Hacer el agosto jugando al fútbol en Islandia
Con el buen tiempo, no son pocos los jugadores de Tercera que, como Joseja Amat, del Dépor Guadalajara, emigran a países de menor nivel deportivo para ganar un dinero extra
Islandia es esa isla en el océano Atlántico en la que todos se conocen, o pueden hacerlo. Los algo más de 350.000 ciudadanos tienen a su disposición una base de datos de teléfonos para contactar con cualquiera, incluidos el presidente o el primer ministro. Cuando alguien muere, sea quien sea, su esquela se publica en el periódico de mayor tirada. La tradición en Nochebuena es regalar libros y el diez por ciento de la población acaba publicando lo que escribe. El clima es imprevisible y a las piscinas se va a entrar en calor. Tampoco tienen ejército, pero hace ahora 50 años que en su capital, Reikiavik, se libró una de las grandes batallas de la Guerra Fría entre Borís Spasski y Bobby Fischer con el campeonato del mundo de ajedrez en juego.
El periodista Anthony Adeane, autor de un ‘best seller’ sobre este singular territorio, cuenta que durante siglos a los extranjeros no se les permitía pasar allí el invierno y estaban obligados a irse en septiembre. Y que hasta el no tan lejano 1995 solo podían residir de forma permanente si renunciaban a su apellido y adoptaban uno local. Hoy, en cambio, el turismo supone más de un tercio del Producto Interior Bruto (PIB). Y los foráneos acuden en masa, también a trabajar.
El futbolista José Javier Amat Doménech (Petrer, 1995), central del Club Deportivo Guadalajara , ha sido uno de ellos. Recibió una oferta para jugar en el UMF Víkingur Ólafsvík , de la Segunda división , y no se lo pensó: allí se plantó el pasado julio. Llegó mediada la competición junto con otros dos españoles (Simón Colina y Juan José Ducó) y dos extranjeros más. El club era colista y trataba de evitar el descenso importando materia prima de mayor calidad. No lo consiguió. «Sabíamos que era complicado porque la liga es muy corta. Lo vivimos como una aventura», reconoce.
«Para los futbolistas de mi nivel, los veranos se suelen hacer un poco largos. Si todavía no has firmado por ningún equipo, como que no estás tranquilo. A mí no me gusta esperar demasiado; llevaba un mes parado en casa y salió la opción de ir a Islandia. Las condiciones económicas eran buenas y es un país que, al margen del fútbol, quería visitar», explica.
Ólafsvík es un pueblito de 1.000 almas y unos cuantos animales al oeste de la isla, a dos horas y media de Reikiavik. El paisaje que pinta Joseja Amat se parece bastante al que debe de haber en el paraíso: «La zona está rodeada por naturaleza casi salvaje. Montañas, valles, cascadas, ríos, volcanes, algo brutal». Sobre la sociedad local, añade: «Es otro rollo. Todo el mundo deja las llaves puestas en el coche y en los jardines de las casas están las bicis y los juguetes de los niños. Allí nadie te va a quitar nada que no sea suyo y, si se lo encuentran, te lo van a devolver. En ese aspecto, es un país envidiable».
Amat se formó en las categorías inferiores del Hércules de Alicante. Debutó con el CD Eldense en Segunda B, pero una gran parte de su carrera la ha desarrollado en Tercera división: ha pasado por los castellano-manchegos Atlético Ibañés y UB Conquense, el gallego UD Somozas y el valenciano Atlético Saguntino. Antes de emigrar a Islandia, en 2018 ya había experimentado lo de traspasar fronteras. Entonces se marchó al JS Hercules, de la Segunda división finlandesa .
«Recuerdo que llegué en abril y estaba todo nevado. Las primeras semanas entrenábamos en campos cubiertos. Aunque lo que más me llamó la atención fue los horarios. A las seis de la mañana, está todo el mundo por la calle y, a las cinco de la tarde, cierran los comercios. Comíamos a las doce y cenábamos a las cinco o cinco y media. La luz era una locura. Solo había unas tres horas de noche en verano y el cielo no se oscurecía completamente. En invierno es al revés, claro», expone.
Habla de Oulu , una ciudad de unos 200.000 habitantes, a mitad de camino entre Helsinki y Laponia, «llena de parques» y en la que «la gente joven intenta por todos los medios no coger el coche y va en bicicleta a cualquier lado». El JS Hercules había establecido una alianza con el Deportivo Alavés para ser una especie de filial, por lo que Amat aterrizó en Finlandia con cuatro compañeros y dos entrenadores españoles. Así pues, la adaptación resultó «más fácil».
En el norte de Europa, la competición abarca sólo los meses de buen tiempo. El nivel de la Segunda división islandesa o finlandesa se asemeja al de la Tercera española. Por eso, no es nada raro que decenas de jugadores nacionales fichen por alguno de estos clubes al finalizar la temporada en nuestro país. Las ventajas son evidentes: disfrutan de una experiencia única mientras ganan un dinero extra haciendo lo que más les gusta, que es jugar al fútbol. Además, allí se sienten profesionales al cien por cien, cuando en España los impagos continúan estando a la orden del día.
De momento, el Dépor Guadalajara está libre de sospecha. Amat fichó en octubre y se encontró un equipo que camina directo al ascenso, líder intratable de la Tercera división castellano-manchega. «Aparte de que hay muy buenos jugadores, es fundamental la buena gente que hay en la plantilla, en el cuerpo técnico y en el resto del personal. Pasamos mucho tiempo juntos. Llegamos temprano, desayunamos, entrenamos y comemos también todos. Eso suma puntos», afirma.
¿Se ve otra vez fuera de España?
No lo sé, la verdad, pero claro que lo recomiendo. Por supuesto, las circunstancias de cada uno son diferentes. Aunque si te gusta conocer gente, conocer mundo y puedes hacerlo aprovechándote del fútbol, creo que es algo interesante.
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