Alta cocina en el convento

El monasterio cisterciense de Santa Cruz, en Casarrubios del Monte, ha sido uno de los participantes en un curso de cocina de «Le Cordon Bleu»

Las religiosas toman nota de todas las recetas del chef Millet ABC

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La cocina del monasterio cisterciense de Santa Cruz , situado en la localidad toledana de Casarrubios del Monte , huele a dulce, a azúcar tostado, a canela, a esencias... a horno antiguo. Del trabajo artesano con la harina y el azúcar de las diecinueve religiosas que viven en el convento salen cada día dulces, pastas, mazapán y mermeladas elaboradas con las frutas de la huerta.

Una cocina tradicional que en la última semana se ha visto alterada con recetas saladas tan sofisticadas como « chutney de calabaza», «chips vegetales» o «perdices escabechadas». Las hermanas Graciela e Inmaculada han sido dos de las alumnas que han aprendido estas elaboraciones gracias a una clase magistral impartida por el chef de cocina David Millet, de la prestigiosa escuela gastronómica francesa «Le Cordon Bleu» de Madrid.

La iniciativa surgió de la Asociación Contemplare con el objetivo de ayudar a las religiosas a diversificar los productos que comercializan. «Hasta ahora estaban centradas principalmente en la producción de dulces. Pero con estos cursos de cocina internacional las monjas van a poder ampliar su gama de productos y obtener una facturación mayor para poder seguir perpetuando la vida de sus monasterios», asegura Alejandra Salinas, directora de la asociación.

Las religiosas reconocen que este curso es «una oportunidad única» para perfeccionar, mejorar o innovar en su cocina. «Cuando nos lo ofrecieron nos pareció muy interesante porque a parte de nuestra cocina comunitaria tenemos una casa de oración y a veces, cuando vienen a hacer retiros o ejercicios espirituales tenemos que dar comidas. Son recetas que nos sirven de base para elaborar otros platos».

Las hermanas han compartido conocimientos con otras once religiosas de conventos de clausura de toda España. «Ha sido una experiencia formativa a través de la cual podrán iniciar una cadena de transmisión del conocimiento hacia el resto de las monjas de sus conventos, como han hecho desde siglos. Para ello, hemos pensado en una selección de recetas que les ayuden a aprender nuevas técnicas aplicables a otras elaboraciones», afirma el chef.

Sor Graciela, de 42 años y de nacionalidad india, manifiesta que es la primera vez que hacen una inclusión en la cocina salada pero «esperan que no sea la única» ya que la gastronomía se ha convertido en la principal vía para el mantenimiento de la comunidad. «No tenemos problemas de financiación porque la mitad de las hermanas que viven en el monasterio son mayores y cobran la pensión de jubilación, pero gracias a la venta de productos vamos subsistiendo».

De momento habrá que esperar un tiempo para poder degustar las nuevas delicias culinarias de este grupo de religiosas, ya que sus productos no tienen fecha de salida, pero esperan que tengan el mismo éxito que sus postres tradicionales. Ellas ya están con las «manos en la masa» para ofrecer al público «un producto de calidad».

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