El parricidio de Marco Aurelio en Bargas: «A ver si esta nueva etapa es buena»

Su hijo Guillermo sigue ingresado en la planta de Psiquiatría del Hospital Universitario de Toledo

Marco Aurelio, en 2016 Facebook

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«Por fin encontré trabajo. Me incorporo a Media Mark Toledo el día 29 (...) A ver si esta nueva etapa es buena». Marco Aurelio Ramírez Lara escribió estos mensajes en su cuenta de Facebook a una mujer conocida. Era el 15 de agosto de 2016, lunes. Había encontrado empleo en la tienda que la multinacional alemana de electrodomésticos abrió en el parque comercial La Abadía de la capital de Castilla-La Mancha cinco años antes, en 2011. «Seguro que sííí!!!!», le respondió su interlocutora con entusiasmo al conocer su fichaje en el establecimiento toledano, donde era muy estimado.

Cinco años y cuatro meses después de aquel cruce de mensajes, Marco Aurelio fallecía en el Hospital Universitario de Toledo. Fue la mañana del 5 de enero, víspera de los Reyes Magos. Las gravísimas lesiones que lo llevaron al coma y luego a la muerte se las había provocado presuntamente su hijo Guillermo, de 20 años, que solía vivir con su madre. «Pero Marco Aurelio se lo trajo a su casa -apuntan en el vecindario- con la intención de reconducir la situación del muchacho, aunque no sabemos si estaba pautado como un enfermo mental». En el hospital donde falleció, se barajó el trasplante de órganos de la víctima, cuyo cadáver fue incinerado la tarde del día 7, aunque no ha trascendido si se llevó finalmente a cabo alguna intervención.

«Muy majo»

Probablemente, este caso dantesco les podría recordar al supuesto parricidio del emperador romano Marco Aurelio a manos de su hijo Cómodo, según lo dibujó el cine en ‘Gladiator’. Pero el filósofo no fue realmente asesinado por su primogénito. Al contrario. El heredero de Trajano y Adriano murió en la cama acompañado de su sucesor. A Guillermo, sin embargo, la Guardia Civil le atribuye el homicidio de su padre, madrileño de 59 años, que los había cumplido el 8 de diciembre.

Marco Aurelio estaba divorciado de la madre de su hijo, según cuentan en la urbanización, donde apuntan que el joven podría tener una alteración psíquica que se habría visto dañada por una adicción a alguna droga.

A día de hoy, sigue ingresado en la planta de Psiquiatría del mismo hospital donde su padre murió la víspera de los Reyes Magos. «El chaval venía por temporadas y se encontraba ahora con Marco Aurelio para pasar las Navidades», afirma un vecino de su mismo portal. Otro define al difunto como un hombre «muy majo» y asegura que no le consta ningún altercado anterior.

Los primeros agentes

El funesto desenlace tiene su origen dos días antes, el lunes 3 de enero, en el piso de Marco Aurelio en la urbanización Las Perdices, a dos kilómetros a pie de su trabajo en el centro comercial La Abadía. La violenta escena sucede en el número 3 de la avenida de las Perdices. Dentro del piso, Guillermo deja gravemente herido a su progenitor, ensangrentado en el suelo del pasilllo, y sale de la vivienda. El reloj ha marcado las tres de la tarde, apenas unos minutos después del cambio de turno en la Policía local de Bargas, cuyas oficinas están a tres kilómetros del lugar del ataque.

Los vecinos habían telefoneado al 112 para contar que escuchaban una fuerte discusión dentro del piso, con lo que el servicio de emergencias da traslado del aviso a la Guardia Civil y la Policía local. Una patrulla municipal del turno de tarde es la primera en llegar al bloque de viviendas. Desde las ventanas, los vecinos dicen a los dos agentes que el hijo de Marco Aurelio está en el portal y es la persona que ha salido del piso.

Un plástico para abrir la puerta

Los policías hablan con Guillermo, que se identifica ante ellos. Se sienta en un banco y se muestra fatigado, incoherente en sus palabras y en su comportamiento. Tampoco precisa qué ha sucedido en el piso. Dos guardias civiles llegan al portal, donde se hacen cargo del joven, que llega a escaparse, pero es alcanzado poco después.

Delante de la vivienda, en el segundo piso, los dos policías tratan de averiguar cómo está el padre. Pero no pueden abrir la puerta. Se escuchan gemidos y se teme que Marco Aurelio esté gravemente herido. Los agentes buscan la manera de acceder. Con un trozo de plástico de una botella de Coca-Cola que les proporciona un vecino, consiguen finalmente mover el resbalón y abrir la puerta.

En el interior, los policías encuentran a Marco Aurelio sangrando abundantemente en el pasillo. No puede hablar y tiene muchas dificultades para respirar. Sanitarios del centro de salud que acaban de llegar asisten al hombre, que es traslado en una UVI móvil al Hospital Universitario de Toledo, donde entró en coma y falleció.

Buzón de Marco Aurelio en el edificio donde residía Manuel Moreno

En la Policía local de Bargas, donde trabajan once agentes, su muerte ha conmocionado especialmente a dos de ellos, que tenían un trato cercano con él. «Yo no tengo constancia de ninguna llamada telefónica, ni denuncia ni de ningún comentario de Marco Aurelio que nos pudiera hacer sospechar que fuera a ocurrir esta situación desproporcionada», dice a ABC Iván Serradilla, jefe de la Policía local de este pueblo de unos 11.000 habitantes censados.

Una voz tras la puerta

La Guardia Civil informó de que la agresión se había producido durante un «brote psicótico» de Guillermo; es decir, una ruptura de la realidad de forma temporal.

Serradilla, educador social además de policía, desconoce qué provocó el crimen, pero aprovecha este triste caso para recalcar: «Hay que visualizar más el problema que nos encontramos a diario y que vengo alertando en mis charlas: el consumo de drogas en general, pero el del cannabis y la marihuana en particular». Lo ha detectado en su campaña de prevención sobre el acoso escolar y el peligro en las redes sociales, que el año pasado fue premiada por la Federación de Española de Municipios y Provincias (FEMP) y el Ministerio de Educación y Formación Profesional. «Está habiendo muchos brotes psicóticos en España -advierte Serradilla-, en una sociedad que ahora es policonsumidora», y en la que el consumo de la heroína fumada vuelve a resurgir.

En el domicilio de Marco Aurelio, la voz de una mujer responde cuando ABC toca el timbre. A través de la puerta, declina realizar declaraciones. Tampoco en el trabajo del fallecido quieren hablar de él. «Me dicen que no están autorizados» , traslada al periodista el vigilante de la puerta del establecimiento después de preguntar por teléfono a algún responsable. Es la misma tienda donde Marco Aurelio comenzó una nueva etapa hace más de cinco años, pero que ha sido sesgada de una manera traumática.

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