Hilario Barrero - ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Diario de un jubilado en Nueva York (34): Luz de hojalata

«Huele el aire a incienso...la casa, a soledad boscosa»

Hilario Barrero
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Según habían anunciado a las seis, con puntualidad real, unas nubes comienzan a envolver la vista de Manhattan. Avanzan lentas y va cayendo un telón de acero que cubre las antenas de los altos edificios, cruza los puentes, camina entre avenidas, pone visillo a miles de ventanas y, de pronto, la ciudad desaparece.

Caen las primeras gotas. Comienza a oler a tierra mojada y las primeras sirenas de ambulancias y bomberos chillan a través de la lluvia. Pasa gente corriendo, un arroyo de agua sucia baja atropellado hasta el desagüe que está atascado de ramas y cartones. Crece un charco que cubre la calle. Los truenos se repiten y la oscuridad hace que la tarde sea noche. Huele el aire a incienso.

El vendaval empuja a la lluvia como si fuera una bandada de pájaros.

De pronto, a lo lejos, tímidamente, aparece una luz como de hojalata, metálica y casi de Sorolla. La oscuridad se evapora y la lluvia descansa. La calle vuelve a llenarse de ruido. El charco de agua negra y sucia desaparece tragado por el drenaje de la calle. Se oyen lejanos, como el ronroneo de un enorme gato, los truenos.

Uno que ha estado acompañando a la tormenta desde la terraza, entra a la casa con la mirada llena de lluvia y un temblor de sombra mojada. Nota que las secas hojas de eucalipto cargadas de polvo y de tiempo, que duermen en un florero de cristal azul, desprenden un perfume como si hubieran sido recién cortadas. La fuerza de la lluvia les ha dado, momentáneamente, vida. Huele la casa a soledad boscosa. Comienza el acero a deshacerse y deja ver, a lo lejos, la armadura gris de Manhattan.

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