La misionera Sole Losada sostiene un cartel del Domund
La misionera Sole Losada sostiene un cartel del Domund - F. HERAS
Religión

«Me he sentido amenazado, calumniado, pero nunca he tenido tentación de abandonar»

Con más de 3.100 misioneros, Castilla y León sigue siendo la primera «potencia mundial» en el envío de misioneros al Tercer Mundo. Pese a que la «inseguridad» les amenaza por todas las partes, sus ganas de continuar en esta «obra humanizadora» y de evangelización les puede. Este domingo fue su día

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Muchos salieron con menos de 20 años de sus casas con poco más que una mochila pero muchas ganas de ayudar. ¿Su fuerza? convertir al mundo «una gran familia humana» y hacer de todo para que sus «hermanos» puedan vivir un poco mejor. Ese ha sido y sigue siendo el objetivo de los más de 3.100 misioneros que Castilla y León, «primera potencia» en este sentido, tiene repartidos por dodo el mundo. Lo han dado todo, pero coinciden en que es más lo que reciben. ¿Lo que más les reconforta? «Ver que la gente sale adelante y no pierde ese espíritu que tratamos de impulsar de servicio a los demás», señala el leonés José María Rojo, que en 1975 llegó a Perú y que ahora, por circunstancias de su cargo, director del Instituto Español de Misiones Extranjeras, permanece en nuestro país.

Latinoamérica ha sido, históricamente, el principal destino de los misioneros españoles, seguido por Europa, África y Asia. Con motivo del Día del Domund, que se celebra este domingo, ABC ha hablado con tres de estos misioneros, dos que circunstancialmente se encuentran en sus lugares de origen y un tercero que continúa su difícil labor en Mongolia.

Celebración oficiada por José María Rojo en un cerro en las Barriadas del Sur de Lima, distrito Villa Mª del Triunfo
Celebración oficiada por José María Rojo en un cerro en las Barriadas del Sur de Lima, distrito Villa Mª del Triunfo - ABC

Por su tiempo en el país sudamericano, más de 40 años, a José María Rojo, le ha tocado vivir «cuatro realidades bien distintas» del país: «Primero estuve en el desierto del sur, luego en el altiplano, en la costa norte y mi última etapa ha sido en plena urbe, en el sur de Lima». Todos estos lugares, con un denominador común: «mucha pobreza y necesidad». Eso le ha obligado a trabajar de muchos campos: educación, salud, mujeres... «Solemos decir que los misioneros tenemos que hacer 99 cosas, y además, somos sacerdotes», bromea.

«Solemos decir que los misioneros tenemos que hacer 99 cosas, y además, somos sacerdotes», dice el misionero leonés José María Rojo

Son muchas las situaciones de riesgo que ha vivido, no sólo por la precariedad. «Me tocó estar en los tiempos del Sendero Luminoso con el crudo enfrentamiento entre los terroristas y las fuerzas del orden». También por su condición de religioso. «Al definirnos en favor de los más pobres y necesitados, los que tienen el poder nos señalan con el dedo y nos ponen trabas». Y no sólo eso, se ha sentido «amenazado, calumniado», pero asegura que «nunca» ha sentido la tentación de abandonar. «Cuando nos dicen que afrontamos muchas dificultades yo siempre contesto: es mucho más lo que recibimos que damos».

Soledad Losada actualmente forma a futuros misioneros en Valladolid
Soledad Losada actualmente forma a futuros misioneros en Valladolid - F. HERAS

También lo piensa Soledad Losada, misionera del Verbum Dei, tras 40 años de misión. Se marchó de casa con 17 años. Colombia, Honduras y Guatemala han sido sus destinos. «Mi labor ha sido principalmente la de anunciar el Evangelio sabiendo que tiene una repercusión en la persona y en el entramado social grandísimo». Pese a estar en contacto con «gente profundamente creyente», cosa que facilitaba su labor, recuerda que la vida allí no era tan sencilla. «Son países donde la pobreza no sólo causa falta de alimentación, analfabetismo... Sino situaciones violentas. La inseguridad allí te amenaza por todas las partes. Hasta montar en autobús es un peligro». Situación que, dice, se termina asumiendo. «Muchas veces llegas a pensar no sólo en abandonar, sino en si merece la pena lo que estás haciendo». Pero enseguida, añade, «unas motivaciones más profundas te hace enfrentarte a esa inseguridad y la falta de comodidades».

