Beatriz Villacañas, poeta
Beatriz Villacañas, poeta
ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Lugar para el reencuentro (48): Shakespeare a pleno corazón

«Tiene siempre algo que decir a quien él se acerca, enseñándole que su dolor y su melancolía han existido siempre»

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La voz de William Shakespeare anda siempre viva y se mete por los recovecos del espíritu de cada uno. Tiene siempre algo que decir a quien a él se acerca: dando motivo de reflexión, enseñándole que su dolor o su melancolía han existido siempre y han sido compartidos dese hace largo tiempo por reyes, por poderosos, por humildes, por todos. La ambición, la violencia, lo más oscuro que aparece en sus obras, tampoco nos son ajenos. Y la risa, la comedia, el humor, son también habitantes de su legado dramático y poético. El poeta Shakespeare es poeta tanto cuando escribe sus sonetos como cuando escribe drama: comedia, tragedia, drama histórico, todo en él es Poesía, porque nos habla directamente con la verdad humana, con su dolor y con su belleza.

Siempre he mantenido que la Poesía es conocimiento revelado, emoción hecha belleza que nos enseña, nos revela, no sólo lo que no sabemos, sino lo que sabemos sin darnos cuenta.

Y eso lo hace Shakespeare de manera total. El gran Shakespeare de la tragedia, el revelador implacable de las luces y sombras del corazón humano, en sus Sonetos reveló asimismo una fe absoluta en el amor. Creyó en el amor más allá de la muerte (como nuestro gran Quevedo), más allá del tiempo y sus estragos. He aquí un soneto, en traducción mía, que nos inunda el alma de fe y de fuerza:

SONETO CXVI

No he de ser yo quien a la unión de espíritus sinceros

oponga impedimento. Pues no es amor

aquello que se altera si alteración encuentra,

o se aviene a marcharse cediendo ante otras fuerzas.

¡Ah, no! que es señal indeleble

que afronta tempestades sin zozobra;

estrella es de todo barco errante,

inaprehensible su valor, aunque su altura oriente.

No es el amor el juguete del Tiempo, aunque al compás

de su guadaña caiga la frescura de labios y mejillas;

no se altera el amor con sus fugaces horas y semanas:

sobrevive hasta el mismo fin del mundo.

Y si esto es un error y se me prueba,

nunca escribí ni jamás hombre amó.

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