Guerra en Ucrania

50 euros por un café: la solidaridad no tiene precio

La ucraniana Anna Boryachenko regenta el vallisoletano bar Book convertido en uno de los puntos de recogida de productos básicos de la ciudad que hará llegar a su país y al que no dejan de llegar vecinos

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Anna, junto al cliente que ha pagado 50 euros por un café en el bar Book de Valladolid HERAS

Clara Nuño

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Cincuenta euros por un café. Eso es lo que ha pagado este martes un vecino del vallisoletano barrio de San Nicolás a la abrumada hostelera de 35 años, Anna Boryachenko , que se movía veloz entre cientos de cajas con pañales para adultos, medicinas, papillas de bebé y vendas. Muchas vendas.

-Toma, cógelo.

-No puedo, es mucho dinero.

- Usadlo para lo que necesitéis, da igual - ha dicho el hombre que le ha dado un apretón de manos, le ha acariciado una mejilla y se ha marchado.

Boryachenko regenta junto a su madre el bar Book (C. del Puente Mayor, 2), un establecimiento de café y copas que se ha convertido en un punto de recogida de productos de primera necesidad para Ucrania por iniciativa de su familia. «Hoy es el segundo día, y desde que abrimos a primera hora de la mañana no para de llegar gente con bolsas y cajas», cuenta la ucraniana en declaraciones a ABC interrumpida por llamadas constantes a su móvil que preguntan si «están abiertos» y qué cosas necesitan. «Todo el mundo se ha volcado con esto», afirma.

Boryachenko en su negocio con el material donado por sus vecinos HERAS

El plan, improvisado hace un par de días, es transportar todo el material en camiones, conducidos por voluntarios , hasta la frontera polaca y, desde allí, ver cómo se las ingenian para hacérselos llegar a la población ucraniana. «Ahora mismo no sé cuántas cosas tenemos, hay muchísimas cajas, hay que envolverlo todo y ponerlo en palés que nos va a dejar una empresa», explica. Una vez embalado, particulares con sus furgonetas lo recogerán todo y conducirán hasta el límite de Polonia -o Rumanía- con el país vecino, donde comenzará la distribución.

Boryachenko llegó con apenas 14 años a España , dos años después de que lo hiciera su madre, que se marchó sola a un país que no conocía para buscar «una vida mejor». Han pasado más de dos décadas desde entonces, pero tienen muy presentes sus raíces a las que volvían recurrentemente, hasta ahora.

«Mi ciudad ha sido arrasada (Zhytómyr, muy cerca de Kiev y Chernobyl) y mis amigos de infancia están escondidos en sótanos», relata con voz grave para subrayar que allí también le quedan primos y tíos.

Mientras Boryachenko atiende a los medios de comunicación que se arremolinan a su alrededor, familia y amigos hacen lo propio con los vecinos, que no dejan de llegar. Sobre las 13 horas el bar está repleto de cajas amontonadas. «Yo llevo aquí tres años», explica la también ucraniana Sofía Piatnytska (32), que se ha acercado a ayudar con la recogida. Sus hijas pequeñas son compañeras de guardería de los dos hijos de Boryachenko.

«Tengo familia en Rusia y en Bielorrusia y allí no les está llegando nada de información. Putin dice que no hay bajas, pero está muriendo mucha gente y ¡muchos soldados rusos son críos!» , afirma Piatnytska con emoción. «Por favor, que se levanten las madres en Rusia, sus hijos también están muriendo», añade con la voz temblorosa. Detrás de ella se va formando una cola que, poco a poco, entra al bar, se abraza y deja lo que lleva en las bolsas. En la pizarra de la entrada, donde suelen poner la oferta de desayunos, queda escrito en tiza la recogida de medicinas, comida y vendas, sobre todo vendas.

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