Sole, durante su etapa de misionera
Sole, durante su etapa de misionera

Pese a esas situaciones complicadas, considera que son muchos los valores que mantienen esos países que la llamada sociedad «más avanzada» está perdiendo, entre ellos el «sentido de la acogida, ser desprendidos y responder ante las necesidades de los demás», apunta José María. «El reto en nuestra cultura, en una sociedad más estabilizada, es esa apertura a la fe que ellos nos aportan como regalo», asegura la salmantina de nacimiento y vallisoletana de adopción Sole Losada.

Falta de vocaciones

Una de las preocupaciones que les es común es la falta de vocaciones. Ahora es impensable que un misionero parta con 17 años como lo hizo Sole: «Yo entonces lo hice con toda conciencia, pero ahora entiendo que los procesos de maduración son distintos». No obstante, no lo ven como un problema sin solución. «Si aquí no hay relevo aquí, aquellas comunidades seguirán creciendo y quizá surjan líderes nativos», sostiene José María: «Para mí el futuro de la Iglesia está en estos países».

Francisco Javier Olivera ejerce de misionero en Mongolia
Francisco Javier Olivera ejerce de misionero en Mongolia - ABC

En ello trabaja, aunque prácticamente al otro extremo del mundo, el misionero salmantino Francisco Javier Olivera. Perteneciente al Movimiento Neocatecumenal y a la parroquia de San Juan Bautista contaba con sólo 19 años cuando partió hacia Japón, donde se ordenó en la Diócesis de Yakamatsu. Tras contactar con él vía email cuenta a ABC que tras ocho años en China, donde trabajaba como «párroco virtual» y ayudando tanto al grupo latino como en un horfanato para niños con problemas físicos reside desde hace dos en Mongolia, un país «destrozado en muchos aspectos desde que se marchó la Unión Soviética» en el que al frío y a la pobreza se suma la «falta de humanidad». «Es una sociedad que no conoce la gratuidad, el amor... quizá en un grupito muy reducido, pero ante quien no conoce no se cede un milímetro».

«Doy clases de japonés en una especie de cooperativa y todos saben que soy 'pastor'. No entienden muy bien lo que es, pero me hacen preguntas y van cogiendo interés... »

Olivera «oficialmente» es estudiante y por eso en la Iglesia no puede celebrar. «Sólo con las monjas a las 6 de la mañana y en casa de las familias misioneras. Doy clases de japonés en una especie de cooperativa y todos saben que soy 'pastor'. No entienden muy bien lo que es, pero me hacen preguntas y van cogiendo interés... ». Pese a la dificultad para «trabajar», son muchos los pequeños detalles que hacen a Francisco Javier pensar que su esfuerzo merece la pena: «Ver familias que se han rehecho tomando a veces decisiones muy difíciles, que, por ejemplo, han tenido un bebé y no han abortado. Eso me ayuda y sostiene». No obstante, pese a sus situaciones extremas también cree que estos países tienen mucho que enseñar a la sociedad más avanzada. «He visto niños y no tan niños jugando en la nieve tirándose colina abajo con una bandeja de un horno, en un trozo de plástico. Aquí y en China he visto disfrutar con la nada, mientras que en Occidente puedes tener muchas cosas y no disfrutar con nada». En ese sentido no duda de que a la sociedad occidental le hace falta «una nueva evangelización».

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