Sergi Doria - «SPECTATOR IN BARCINO»

Ernest Maragall, el «tete censor»

Ernest Maragall, durante su época de consejero INÉS BAUCELLS

Pasqual Maragall padece alzhéimer desde 2007, una enfermedad que se manifiesta con toda su crudeza al sexto año del diagnóstico. El pasado 16 de enero, el todavía Síndic Rafael Ribó incluyó de manera torticera la firma de Maragall en un comunicado de expresidentes de la Generalitat que pedía «medidas alternativas a la privación de libertad en un centro penitenciario» para los políticos procesados por el Tribunal Supremo.

El oportunismo del Síndic cuasi vitalicio provocó la protesta de Jaume Padrós, presidente del Colegio de Médicos de Barcelona: «No puedo aceptar que se utilice al president Maragall, afectado por una enfermedad que le incapacita para tomar decisiones». Cristina Maragall, hija del President y portavoz de su Fundación, apoyó la objeción de Padrós.

Ernest Maragall también se aprovechó del ilustre enfermo. Hace un lustro –18 de mayo de 2014–, se presentó con Pasqual en el mitin central de ERC a las elecciones. Criticado por la instrumentalización política, adujo que su hermano asistió porque quiso, nadie en la familia lo podía evitar.

No era la primera vez que Ernest –«el tete», en los círculos municipales– tomaba decisiones de ese jaez. A finales de octubre de 2008, Ediciones B publicó la biografía de Esther Tusquets y Mercedes Vilanova «Pasqual Maragall, el hombre y el político». Ernest, a la sazón consejero de Educación del Tripartito, ordenó la destrucción de diez mil ejemplares a punto de ser distribuidos.

Recortada y retocada la edición original non grata, se permitió su publicación: «Es inaudito que fuéramos censuradas y damnificadas y que nuestro libro fuera guillotinado por orden de Ernest Maragall», escribe Vilanova en «La palabra y el poder» (Carena). La versión oficial: la biografía abordaba episodios que afectaban a la intimidad familiar, como los escritos paternos sobre la infancia de Pasqual o las reflexiones acerca de su enfermedad.

El contrato firmado con RBA fue otro argumento de peso: el libro de Tusquets y Vilanova, que veía la luz en octubre, no podía aparecer antes de las memorias autorizadas (previstas para noviembre). La colaboración inicial –material gráfico, escritos y cincuenta horas de entrevistas– se trocó en desconfianza.

El 13 de octubre de 2008, cuenta Vilanova, Ediciones B recibió «una propuesta de más de un centenar de cambios» a la que siguieron más revisiones. La historiadora estima en un 12 por ciento la información destruida: veinte páginas menos respecto a la edición original.

El apartado «Antes de que comience la historia», acerca de la infancia de Pasqual, se redujo a la mitad; se eliminó el diario de Jordi Maragall –pasó la guerra en casa leyendo a Thomas Mann–, o los brindis con champagne de la familia Maragall-Noble por la «liberación de Barcelona». De «Los años iniciales», apunta Vilanova, «desaparece una alabanza de Pasqual a sus hermanas, desgarrón que ‘zurcieron’ con un largo párrafo que se sacan de la manga y que incluye una crítica a la paternidad de Pasqual que nosotras nunca escribimos». En «Los años decisivos», centrado en la alcaldía, la presidencia de la Generalitat y años posteriores, interpolaron párrafos, eliminaron testimonios y alteraron citas documentales.

De las alusiones a políticos, «se suprimen alabanzas a Raventós, y se censuran críticas a Pujol o a Espar Ticó que, según Pasqual, organizó una gran pitada contra él cuando se preparaban los Juegos Olímpicos».

Del dramatis personae maragalliano, quien más preocupó fue Pau Maragall, conocido en los ambientes contraculturales como Pau Malvido y fallecido el 21 de mayo de 1994 a causa de la drogadicción. Pasqual adoraba al rebelde y creativo Pau: «Creo que antes nadie había unido su vibrante personalidad y su muerte con el cambio espectacular que supuso para Pasqual desde el punto de vista familiar, ideológico y político», subraya Vilanova.

Su traumática desaparición provocó que la familia y Cataluña se hicieran pequeñas a Pasqual y empezara «a pensar en el mundo y en España», apuntan las biógrafas. En la versión censurada, la referencia a Cataluña y España fue sustituida por «amplía su campo de miras». Al despedirse de la alcaldía, Pasqual se había referido a Pau al elogiar la labor de Joan Clos y Xavier Casas en los años ochenta, cuando la heroína invadió el Raval. La cruda descripción en su «Oda inacabada» de la muerte del hermano en un banco de la calle por una sobredosis se difumina en la versión censurada. «No se dice donde muere», apostilla Vilanova.

El papel de las mujeres fue también censurado: «Se aniquila completamente a alguna de las más decisivas en la vida de la familia Maragall Mira, borran todo lo que escribimos sobre Antònia Aguilar, esposa de Jordi, el hermano primogénito de Pasqual… De Basi, la madre de Pasqual, se censura más de la mitad».

Un episodio en el que Ernest, candidato de Esquerra a la alcaldía, jugó un triste protagonismo. Paradoja: El «tete» censor dice defender la libertad de expresión.

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