Misión cumplida: del bar Book de Valladolid a Ucrania con ayuda saharaui

Anna Boryachenko, dueña del establecimiento, cuenta cómo tenían «miedo de que les pasase algo» a los transportistas durante el trayecto y que no llegasen porque «no hay que olvidar que esto no deja de ser una guerra»

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Imagen tomada por los conductores a la entrada a Ucrania, en el cartel puede leerse «Esta es nuestra tierra, no vamos a retirarnos» ABC

Clara Nuño

La ciudad de Jmelnitsky (Ucrania) es lo más lejos que pueden llegar de manera «segura» los camiones procedentes del resto de Europa . También es la urbe donde el pasado jueves aterrizó el material humanitario que comenzó a recoger Anna Boryachenko en su bar, el Book, en Valladolid. Todo empezó pocos días después del inicio de la guerra, cuando ella, inmigrante en Castilla y León desde los 14 años, decidió establecer su negocio como punto de recogida de material sanitario , comida no perecedera, toallitas, pañales... La acogida vecinal fue, en palabras de Boryachenko, «abrumadora». El barrio, la ciudad entera, se volcó con la iniciativa y pronto todo se llenó de cajas con avituallamiento.

Un mes después han llegado a Ucrania gracias a una cadena de solidaridad: una empresa portuguesa que cedió sus camiones; los conductores, ucranianos, que utilizaron sus vacaciones para sentarse al volante y atravesar más de media Europa hasta llegar al país eslavo. Y los saharauis de Valladolid que, conscientes de lo que es que te arrebaten tu identidad y tu vida, también han arrimado el hombro . «Nos hemos ayudado mutuamente», explica Boryachenko en declaraciones a ABC, «yo tengo un bar, no sé manejar un torno de embalaje ni empaquetar y colocar tantas cosas para transportar en camiones», añade para agregar que «ellos tienen mucha experiencia» . Llevan años enviando ropa, medicina y comida a su pueblo. «Han sido muy generosos con nosotros», subraya. También les dejaron espacio en su almacén, en San Cristóbal (La Cistérniga).

Imagen digital del certificado de agradecimiento a Anna Boryachenko ABC

Cuenta que el traslado ha sido «una odisea». «No he tenido un minuto para descansar, hasta ahora». Tras conseguir 130 palets -58 cedidos por Colonial Company- en los que montar el cargamento necesitaban encontrar el medio de transporte. «Se presentó voluntaria mucha gente, pero las furgonetas de particulares son fácilmente interceptadas ahí dentro, necesitábamos una empresa» . Entonces consiguieron el apoyo portugués, aunque ruega que no se mencione su nombre, «es más seguro».

Se pusieron en ruta el domingo y llegaron el jueves, pero no han querido decir nada hasta ahora. «Teníamos miedo de que les pasase algo, no se nos puede olvidar que esto no deja de ser una guerra, no es un juego, y los rusos no están respetando los derechos de los civiles» , explica Boryachenko. Por eso no subieron fotos de «la operación» a sus perfiles de redes sociales.

Cuando, tras parar en Polonia, por fin llegaron a su destino se encontraron con una pequeña comitiva del ayuntamiento de Jmelnitsky esperando su llegada. «Hemos estado en contacto todo el tiempo, nos hemos organizado con nuestra gente en el terreno, para conseguir que llegue la ayuda», declara.

Desde allí, el material sanitario y «de supervivencia» se ha enviado al frente, muchas cosas a Járkov. Parte de la comida y los pañales se repartieron entre los civiles de la ciudad. «A una mujer le ofrecieron que cogiera varios, pero se negó. Dijo que con uno era suficiente, que muchos los necesitaban», relata emocionada Boryachenko. «Es gente que lo ha perdido todo, pero quieren que quede algo para los demás».

El resto de cosas, muchas, se intentarán repartir por el resto del territorio eslavo. Habrá lugares en los que tengan que llevarlo personas a pie. En otros podrán valerse de «tractores», ya que muchas de las carreteras y vías de circulación «han quedado destrozadas». «Es lo que hay, no podemos hacer mucho más» , finaliza la joven de 35 años que ha sido galardonada con un diploma en Jmelnitsky por su labor. «En cuanto pueda pienso ir a recogerlo».

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