«El día que llegué a Camerún me recibieron con tres decapitaciones»

Javier Atienza, cirujano de guerra por vocación y superhéroe sin capa de profesión, forma parte de Médicos Sin Fronteras

Atienza durante la presentación de la memoria en Valladolid F. HERAS

GONZALO CASTRO

Javier Atienza, cirujano por vocación y superhéroe sin capa de profesión. Acaba de aterrizar en Valladolid, su tierra natal, y ya tiene en mente su regreso a tierras africanas. «Lo siento por mi familia y amigos, que son los que sufren, pero el día 1 de septiembre me vuelvo para allí», aseguró ayer en la presentación de la memoria de 2018 de Médicos Sin Fronteras (MSF) España, donde Atienza trabaja «desde hace cinco años» como cirujano de guerra con jornadas de «hasta 14 horas metido en un quirófano». Su último destino, Camerún: «Cuando llegué por primera vez me recibieron con tres decapitaciones».

Atienza ha dejado su huella en países africanos y asiáticos. De cada uno de ellos guarda un agrio recuerdo. «En el Congo tuvimos que realizar muchas reconstrucciones perineales por culpa de las continuas agresiones sexuales», confesó. Cuando se le preguntó por Yemen, recordó uno de los episodios más tensos que ha vivido lejos de casa. Recién «abierto un centro de cólera», un grupo local «lo bombardeó a las pocas horas». «Menos mal que no había pacientes dentro», advirtió.

Sobrevivir en África cuesta dinero: «Tienes que pagar para que te atiendan en un hospital y si no tienes dinero para pagar, por ejemplo, una operación de apendicitis, pues directamente no te operan». Desde que Médicos de Fronteras España dedica su trabajo y tiempo en los países menos desarrollados la medicina ha mejorado su calidad a pasos agigantados. «Hace años, una de las prácticas más utilizadas era la de amputar los miembros del cuerpo por cualquier complicación y ahora han aprendido a buscar mejores soluciones», declaró un satisfecho Atienza. El objetivo de MSF no solo es el de «salvar la vida a personas en situación crítica por conflictos y violencia directa», también es el de «formar y entrenar a los médicos locales» para que puedan actuar sin necesidad de expertos extranjeros. «La cirugía ortopédica y plástica ha mejorado mucho», asintió.

De los 204 millones de euros que esta organización médico-humanitaria invirtió en 2018, el 73% (116,5 millones) fueron destinados a las víctimas de conflictos armados, uno de los problemas más serios que atraviesan los países necesitados. «Las heridas de fuego las vemos casi a diario» , admitió. Pero, según explicó, «lo que más muertes causa durante un guerra no son los disparos, son las consecuencias». Médicos Sin Fronteras España atendió el año pasado a 40.527 niños con desnutrición severa y vacunó a casi 700.000 en epidemias.

Atienza, que lo ha vivido casi en primera persona, conoce bien la historia del Open Arms, en boca de todos por la polémica que ha suscitado su desembarco. «Nadie se quiere marchar de su país y los que huyen no tienen otra opción» porque se enfrentan al miedo diario de poder ser protagonista de «violaciones, secuestros, torturas y decapitaciones». «Es gente que no tiene nada que perder», zanjó.

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