Residencias de mayores: cuando el coronavirus te quita los abrazos de la familia

«Lo que más se echa en falta es la presencia de los familiares a la hora de las visitas. Los residentes no ven, no sienten a sus parejas, a sus hijos, a sus nietos...»

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Ana habla con su hijo Miguel este lunes Laura Cano Díaz

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«No quiero que se olvide de mí». Es el ruego de Cristina (nombre ficticio) al personal de la residencia de mayores Santa Paola. Su marido sufre alzhéimer y es uno de los 55 residentes de este centro, que está a unos pasos de la estación de tren de Toledo, en el barrio de Santa Bárbara. «Le decimos que no se preocupe porque le hablamos mucho de ella. [Cristina] tiene miedo por el tiempo que este encierro dure». Laura Cano Díaz, la directora del centro, cuenta la anécdota por su carga de emotividad cuando se cumple el tercer día del estado de alarma por el coronavirus COVID-19 . «Lo que más se echa en falta -reconoce Laura- es la presencia de los familiares a la hora de las visitas, por la tarde. No ven, no sienten a sus parejas, a sus hijos, a sus nietos...»

Las visitas de familiares y las salidas de residentes están prohibidas en Santa Paola desde el 12 de marzo. Tomaron la medida un día antes de recibir las directrices de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Desde entonces, en la residencia hay una habitación para hombres y otra para mujeres que están preparadas con el material necesario por si hubiera que aislar a algún usuario afectado.

La falta de don Áureo

Este martes los 55 residentes llegan a su sexto día de confinamiento. «Lo llevamos muy bien -afirma la directora-; dentro de 15 días no sabemos cómo lo llevaremos, ellos y nosotros» El residente más joven, Rafael, tiene 55 años; la mayor, Sagrario, casi 103. De todos ellos se encarga una treintena de trabajadoras, entre las que hay solo dos hombres: Raúl, auxiliar, y Juan Carlos, cocinero. Nadie ha causado baja por el coronavirus ni tampoco tienen problemas de abastecimiento de alimentos. Sí han cambiado la rutina a los proveedores, que ahora dejan el material en la puerta «y nosotras lo metemos y lo colocamos».

También están provistos de batas, mascarillas o guantes suficientes. «Ya teníamos material guardado antes de que ocurriera esto», explica la directora de la residencia, donde el personal lleva siempre puesta mascarilla en las zonas comunes para no contagiar sus mayores.

De la rutina diaria de los residentes no se ha cambiado nada, tienen los mismos horarios. No les falta el servicio de podología ni el de peluquería, pero sí añoran al párroco del barrio, don Áureo. «Nuestros residentes son muy religiosos -cuenta Laura- y ahora siguen la misa por la televisión». Hasta nueva orden de la Consejería de Bienestar Social, el sacerdote no impartirá la eucaristía los sábados por la tarde, como venía haciendo hasta ahora, pero sí acudirá a dar los sacramentos «si alguien se pone muy malito».

Trabajadoras y la directora de Santa Paola bailan con sus residentes este lunes

En Santa Paola se desayuna entre las 9:00 y las 10:15, dependiendo de si uno es dependiente o no. Luego la mayoría pasa por fisioterapia, otros realizan trabajos cognitivos con la psicóloga y un grupo se queda reposando en el salón, donde un purificador limpia el aire desde hace un mes. «En este tiempo apenas ha habido procesos de gripes ni neumonías, en comparación con otros años -desvela Laura-. El aparato mata todos los virus y bacterias que hay en el aire. Seguro que está ayudando a las medidas tomadas».

Una decena de residentes salía a la calle de lunes a domingo para pasear o hacer alguna compra. Pero desde el 12 de marzo no les da el aire en la cara y lo echan también mucho de menos. Un cambio drástico. Ahora todos se reúnen en el salón hasta que llega la hora de la comida, sobre la una y media. Todos menos una residente, que está aislada y en cuarentena en una habitación por precaución, ya que estuvo 15 días ingresada en el hospital Virgen de la Salud.

Después del tiempo de reposo y la sobremesa, llega la merienda pero no las visitas del exterior. «Aquí es donde notamos la falta de ellos». Laura se refiere a familiares y amigos de los residentes, con lo que toca ocupar ese vacío. El personal pone sus teléfonos móviles al servicio de sus residentes que hablen con sus familiares por videollamadas. Como Ana, que charla con su hijo Miguel Ángel, que aparece en el dispositivo en un recuadro pequeñito. Pero no se alargan mucho en sus conversaciones porque son muy solidarios y saben que hay otros compañeros esperando. En cambio, para los familiares que no les viene bien esa hora, el personal graba vídeos de una corta duración con mensajes de su ser querido para que no se pierda el contacto.

Román, un residente de 87 años, con María Jesús. Fotografiados por la directora

También está el momento de las actuaciones estelares de las trabajadoras, siempre provistas de mascarilla y guantes, que bailan con los residentes al ritmo de la música, bendita música. «Se ríen mucho con nosotras», dice Laura, una directora pizpireta, que el lunes se lo pasó canturreando «Carnaval, carnaval...» El mismo día que las empleadas de este centro grabaron y colgaron un vídeo en Facebook con este mensaje : «Gracias a las familias por su comprensión, a los residentes por aguantarnos, al personal por su dedicación, al centro de salud de Santa Bárbara por su compromiso y a las consejerías de Salud y Bienestar Social por su apoyo. Resistiremos por vosotros. Hoy con una sonrisa».

Se respira un ambiente alegre en Santa Paola, a pesar de la que está cayendo fuera. Y los residentes están al tanto de ello por la televisión. «Sí, sé que es por el coronavirus ese», responde Román, 87 años, que ha esperado 20 minutos al lado de la directora para hablar unos segundos con ABC. «Yo no creo mucho en los médicos, pero hago todo lo que me dicen», admite uno de los residentes que menos madrugada. Román espera salir a la calle dentro de unos días si sus rodillas se lo permiten, aunque «aquí dentro estoy fenomenal; ando a diario, desde que me levanto hasta que me acuesto. Y yo soy de los que trasnocho, ¡eh!», advierte.

Este lunes Pepe ha cumplido 73 años confinado en esta residencia, donde todos los cumpleaños del mes se celebran el último jueves. Y Sagrario, la superabuela de Santa Paola, cuenta los días para soplar las velas de las 103 primaveras que le caerán el 15 de junio. Como Cristina para ver a su marido, que seguro no la ha olvidado.

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