó siempre flotan. Los demás siempre llega un momento que nos hundimos. Ellos nunca. Nunca. Ellos siempre flotan».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación