De la vid orgánica a la copa

Raventós Codorniu se alza como la mayor productora de cava ecológico del mundo

Diego Pinilla y Sergio Fuster frente a una viña ecológica RAVENTÓS CODORNIU

Jordi Martínez

Sant Sadurní d’Anoia. Jueves 10.30 de la mañana. Desde la campiña emerge un aroma de vino grande, las paredes son bóvedas de cañón y la madera siente el proceder del tiempo macerado. En el Celler Gran de Can Codorniu están de enhorabuena. Se consagran como el mayor fabricante de cava ecológico del mundo , y celebran el ascenso a los altares. En el interior de este recinto (joya del Modernismo Catalán), advierten, está a punto de cambiar el devenir de esta bodega de 460 años de costumbre. La transición ecológica, afirman, no solamente es una obligación para con el mundo, sino el proceso lógico de toda empresa que pretenda actuar como tal en el siglo XXI.

Durante más de diez años la bodega Raventós Codorniu ha trabajado para alcanzar la sostenibilidad total de sus tareas, y pretende lograrlo en el 2024. Recientemente se han convertido en la mayor productora del mundo de cava orgánico (cultivado de manera sostenible), y según el consejero delegado de la compañía, Sergio Fuster, la bodega distribuye casi cinco millones de estas botellas, lo que representa un 35% del mercado mundial. «Las viñas sostenibles son aquellas tratadas con abonos naturales y libres de pesticidas», explica Sergio. «Son quizá algo más costosas que la uva convencional, pero la calidad, pensamos, es mayor», remata.

Raventós Codorniu aspira a convertirse en el año 2025 en la empresa global de vinos sostenible con mayor crecimiento. Fuster asegura que, durante cinco siglos han trabajado siempre con el propósito de «darle valor a la tierra». Probablemente ésta sea la consigna, cifras al margen, que define su idea de negocio, un modo de entender el campo y la lucha contra la crisis climática.

«Cuando plantas una viña te sobrevive», se escucha en el escenario, «sabes que ésta vivirá más años que tú», comenta Diego Pinilla, el director de Bodegas y Operaciones de Raventós Codorniu. «Nosotros cosechamos fruta, pero lejos de venderla así, tal cual, generamos con ella un producto laborioso y trabajado, casi artesano que, ¿Por qué no? Puede ser considerado una obra de arte », añade.

Con quince bodegas repartidas entre España, Argentina y California, el grupo trabaja diariamente en la reconversión ecológica de sus productos. Estiman que en el año 2022 el 88% de la superficie de cultivo será 100% sostenible. Pero no todo es tan fácil: Plagas, frío, lluvia… Los impedimentos abundan, y es precisamente, el cuidado intensivo que la vid orgánica requiere, el responsable directo de su coste. Desde que Raventós Codorniu introdujo el cultivo sostenible, la empresa ha ahorrado en químicos y tractores, pero vigila al tiempo, de manera casi artesanal, cada uno de los cultivos a lo largo de 3.000 hectáreas, «y esto vale un dinero», afirma Sergio. Sin embargo, tranquiliza al público, de «ninguna manera» se trasladarán los sobrecostes al cliente. «Estamos convencidos de que al pasar más tiempo encima del producto, ésto se traduce en calidad, y el consumidor sabrá apreciarlo», admite.

Otro de los retos de la compañía es que durante 2022, la totalidad de su compra de electricidad en España proceda de fuentes renovables, además de mejorar para 2023 el sistema de tratamiento de aguas residuales y así reducir el impacto en la huella de carbono. A largo plazo aspiran contar en 2030 con una flota de vehículos de empresa 100% eléctricos y dotar de cargadores sus instalaciones. Además, Raventós Codorniu está tramitando su adhesión al Pacto Mundial de la ONU y se ha comprometido a cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). A la bodega más antigua de este país, no parecen pesarle los años.

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