Toledo

Maixabel Lasa apuesta por la convivencia y el diálogo

Maixabel es una mujer fuerte que decidió mirar a los ojos a los asesinos de su marido. Ahora pone rostro a los diálogos con los exetarras en la última película de Icíar Bollaín

Maitxabel Lasa defiende el diálogo contra la violencia en el filme de Icíar Bollain ABC
Francisca Ramírez

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Mataron a tiros a su marido y ella se sentó a hablar con los asesinos años después en unos encuentros restaurativos, en los que no dudo en «escuchar al diferente». Maixabel Lasa (Legorreta, 1951) , viuda del exgobernador civil de Guipuzcoa, Juan María Jáuregui, ocupó el cargo de directora de la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco entre 2001 y 2012. Este domingo viaja a Toledo para recoger el Premio Alice Guy que le ha concedido el Festival de Cine y la Palabra (CiBRA).

Maixabel Lasa es la protagonista del último largometraje de Icíar Bollaín, que aborda, precisamente, ese proceso de diálogo con los etarras. Para hablar de esa cinta, atiende a ABC desde su casa, ubicada en el pequeño pueblo de Legorreta (1.400 habitantes), desde donde explica cómo fue el rodaje de esta cinta que ha tenido una gran repercusión por las ciudades y festivales en los que se ha presentado. Sobre todo, por atreverse a mostrar unos hechos reales que marcaron a muchos ciudadanos en el pueblo vasco.

Maixabel cuenta que el proyecto tardó muchos años en concretarse por la falta de financiación, aunque había interés por hacerla. «Uno de los productores leyó un artículo en un periódico de tirada nacional y le pareció buena idea, pero nunca se pudo realizar hasta el año 2018 o 2019, cuando se acercaron hasta Guipuzcoa para entrevistarse conmigo y trabajar en el guión».

El proceso de diálogo

El resultado —confiesa— es «fantástico» porque el filme está teniendo «muy buena acogida» y los actores protagonistas «están estupendos». Reconoce que Blanca Portillo —que la interpreta a ella— ha conseguido hacer un papel que la ha conmovido. «Es una gran actriz y su personaje es muy humano y natural», destaca.

También habla de Luis Tosar (Ibon Etxezarreta, uno de los asesinos); Urko Olázabal (Luis Carrasco); María Cerezuela (su hija) y hasta la mediadora, que para ella ha hecho creíble su papel en esos encuentros. «Espero que los espectadores que vean Maixabel entiendan que eso fue lo que ocurrió y que esos encuentros, a pesar del dolor, había que organizarlos. En este aspecto, la película es fiel a esa realidad ».

¿Y cómo se puede sustituir el odio por el diálogo? Maixabel reconoce que nunca ha sentido odio, pero sí impotencia, rabia, incomprensión… «He sido una persona comprometida con mi gente y con mi pueblo desde jovencita. Eso me ha dado un bagaje para comprender que podía haber sucedido, porque ambos sabíamos que Juan Mari era un objetivo de ETA», remarca.

Los héroes y villanos

Por eso, reconoce que la cinta muestra la relación entre víctima y victimario, que es importante que se vea porque no fue fácil. También las discusiones que tienen los etarras entre ellos por haberse atrevido a acudir a esos diálogos y hacer autocrítica de su pasado. «Fueron expulsados de la organización terrorista por defender aquello en lo que creían en ese momento. Pasaron de ser unos héroes, para algunos, a ser traidores y villanos, sobre todo, para la gente de su alrededor», responde Maixabel, para incidir en que el largometraje profundiza en ese aspecto.

Cuenta que en su vida cotidiana su hija, María, es «importantísima», su yerno y sus tres nietos: Nerea (11 años), Leire (8 años) y Aitor (5 años), con quienes disfruta de esos plácidos días que ofrece vivir en una localidad tan «pequeña» como es Legorreta. Ahora, tras el estreno de Maixabel , tiene poco tiempo para compartir con ellos. Pero insiste en que ha merecido la pena entrar a participar en el rodaje de este largometraje, que para ella está lleno de humanidad, verdad, diálogo y convivencia .

Y no duda en señalar que esta cinta lanza tres mensajes fundamentales: el primero es la deslegitimación del uso de la violencia, el segundo es cómo entre personas con pensamientos diferentes se puede vivir, «porque es posible la convivencia entre distintos», repite. Y el último: la desidealización de lo que fue ETA y de los que algunos piensan que era esa banda.

«Hemos estado en muchas ciudadades hablando con chavales de 21 años en la universidad, que tenían 10 años cuando ETA decidió dejar las armas», señala para remarcar que es bueno que la película sea un instrumento para recordar lo que sucedió y se tegna presente para que no vuelva a ocurrir. «Estos chavales deben conocer lo que ocurrió en el País Vasco y ser capaces de entender lo que la violencia trae en sí mismo. Si solamente sirve para eso, pues bienvenido sea».

Finalmente, anima a los espectadores toledanos a ver, de forma abierta y sin perjuicios, este filme que «no es ninguna invención. No soy la única que participó en esos encuentros restaurativos. Fueron muchas personas», asegura mientras reconoce «sentirse apenada» por no conocer Toledo, una ciudad a la que llega por primera vez para recoger un galardón dedicado a aquellas personas que trabajan por la convivivencia y el diálogo.

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