Cine de terror y erótico en Toledo como homenaje a Paul Naschy

El historiador de arte y periodista Adolfo de Mingo ha ofrecido este lunes una conferencia sobre las películas rodadas en la ciudad y la provincia, con un recuerdo a uno de los símbolos del género

Paul Naschy junto a Beatriz Escudero, en la película «La bestia y la espada mágica»
Mariano Cebrián

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Mucha gente tiene guardada en su retina las imágenes de Catherine Deneuve, Fernando Rey y Franco Nero paseando por la calle de Santo Tomé o la plaza de Zocodover, entre otros escenarios de Toledo, en la película Tristana , dirigida por Luis Buñuel, un asiduo y apasionado de la ciudad desde su juventud. O al actor Gabino Diego, dando vida a Felipe IV en la comedia histórica El rey pasmado (1991, Imanol Uribe), en la que aparecen como escenarios la cuesta de Agustín Moreto, el Museo de Santa Cruz o el Alcázar.

E incluso recordarán al actor estadounidense Johnny Deep, en La novena puerta (1999, Roman Polanski), interpretando a Dean Corso, un «detective de libros» que recibe el encargo de un coleccionista para investigar sobre la autenticidad de la joya de su colección, Las nueve puertas ; un libro escrito en colaboración con el mismísimo Lucifer, y que permitiría a su propietario invocar al príncipe de las tinieblas. Este investigador tendrá que venir hasta Toledo para descubrir la procedencia del libro, que fue comprado en la librería anticuaria de los hermanos Ceniza, localizada para la ocasión en la actual entrada de la huerta del convento de los Carmelitas Descalzos. Es emblemática también la escena de la calle Buzones, en la que el protagonista está a punto de ser aplastado por un andamiaje que cae a su paso.

Estos son algunos de los ejemplos que ha puesto este lunes el historiador de arte y periodista Adolfo de Mingo, redactor de La Tribuna de Toledo , durante la conferencia «Paul Naschy en el Miradero: Sexo y terror en el cine toledano» , en la que ha hecho un repaso a las películas de esta temática que se han rodado en la ciudad y en la provincia de Toledo. Una cita que ha servido, sobre todo, para homenajear la figura de este cineasta de quien, el 30 de noviembre de 2019, se cumplirán 10 años de su muerte.

Paul Naschy (nombre artístico de Jacinto Molina Álvarez) «fue uno de los cineastas más estrechamente vinculados a Toledo», ha recordado el historiador y periodista. En esta ciudad interpretó a su célebre hombre lobo en El licántropo , El jorobado de la morgue , a Gilles de Lancré en El mariscal del infierno , La bestia y la espada mágica y, por último, a quien habría de ser uno de sus últimos personajes: Lord Ruthven, protagonista del homenaje a The Vampyre , de John William Polidori, que Alejandro Ballesteros y Antonio Curado adaptaron como cortometraje en el año 2007.

«Toledo no ha tenido nunca algo parecido a una industria cinematográfica», ha señalado De Mingo, quien ha apuntado que «quizá la cercanía con Madrid ha hecho que así sea». Sin embargo, la ciudad y la provincia de Toledo han acogido el rodaje de películas de todo tipo de géneros «gracias a la diversidad de paisajes», que van de los montes y bosques a las zonas desérticas. En estos escenarios se han rodado desde «westerns» a cine histórico y religioso, pasando por la comedia. Pero, si hay un género que destaca, ya no sólo en el cine, sino también en la literatura y el arte, es el de misterio, terror y fantástico.

«Oscuras mazmorras, sociedades secretas y criaturas de ultratumba forman parte del cine toledano tanto como la Tristana de Buñuel. Por debajo de los monumentos y del apretado enjambre formado por sus solitarias calles -como si de la Providence de H. P. Lovecraft se tratara-, esta ciudad esconde seres inquietantes que han alimentado la fantasía de miles de espectadores españoles, especialmente durante los años setenta», ha afirmado el autor de la conferencia, destacando, de nuevo, la figura de Paul Naschy.

Una de las escenas de «¿Quién puede matar a un niño?», rodada en Ciruelos (Toledo)

Recuerdo a Chicho Ibáñez Serrador

El destino ha querido que esta conferencia coincida en el tiempo con la muerte, el pasado viernes, de Chicho Ibáñez Serrador , otro de los símbolos de este género cinematográfico. El director escogió el pequeño pueblo toledano de Ciruelos para rodar una de las más recordadas películas españolas de terror: ¿Quién puede matar a un niño? (1976). El municipio, elegido por sus casas encaladas y las calles sin asfaltar, daba un aspecto mediterráneo y marinero a Almanzora, la supuesta isla en la que desembarcaba una pareja extranjera para ver cómo los niños que vivían en ella eran capaces de las peores tropelías.

Otras de las películas rodadas en Toledo que el historiador y periodista ha querido llevar a la memoria del público en la conferencia han sido Los misterios de la Imperial Toledo (1928, José Buchs), La torre de los siete jorobados (1944, Edgar Neville), La otra vida del capitán Contreras (1955, Rafael Gil), Las joyas del diablo (1969, José María Elorrieta), El diablo se lleva a los muertos (1973, Mario Bava), La cruz del diablo (1975, John Gilling), Don Juan, mi querido fantasma (1990, Antonio Mercero) o Buñuel y la Mesa del Rey Salomón (2001, Carlos Saura).

En el segundo bloque de la conferencia, en el que se ha referido al cine erótico, ha puesto diferentes ejemplos de películas rodadas en Toledo en la época del destape y del «landismo» . Este género cinematográfico de la década de los años 70 del siglo XX tuvo a Alfredo Landa como protagonista de cintas que intentaban aunar la comedia fácil con cierto erotismo de baja intensidad. Entre ellas, ha reseñado los casos de No desearás al vecino del quinto (1970, Tito Fernández), El monumento (1970, José María Forqué), La decente (1971, José Luis Sáenz de Heredia), El chulo (1974, Pedro Lazaga) o El puente (1977, Juan Antonio Bardem).

Pero, sobre todo, llama la atención que Toledo fuera el escenario donde ya en 1970 se rodó una película pornográfica, Passport to pleasure (con el título en español Delicato ), dirigida por el estadounidense Nick Millard) muy en la línea del cineasta Russ Meyer. Esta cinta, ha explicado De Mingo, es una mezcla de largometraje y documental, donde aparecen escenas claramente pornográficas en el casco histórico de la ciudad junto con familias en las terrazas, niños jugando a la pelota en el paseo de San Cristóbal o el Tránsito. A su juicio, «todo un atrevimiento para esa época».

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