Un otoño vestido de luces

El 12 de octubre fue, a lo largo de los años, un día de toros en las plazas de Barcelona. Una fecha tradicional en el otoño que conllevaba siempre carteles con atractivos especiales. Los triunfadores de la temporada dispuestos a reverdecer laureles o festejos benéficos, y siempre la respuesta de los aficionados llenando los tendidos de la Monumental y de Las Arenas.

Hace ahora sesenta años, el 12 de octubre de 1961, se vivió una de esas tardes que acabó en triunfo. Los hermanos Peralta a caballo, y Manolo Vázquez, Chamaco y El Viti frente a toros de Baltasar Ibán. Fue el final de una de las épocas más intensas en la historia de la Monumental catalana. Aquel día se retiró por primera vez y en silencio, Chamaco, el protagonista de una auténtica convulsión social en la Barcelona de los años cincuenta, y aquella misma tarde se consagró uno de los grandes de la pasada centuria. El Viti cortó los máximos trofeos en el año de su alternativa. Era el tercer rabo que conseguía en la Ciudad Condal lo que le dio el pasaporte definitivo como figura del toreo. Y así tantos días bajo el dulce sol del otoño…

Hasta el silencio de ahora, sobre el que el pasado domingo se encendieron luces de ilusión, pues uno de los alumnos de ese milagro que es la Escuela Taurina de Cataluña, se vistió de luces en la plaza de Jaén para torear una novillada de oportunidad junto a chavales de otras escuelas del resto de España. La normalidad de un hecho que para los aficionados catalanes es extraordinario. De ese puñado de jóvenes que mantienen la pasión por ser toreros, Cristian Alfaro pudo saborear las primeras mieles de una incipiente carrera. Aunque fuera de su tierra, en ese exilio que sufren sin comprender, pero con la ilusión renovada de un otoño vestido de luces.