Entrevista

Mario Iceta: «La medida de 25 personas en una iglesia es irracional, pero Igea es inconvencible»

El arzobispo de Burgos denuncia las «discusiones de patio de escuela» de los gobernantes cuando toda la preocupación debe estar en las situaciones de «máxima angustia» derivadas de la pandemia

Mario Iceta R. ORDÓÑEZ

Montse Serrador

En su carné de identidad ya figura su domicilio en Burgos. «Me empadroné el 29 de diciembre», confiesa, justo 24 días después de hacer su entrada en la Archidiócesis, tras dejar atrás diez años como obispo de Bilbao. Llega ahora a una provincia que «no me es extraña» y de la que habla con pasión, la misma que pone cuando, en la plaza de la Catedral, responde a los ciudadanos que le saludan con un «adiós, don Mario».

-Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Navarra, doctor en Teología y Máster en Gestión Bancaria; habla inglés, francés, italiano, alemán y euskera. Es como para presumir de currículum.

-Puedo presumir de que ya no me queda fósforo. Han sido las circunstancias y la obediencia las que me han llevado a ello. Mi elección siempre ha sido la medicina. De hecho, yo me planteo la vocación cuando estoy en cuarto de carrera. Estuve dispuesto a dejarla para ir al seminario y me dijo el entonces obispo de Córdoba, Infantes Florido, que no lo dejara e hiciera el doctorado en bioética.

-¿Alguna vez se imaginó que podría ser arzobispo con 55 años y obispo con 48?

-Nunca me imaginé de obispo, menos en Bilbao y menos en Burgos. Es toda una aventura. Si hace 30 años me dicen que voy a ser arzobispo de Burgos... (risas) ¡Qué manera de soñar!

-Es una carrera muy rápida.

-Esto no es una carrera. Para hacer carrera hubiera sido médico. Es una cuestión de fidelidad y de obediencia. Sobre todo de fidelidad. No he buscado ser obispo o arzobispo y eso te da una gran paz y tranquilidad. No quiero nada que no sea ser fiel a la llamada que yo percibí un 13 de marzo de 1988 cuando dije al Señor que sí y le entregué mi voluntad y mi vida. A todos los destinos he ido con gusto y con entrega. No está el esquema carrera-promoción en mi cabeza, sino ser fiel a lo que un día me llevó a entregar mi vida.

-Pero algo habrá visto la Santa Sede en usted.

-Bueno, igual no había otras opciones. ¿Aquí quién hay? Pues éste. Pues ya está.

-Bilbao no es una Diócesis fácil. ¿Le ha servido para aprender a ser obispo y a partir de ahí puede con todo?

-He tenido dos grandes maestros. El primero, el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo. Me hizo vicario episcopal primero y, después, general, en Córdoba. Con él comencé las tareas de gobierno en una diócesis. Mi segundo gran maestro ha sido Ricardo Blázquez, cardenal arzobispo de Valladolid, porque fui auxiliar suyo cuando era obispo de Bilbao. La verdad es que he estado rodeado de muy buena gente, de gente excelente porque esto es como andar en bicicleta. Se aprende andando. En Bilbao, todas las decisiones del Consejo Episcopal se tomaron por unanimidad, excepto en una ocasión que hubo un voto discrepante, y las propuestas que se maduraron en el Consejo de Presbiterio y en el de Pastoral Diocesana las he llevado a cabo. En algunas, igual yo estaba menos convencido pero me gusta alcanzar consensos. No deseo dejar heridos en la cuneta y prefiero que vayamos juntos, aunque sea más despacio.

«Las ayudas directas son inexcusables ante las restricciones para trabajar»

«El camino del entendimiento con un gobierno PSOE- Podemos a día de hoy no tiene recorrido y me remito a los hechos»

-En esos años ETA dejó de matar. ¿Hay que perdonar y olvidar o sólo perdonar?

-Cristo tiene en sus manos las marcas de la Cruz. Por lo tanto, la Pasión no se olvida. Queda marcada en la carne. La memoria queda no sólo en la mente sino también en el cuerpo. No se olvida lo que ha ocurrido y es bueno hacer memoria de lo que ha ocurrido. El perdón es inherente al mensaje cristiano. La palabra de perdón de Jesús en la Cruz es fundamental. La memoria es necesaria, el olvido no hace bien, uno tiene que conocer la historia, pero el perdón sana y restaña heridas. San Pablo nos dice que, como Iglesia, somos ministros de la reconciliación.

-Hay quien piensa que en Bilbao hay muchos sacerdotes como el de Lemona, que justificó el terrorismo de ETA.

-Él mismo reconoció el error que había cometido y puso su cargo a disposición de la Diócesis. No es verdad que haya muchos curas que piensen igual. La Diócesis ha hecho un enorme esfuerzo en esa tarea de la reconciliación y la inmensa mayoría ha iniciado enormes procesos de sanación. En ese camino está plenamente marcada. Que luego pueda haber quien a título personal tenga este tipo de inclinaciones no sabría cuantificarlo, pero la inmensísima mayoría está en otras coordenadas absolutamente.

-El viernes hizo dos meses que entró en Burgos. ¿Cual ha sido su primera impresión de la Diócesis?

