ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Diario de un jubilado en Nueva York (19): Ángel Ballesteros, amigo de sus amigos

«Ha abierto muchas ventanas por donde corre un viento lleno de poesía, de historia y de erudición»

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Ángel Ballesteros tiene dos amores: su familia, a la que ha dedicado varios libros de poemas, y Talavera, a la que ha dedicado muchos libros. Ha escrito guías, ha abierto caminos, ha resucitado «Las Mondas», ha escrito en la soledad del Tajo palabras de amor, ha cocido en el barro de la pasión y del amor a una ciudad, ha moldeado platos donde la luz se hacía fuego y azulejos donde ha contado historias antiguas y modernas, ha plantado en el Paseo del Prado árboles de sabiduría y se ha arrodillado delante de la Virgen del Prado. Ángel Ballesteros tiene, aparte de su familia y de su Talavera, de la que es hijo predilecto, a un amigo, un hermano con el que ha compartido, desde aquel mediodía bajo los soportales de Zocodover, donde se conocieron, hace ya muchos años, tiempo de poesía, tiempo de familia, tiempo de amistad.

Cuando el amigo-hermano llegó a Barcelona, huyendo de la mirada inquisitorial de la ciudad, Ángel Ballesteros lo acogió y le dio cobijo y así las tardes de domingo que le ahogaban, se hicieron más suaves. Y con la ternura de su madre Adelina y el afecto de su esposa Sagrario, la vida volvió a tener sentido. ¡Fueron tiempos felices en el piso de la calle Bofarull! Por entonces Ángel escribía un precioso libro de poesía, Precipitada sangre, para la primera hija que les venía. Y al nacer Eva, el amigo-hermano le escribió villancicos y le hizo un nacimiento de plastilina. Y nació Sara, que más tarde bordaría con el fuego de su cuerpo una rima de luz y sombra en los poemas de Juan de la Cruz. Sara, bailarina, bailaora mística, hoguera atea. Y luego llegó Ismael, que completó el lado del triángulo del amor. Pasó el tiempo y el piso de Bofarull se cerró y volvieron a Talavera. Y comenzó el idilio entre la luz azul talaverana y el poeta, entre la erudición y el profesor, entre el pasado y el historiador, entre la ciudad y el enamorado.

Talavera, cuna de mi madre, es madre de Ángel Ballesteros y él es hijo amante y predilecto. Humilde, prudente, amigo de sus amigos, padre amantísimo y esposo modelo. En Versos y circunstancias (II), el último libro de poemas de Ballesteros, hay una parte cariñosa y tierna que el abuelo orgulloso dedica a sus numerosos nietos y hay, también, otra parte en la que el poeta habla de sus soledades y de sus recuerdos, de sus sueños y de su mirada a la muerte. «Tal vez, no sé por qué, solo me quede / dejar que el vino envejezca en mi sangre. / Después de todo, uno no sabe / qué ventana abrir / para renovar los vientos». Ángel Ballesteros ha abierto muchas ventanas por donde corre un viento lleno de poesía, de historia y de erudición.

Ver los comentarios