Cultura

La «chispa» que alió arte e industria

A través de 80 piezas, «Tesoros eléctricos» ofrece en el Museo de Escultura de Valladolid una lectura renovada de la Antigüedad a la luz de la Revolución Industrial

La muestra reúne alrededor de ochenta piezas F. HERAS

H. Díaz

Entre 1880 y 1900, el fenómeno de la electricidad alcanzó una expansión excepcional , utilizándose cada vez en más aplicaciones, entre ellas, la galvanoplastia, un complejo proceso que consiste en la deposición de una capa metálica sobre otra superficie utilizando descargas eléctricas. Este arte «despertó» en los contemporáneos «una maravillosa curiosidad», apunta la directora del Museo Nacional de Escultura , María Bolaños, ya que «permitía obtener réplicas metálicas de milimétrica exactitud».

Recuerda también que la posibilidad de utilizar esta técnica vino a coincidir en Europa con el entusiasmo por los objetos decorativos de la joven sociedad del capitalismo urbano, «ansiosa de embellecer su propia vida y horrorizada ante la fealdad de objetos fabricados industrialmente» . Se trataba de utensilios que reproducían una de las artes más antiguas, la orfebrería, y que plasmaban la riqueza y pintoresca ornamentación de la época del Imperio Romano: «Estos objetos documentan la vida doméstica de entonces, activa, opulenta, placentera… Nos enseñan cómo rendían culto a sus dioses, cómo alumbraban sus noches o cómo se divertían en los festines».

Tras casi 70 años de olvido, el centro museístico vallisoletano saca a la luz alrededor de 80 de estas piezas, facsímiles de orfebrería romana fabricados entre 1881 y 1915 para Colección Nacional de Reproducciones Artísticas que en aquel momento tenía su sede en el Casón del Buen Retiro y que desde 2011 custodia el Museo Nacional de Escultura. Estas obras reproducen fundamentalmente tres conjuntos de hallazgos arqueológicos, los de las ciudades del Vesubio, Pompeya y Herculano, y otros «tesoros» encontrados en la ciudad francesa de Bernay y en la alemana de Hildesheim, «considerados como los más célebres hallazgos en platería», señala la directora.

Una de las piezas de la muestra F. HERAS

Pero con «Tesoros eléctricos» el museo estatal quiere ofrecer una «lectura renovada» y mostrar estos objetos pertenecientes a las artes decorativas -a los que se suman también pinturas y grabados- en un contexto histórico concreto, «el de la euforia tecnológica» de la segunda Revolución Industrial. «Lo que pretendemos no es una mirada directa a la Antigüedad, sino una mirada a la mirada que proyectaron las gentes del siglo XIX sobre la citada época», apunta Alberto Campano, conservador del museo y comisario de la muestras piezas. La galvanoplastia, añade María Bolaños, no sólo dio a los industriales «la oportunidad de inspirarse en modelos prestigiosos para complacer el gusto de una nueva sociedad consumidora», sino también permitió «trabar» una alianza entre el arte y la industria gracias a la cual «ciudadanos de todo el mundo pudieron disfrutar en los museos y en sus hogares de estas bellezas que antes sólo estaban al alcance de muy pocos».

Galvanoplastia

Dividida en siete capítulos, «Tesoros eléctricos» muestra a su entrada, como preámbulo, un generador eléctrico Gramme, datado entre 1890 y 1910, y una pila termoeléctrica de Clamond, de entre 1900 y 1920. «Aunque la galvanoplastia se comenzó haciendo con pequeñas pilas de Volta, tuvo su gran momento de implantación cuando se pudieron generar pilas de gran formato como la de Clamond», explica Campano, quien recuerda que «el desarrollo industrial a gran nivel llegó de la mano de generadores que permitieron obtener corriente eléctrica muy intensa para realizar grandes electrodeposiciones».

La primera sala reúne más de una veintena de piezas que reproducen los tesoros arqueológicos hallados en las ciudades de Pompeya y Herculano . Lampadarios, balanzas, cazos, linternas, lucernas… «son utensilios que documentaban la vida doméstica de sus habitantes», detalla Campano. A continuación, y tras un capítulo dedicado al origen de la Colección Nacional de Reproducciones Artísticas, vuelven a sucederse estas piezas domésticas, entre las que sorprenden por su belleza reproducciones como la crátera de Hildesheim, uno de los objetos de mayor tamaño en la muestra junto a una mesa Delphica, o un azucarero facsímil de uno encontrado en el yacimiento alemán, que pese a su pequeño tamaño dispone de un exquisito trabajo de orfebrería. Los detalles florales -guirnaldas, hojas…- predominan en gran parte de las piezas expuestas, aunque también en muchas de ellas se pueden ver referencias a dioses como Hércules, Cibeles o Minerva.

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