Antonio Illán Illán

El ideal, la libertad y el amor

«Mariana Pineda», estrenada en el teatro de Rojas

Título: Mariana Pineda . Autor: Federico García Lorca . Dirección y versión: Javier Hernández-Simón . Intérpretes: Laia Marull, Aurora Herrero, Marta Gómez, Silvana Navas, Sara Cifuentes, Óscar Zafra, Álex Gadea, Fernando Huesca y José Fernández . Escenografía: Bengoa Vázquez . Iluminación: Juan Gómez-Cornejo / Ion Anibal . Diseño de vestuario: Beatriz Robledo . Dirección musical, composición y espacio sonoro: Álvaro Renedo . Escenario: Teatro de Rojas

La Mariana Pineda estrenada en el teatro de Rojas, con la versión y dirección de Javier Hernández-Simón y la interpretación de Laia Marull es la más lorquina que recuerdo. El profundo sentido del amor contextualiza todo lo demás: el ideal liberal y antimonárquico, el sentido profundo de la libertad, la decencia y la coherencia personal, el no agacharse ante el poder opresor, la soledad ante el abandono de todos. Es una de las piezas iniciales de Federico García Lorca, cuyo contenido trata sobre un tema histórico, la heroína liberal muerta en el periodo absolutista de Fernando VII, Mariana Pineda. En la forma es un drama en verso que nos recuerda a los de Eduardo Marquina.

Cuando Federico escribió esta obra primeriza en 1925, que no es la que marca las características esenciales de su escritura dramática, la ofreció a diversos teatros y todos la elogiaban pero se la devolvían; unos la consideraban atrevida y otros difícil; solo cuando la leyó Margarita Xirgu, fue esta quien enseguida la hizo viva en escena, en 1927, tras superar los inconvenientes que tuvo en la Dictadura de Primo de Rivera.

Laia Marull es como la Xirgu en esta nueva apuesta. Mariana Pineda realiza un permanente camino pidiendo justicia. Cuando la obra había triunfado en los escenarios, Lorca dijo en un homenaje en Granada: “Yo he cumplido mi deber de poeta oponiendo una Mariana viva, cristiana y resplandeciente de heroísmo frente a la fría, vestida de forastera y libre-pensadora del pedestal. Margarita ha cumplido su deber de actriz llenando con su voz y su gesto apasionado la bella sombra desgraciada, médula y símbolo de la Libertad”. La Mariana Pineda de hoy es la heroína que hasta el último momento vive en el sueño de amor y espera que el amor no muera. El trallazo final es la perplejidad o el desencanto que tan bien reflejado queda en los versos cantados del poema “Amor herido” que se incluyen en diversos momentos de la dramaturgia y que, sin duda, reflejan ese final del amor huido del hombre que tanto prometió y nada cumplió. Luego está todo lo demás: el machismo del juez Pedrosa, la injusticia de la monarquía absoluta, el miedo y el abandono de los liberales, la bandera bordada que se intuye y no se muestra, el afecto de alguna gente sencilla y la incomprensión de morir sin haber cometido delito alguno. Laia Marull borda simbólicamente la bandera con los hilos de una escenografía imaginativa (he echado en falta alguna indicación a lo masónico) y, sobre todo, borda una interpretación fastuosa de una Mariana Pineda humana y no mitificada. Es verosímil y es creíble, es pasional y mujer fuerte, tiene criterio y respuesta, fundamenta su vida en la esperanza del encuentro con el varón/Pedro que no cumple, y culmina con la frustración de la esperanza perdida. Y todos esos planos los encarna la Marull a la perfección.

No busquemos un drama épico en la Mariana Pineda de Lorca, ni la versión histórica exacta del personaje, sino la versión legendaria, deliciosamente deformada por los narradores de placeta o por los romances e historias contadas a raíz del suceso. El propio autor dijo de su obra que era “un drama ingenuo, como el alma de Mariana Pineda, en un ambiente de estampas querido por mí, utilizando en ellas todos los tópicos bellos del romanticismo”. Pero en absoluto es un drama romántico.

Es preciso señalar que, si todo encaja tan bien, se debe al buen trabajo del director bilbaíno Javier Hernández-Simón, cuya larga trayectoria y acendrada experiencia han sido reconocidas con prestigiosos premios. La dirección de un buen elenco de actores en un espacio escénico imaginativo, bello, elegante, funcional y simbólico es excelente.

El espectáculo teatral, esta Mariana Pineda, es de los que se pueden marcar con el signo de la excelencia

La interpretación en conjunto aporta los matices que contextualizan la sociedad en la que se desenvuelve la protagonista, destacando por su candor fresco y popular las novicias ( Silvana Navas y Sara Cifuentes ) y por su descaro machista y el poder abusivo, Pedrosa (Fernando Huesca ).

Casi un personaje más es la construcción escenográfica, conformada por una enorme malla elástica de color rojo intenso que, colocada en el centro de la escena, se extiende de arriba abajo. Esta malla roja entretejida irá modificándose al tiempo que se desarrollan la acción y la evolución del personaje protagonista. Unos módulos movibles con puertas de las que entran y salen personajes, a veces fantasmagóricos, son elementos esenciales también. Se deriva de la escenografía un potente resultado dramático. Mariana teje y desteje, se ve atrapada en esa maraña de relaciones sociales asfixiantes, e intenta desasirse de la atmósfera opresora. El color rojo es clave (va a ser la sangre derramada de los liberales, se cita también al engañado Torrijos fusilado en la playa de Málaga, y de la propia protagonista). Es preciso señalar también la estudiada y magnífica iluminación y el protagonismo de lo musical con especial significación de los versos cantados de “Amor herido”. El conjunto crea un clima perfectamente concatenado con las acciones que se desarrollan y en especial con la evolución que lleva a la protagonista a la muerte.

El espectáculo teatral, esta Mariana Pineda, es de los que se pueden marcar con el signo de la excelencia. Reúne una hermosa estética, una interpretación sobresaliente, un contenido con variados matices, un lenguaje elegante y poético, una reflexión sobre aspectos sociales de la vida, una consideración sobre valores humanos (y contravalores), un buen puñado de emociones y un acercamiento a cualquier tipo de público. Sin duda es la estrella más brillante de la programación otoñal del Rojas.

Quienes gozaron con la puesta en escena aplaudieron con ganas manifestando su satisfacción. Enhorabuena a quienes hacen posible el buen teatro en los escenarios toledanos.

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