-Todavía es muy pronto para tener un diagnóstico certero. Me ha sorprendido Burgos por su vitalidad, por proyectos muy buenos de acompañamiento a las familias, a los jóvenes... Gente muy entregada y muy bien formada, con criterios bien asentados y empeñados en la evangelización. Me admira la entrega de los sacerdotes que un domingo se hacen tres horas de coche para celebrar misa en núcleos con diez o quince personas.

-¿Hay algo que le preocupe especialmente?

-Que Burgos está más secularizada de lo que pensaba. Me ha llamado la atención que sólo se bautice al 53% de los niños. Por supuesto, me preocupan muchísimo las consecuencias de la pandemia, las personas que no pueden llegar a fin de mes, que están en paro, en Erte... Se va a cumplir un año del inicio de la pandemia con una merma enorme de ingresos en muchas familias. Lo primero que hice al llegar fue reunirme con Cáritas y vi personas cuyos negocios se habían arruinado. Son situaciones de extrema angustia con las que tenemos que volcarnos.

Sobre el terrorismo de ETA: «La memoria es necesaria, el olvido no hace bien. Uno tiene que conocer la historia pero el perdón sana y restaña heridas»

-Con la pandemia desbocada, ¿cree que los ciudadanos lo estamos haciendo bien?

-Como dice el Evangelio, «de todo hay en la viña del Señor». Vemos muchísima gente que está dejando lo mejor de sí misma en servir a los demás: sanitarios, agricultores, ganaderos, transportistas...Y luego vemos conductas egoístas e irresponsables que piensan que esto no va con ellos o que son inmunes y tampoco se preocupan de que pueden ser vectores de contagios para los demás.

-¿Y nuestros gobernantes?

-Frente a estas restricciones, que impiden a muchas personas trabajar con normalidad, también hay que arbitrar las medidas para compensar esas pérdidas. Que haya personas que llevan casi un año trabajando irregularmente por estas limitaciones conlleva que hay que compensarles inmediata y directamente porque un año sin ingresos es muy complicado. Si usted me impide trabajar, tendrá que compensarme porque tengo que comer y pagar mis impuestos. Las ayudas directas son inexcusables ante las restricciones de poder trabajar.

-¿Qué me dice del diálogo político?

-Todos echamos de menos un mayor consenso y una altura de miras en estas situaciones. Siempre existe ese riesgo de caer en el cortoplacismo y en las discusiones de patio de escuela. Esas miradas largas y ese sentido de Estado es exigible en unos momentos como estos.

-¿Qué reflexión hace de un país que ha aprobado la «ley Celaá» y va camino de aprobar la de la Eutanasia y la «Trans»?

-La libertad educativa de los padres es un pilar fundamental reconocida en los derechos humanos, la Constitución y el ordenamiento jurídico. Que sean las familias y los padres los que tengan la capacidad de decidir la educación de sus hijos, más allá de que sea concertada o pública. La Ley de Eutanasia no ayuda a los pacientes terminales ni ayuda a sus familias. La medicina tiene por vocación curar, o al menos aliviar y siempre consolar y acompañar pero ahora introduce un nuevo fin que es eliminar la vida del paciente, algo que es extraño y la antítesis de la medicina. Y en cuanto a la Ley «Trans», hace falta una legislación que, más allá de las ideologías, pueda ayudar a estas personas a tener un futuro positivo, esperanzado y que desarrolle todas sus cualidades. Son peregrinas algunas de las propuestas como que uno pueda ir al registro y cambiarse de sexo o que los padres queden excluidos de acompañar a sus hijos cuando toman conciencia de una situación delicada que genera dificultades.

-¿Cree posible que la Iglesia se lleve bien con un Gobierno PSOE-Podemos?

-Con esas cuestiones, el entendimiento es muy complicado. Ha habido encuentros a nivel de educación que no han dado ningún fruto. Y con las otras dos leyes no ha habido ninguna reunión. Ese camino, a día de hoy, no tiene recorrido y me remito a los hechos.

-La restricción de 25 personas en un templo como la Catedral...

-Me parece una medida irracional, arbitraria y abusiva. No existe esa limitación para otras actividades. No es de recibo.

-Arguménteselo a la Junta.

-Yo he hablado personalmente con el vicepresidente, Francisco Igea, y ha sido inconvencible. Él mismo me reconoció que la medida no es racional pero que lo que quiere es que la gente no salga de casa. Pues diga entonces que no salgamos de casa pero no me ponga una medida irracional. Era la primera vez que hablaba con él y me pareció inconvencible.

-Usted, ¿cómo atiende mejor, a monseñor o a Mario?

-Como cada uno se sienta más cómodo. Nunca he pedido que me llamen de un modo determinado.

-¿En esta pandemia, ¿ha pensado en coger la bata blanca?

-Ya dije que si hiciese falta echar una mano estaba dispuesto pero llevo muchos años sin ejercer así que sería temerario sin una puesta al día.

-Acabe la frase: comunidades históricas son...

-Las que tienen una historia que han marcado profundamente su modo de ser. Unas tienes una historia más marcada que otras.

-¿Y Castilla y León?

-Castilla y León han sido dos reinos muy importantes en la historia de España.

-¿Txacoli o Ribera del Duero?

-Para el aperitivo prefiero el blanco y el tinto para comer. La verdad es que ya me he pasado a los vinos autóctonos de Burgos.

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