Ana Pedrero - Desde La Raya

Tierra de muertos

«Somos nosotros, vivos muertos que no hemos sido capaces de crear un futuro para los que vienen y hemos bajado la cabeza. Meros aplaudidores, cómplices de su muerte, su despoblación y su herida»

M. ÁLVAREZ

Ana Pedrero

Verás, amor: hace poco una amiga me preguntaba que cómo había podido olvidarte. Que cómo había conseguido sobrevivirte. Y yo me quedé sin palabras, porque con nuestros muertos vivos no cabe jamás el olvido, porque solo el amor es más fuerte que la muerte.

El día que te marchaste fue como si una mano invisible me arrancase el corazón del pecho. Y dolía respirar, ser. Cada día era pisar con los pies descalzos las brasas del infierno y cada noche un túnel que no tenía fin. Supongo que así es para todos los que han sentido alguna vez cómo les extraen el corazón sin anestesia; cómo abrasa el aire en cada latido. Aquellos que han sentido plomo en los párpados y una furia incontrolable contra el mundo y contra Dios.

Los días se han convertido en una sucesión de las cosas que ya no vivirás conmigo. Y sigo sin saber si hay otra vida después de la vida o si todo es ya silencio, nada. La paz lejos de este mundo cada vez más en guerras entre vivos que juegan a matarse por pura avaricia.

Olvidarte. Olvidaros. Me hubiese gustado que vieras amanecer cada día; que figuraseis en el censo para votar este noviembre o algo tan simple como que me leyeseis cada sábado en este ABC como me leíais el alma solo con mirarme.

Desde entonces los besos que me faltan son pequeñas luces que me encienden entera por dentro y me impulsan cuando me caigo. Y te siento, os siento, diciendo mi nombre en el viento, acariciándome el pelo. Y vivo con alegría lo que ya no viviréis. Por vosotros.

Olvidaros. Mis muertos vivos, hijos de esta tierra de vivos muertos. Tierra que os abraza, condenada a parir cachorros sin pan. Somos nosotros, los vivos muertos, quienes la hemos apagado sin levantar la voz, sin rebelarnos, sin exigir políticas más justas con el campo, con nuestros pueblos, con nuestro pequeño comercio, con nuestros mayores. Somos nosotros, vivos muertos que no hemos sido capaces de crear un futuro para los que vienen y hemos bajado la cabeza. Meros aplaudidores, cómplices de su muerte, su despoblación y su herida.

No son los muertos vivos los que me duelen si son eternos porque una vez fueron amados. Somos nosotros, vivos en esta tierra de muertos a nuestras propias manos.

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