REPENSAR CATALUÑA

«No se puede converger con los que proponen abolir la comunidad política»

Marc Luque, delegado de El Jacobino en Cataluña, denuncia el «proceso de humillación para los que no comulgamos con la privatización del territorio político común»

Daniel Tercero

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Esto no se acaba.

Es complicado. A algunos nos condenaron con la muerte social, quisieron excluirnos del concepto de ciudadanía. Vamos a un proceso de humillación para los que no comulgamos con la privatización del territorio político común.

Grave.

Gravísimo porque atenta contra el principio de ciudadanía y también atenta contra la igualdad. Desde unas perspectivas socialistas, como las mías, resultan un auténtico despropósito.

¿No está de acuerdo con la magnanimidad que

defiende Sánchez?

El problema es que Pedro Sánchez quiere a todo el mundo equidistante. Una especie de frente amplio transversal en el que quepan posturas de todo tipo, como el federalismo asimétrico y el nacionalismo. Sánchez debería saber que no se puede llegar a una convergencia entre los que defendemos la ampliación de la comunidad política y los que directamente proponen su abolición. Es imposible. Son planteamientos antagónicos.

No hay solución.

Muchas veces tratamos de tolerar lo intolerable. Es uno de los grandes problemas de España y de la izquierda.

Entonces, ¿qué hacemos?

Pedagogía. Lo más importante es hacer ver a la ciudadanía que por nacer en un determinado lugar, algo que es totalmente aleatorio, no se puede tener más derechos que un ciudadano que ha nacido en otra parte del país. Hay que explicar a los catalanes que no son ni mejores ni peores que nadie.

¿Algo más que la pedagogía?

Presentar presuntas soluciones, como hacen los comunes, proponiendo una hacienda propia o un pacto fiscal para Cataluña son medidas que suscriben partidos ultrarreaccionarios como el PNV en el País Vasco. Solo nos llevan a potenciar las supuestas singularidades que imponen los Pujol, Mas, Mas-Colell… a familias mayoritarias de los García, Martínez, Vázquez… y los tratan de aislar de la comunidad política. Quieren privatizar sus derechos.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Porque buena parte de la población asocia el nombre de España, como proyecto de Estado del bienestar, con una dictadura que no han superado. Hay ciertos sectores que siguen anclados en hablar del pasado, algunos con nostalgia, pues es su manera de conseguir rédito electoral. Pero hemos de avanzar. España no es una quintaesencia sino un proyecto político que determina un avance social, una mejora en el tema de la vivienda, subida de salarios... Hay políticas desatendidas por un supuesto Gobierno progresista.

Estos temas mejorarían con la independencia de Cataluña.

En el momento en que se propone, como fórmula beneficiosa para el conjunto del país, la centrifugación del Estado o avanzar hacia la ruptura en pequeños Estados, que quedarían sin apenas soberanía económica y de capital en el mundo globalizado, no habrá beneficio para la mayoría de los ciudadanos. Si esta ruptura se produce habría una subida de impuestos masiva sin ningún sentido y problemas serios para realizar intercambios comerciales con otros Estados.

Es falso, entonces, que la independencia mejoraría la calidad de vida de los catalanes.

Es una retórica falsa. Pura utopía. Lo increíble es que parte de la clase obrera haya tragado con este discurso. Pero lo que quieren los ciudadanos es trabajar, algo que la Generalitat de Cataluña no da, tener servicios públicos dignos, algo que, precisamente, es lo que recorta la Generalitat. El independentismo enarbola la bandera de la desigualdad para evitar subsanar los problemas de la gente.

Estamos bloqueados.

La gente no quiere grandes revoluciones ni grandes discursos, solo quiere salir a la calle y tener asegurada una serie de derechos y libertades que permitan entroncar su vida.

¿Se puede ser jacobino de derechas?

Desde mi perspectiva, no. En El Jacobino abogamos por un proyecto socialista, unitario y centralista que recupere la soberanía que ha perdido a nivel estatal y poder aplicar otro tipo de políticas distintas a las que se aplican hoy en día. Que haya jacobinos de derechas en otros países me parece loable y respetable. Pero nosotros no creemos en el fin de las ideologías.

¿Y a favor de la Unión Europea?

Somos críticos con la Unión Europea pero no estamos a favor de los debates cerrados. Este asunto hay que abordarlo desde una perspectiva racionalista. Por ejemplo, es preocupante que no exista una unidad fiscal en toda la Unión Europea y que los países del sur, como España, estemos supeditados, en cierta medida, a lo que se dictamine desde otros países con más peso y poder que el nuestro.

¿Y jacobino y a favor de la pluralidad cultural en España?

Normalmente, se confunde el jacobinismo y el centralismo con la concentración de instituciones en una misma ciudad. No hace falta que todo el poder esté en Madrid, pero sí que se gobierne de manera centralizada. No negamos la diversidad pero no existen singularidades, o sí, pero las que también hay entre un ciudadano de Barcelona con uno de Gerona. Lo que hemos de buscar es lo que nos une: un proyecto político común. Hemos de abogar por una libertad republicana según el concepto ‘roussoniano’. Yo soy catalanoparlante y, evidentemente, no defiendo suprimir la cultura catalana. Pero lo que no puede ser es que a los obreros y trabajadores que vienen a Cataluña se les exija el catalán para poder acceder a un puesto de trabajo dentro de su misma comunidad política. Esto es una clara discriminación para los menos cualificados.

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