La paliza cruel de un cliente a un taxista de Toledo cuando conducía por una autovía

José Luis recibió golpes de un usuario durante más de diez minutos con el vehículo circulando a 120 kilómetros por hora

José Luis, este miércoles en la parada de taxis de la cuesta de Carlos V en Toledo. A. Pérez Herrera

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Tras los cristales de espejo de sus gafas de sol, el taxista José Luis Martínez Calvo (34 años) oculta las marcas de una paliza cruel que le propinó un cliente mientras hacía un servicio el lunes por la noche. En su rostro, moratones y el ojo izquierdo con un severo derrame a causa de los puñetazos. Con todo, da gracias: «Menos mal que el hombre no llevaba navaja. Si la lleva, no lo cuento» . Trabaja como asalariado en la ciudad de Toledo desde hace casi tres años, cuando encontró esta oportunidad después de dos años y medio sin empleo.

El lunes, cuando le faltaba más de una hora para terminar su turno, José Luis realizó un servicio que casi le pudo costar algo más que una paliza brutal. Quince minutos antes de las once de la noche, atendió un aviso en un negocio de hostelería junto al puente de San Martín. En el vehículo que comparte con su jefe, un Seat Toledo, recogió a un extranjero con una apariencia nada sospechosa.

El cliente solicitó que le llevara a Almonacid: 25 kilómetros por carretera, 20 minutos en coche. José Luis pidió 40 euros por adelantado —al llegar al destino se ajustaría el precio—, porque los taxistas de Toledo (con 86 licencias, algunas con más de un conductor) ya han sufrido lo suyo.

José Luis, al llegar al hospital Virgen de la Salud ABC

Desde los asientos traseros (los taxis de esta ciudad «tranquila» no tienen mamparas de seguridad), el cliente y el conductor charlaron en español y en inglés sosegadamente. Sin embargo, al llegar a Almonacid (850 habitantes) el usuario no quiso bajar del vehículo, aunque José Luis le insistió durante un cuarto de hora.

Finalmente, el cliente descendió del taxi pero solo para sentarse en el asiento delantero. Ante el cariz de la situación, José Luis decidió regresar a Toledo con el usuario. Ya en la autovía CM-42, el cliente comenzó a ser más brusco, a dar voces y a decir que se quería bajar. Además, quitó al taxista los 40 euros que le había adelantado por la carrera y que estaban a la vista.

A diez kilómetros de Almonacid, a la altura de Nambroca, el cliente comenzó a golpear a José Luis en la cara. Circulaban a 120 kilómetros por hora por la autovía. El taxista perdió sus gafas y el usuario arrancó también el espejo retrovisor interior. Confuso, a José Luis no se le ocurrió accionar el botón que alerta a su central de Radio Taxi.

En cambio, y a pesar de los golpes que recibía en el rostro y en el pecho, José Luis sí pensó en los demás, en evitar un accidente: descartó frenar en la calzada por el temor a provocar una colisión múltiple. A pesar de que veía borroso por los puñetazos y por la pérdida de las gafas, este taxista asmático decidió conducir hasta la parada de taxis de la estación de autobuses de Toledo, a 13 kilómetros de Nambroca. Fueron los diez minutos más largos de su vida al volante de un taxi.

Al llegar a la parada con las luces intermitentes, dos compañeros retuvieron al cliente y otro llamó a los servicios de emergencias. José Luis, asustado, se refugió. Policías nacionales y locales se emplearon para reducir y engrilletar al violento usuario, quien dio positivo en drogas, según el taxista. Un policía municipal acompañó luego a José Luis hasta que, con el ojo izquierdo cerrado por los golpes, abandonó el hospital Virgen de la Salud tras descartarse lesiones internas.

El taxista, agradecido a compañeros, policías y sanitarios, está ahora de baja, aunque quiere incorporarse a su mismo turno de trabajo cuanto antes: «Es lo mejor para no coger miedo».

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