Un lugar cualquiera de la Mancha, junto a la ermita de Rus, citada en la segunda parte del Quijote
Un lugar cualquiera de la Mancha, junto a la ermita de Rus, citada en la segunda parte del Quijote - José Manuel Navia
IV CENTENARIO CERVANTES

Cien años de Ruta del Quijote: de Azorín a Julio Llamazares

El viaje de don Quijote (Editorial Alfaguara) es la última novela del escritor leonés, en la que sigue los pasos de Azorín y de Cervantes

Toledo Actualizado: Guardar
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Aunque nacidos en puntos tan distantes de la geografía española como Alicante y León, a José Martínez Ruiz «Azorín» y Julio Llamazares les une un viaje en el tiempo y también en el espacio. Cien años separan «La ruta de don Quijote», del autor nacido en Monóvar (Alicante), de «El viaje de don Quijote», del escritor leonés nacido en Vegamián.

Con motivo de esta efeméride y, sobre todo, del cuarto centenario de la publicación de la segunda parte del Quijote, Julio Llamazares recibió el pasado año el encargo de seguir los pasos de Azorín, un viaje que ha contado a ABC. Su búsqueda por todos los rincones de La Mancha del ingenioso hidalgo y de su fiel escudero ha visto en 2016 la luz en forma de libro, «El viaje de don Quijote» (Editorial Alfaguara), una compilación de 30 crónicas que fueron publicadas en el diario El País.

Fue Azorín, en 1905, el primero que se embarcó en la aventura de descubrir los rastros geográficos que hay de don Quijote y Sancho Panza a lo largo de la llanura manchega. Con el encargo de José Ortega Munilla, padre de José Ortega y Gasset y director del periódico «El Imparcial», de hacer una serie de crónicas (15) con motivo del tercer centenario de la publicación de la primera parte del Quijote, el escritor alicantino recorrió una parte de La Mancha.

Como el mismo Azorín contó, Ortega Munilla le entregó un sobre con dinero y un revólver para hacer frente a los bandoleros antes de abrirse paso por los caminos polvorientos de La Mancha. Una ruta de quince días le llevó a visitar los lugares manchegos más emblemáticos en la obra cervantina: Argamasilla de Alba, Puerto Lápice, Ruidera, Campo de Criptana, El Toboso y Alcázar de San Juan.

Por aquel entonces, el semanario gráfico «Blanco y Negro», con el que años más tarde colaboró Azorín, mandó un fotógrafo a La Mancha en busca de los personajes de la novela de Miguel de Cervantes: don Quijote, Sancho Panza, Dulcinea del Toboso, Teresa Panza, el ama, el cura y el barbero. El fotógrafo pronto encontró, y en muchos rincones de la geografía manchega, personas que bien pudieron ser los que el escritor describe en su más famosa novela.

Molinos del cerro Calderico, en Consuegra, con la llanura manchega al fonfo
Molinos del cerro Calderico, en Consuegra, con la llanura manchega al fonfo - Emilio Pérez

Aunque el autor de «La ruta de don Quijote» fue desde Madrid a Argamasilla de Alba en tren, viajar por la llanura manchega a comienzos del siglo XX debía de ser muy diferente a hacerlo hoy. Así, en aquel entonces, un Azorín de 32 años hubo de realizar la mayor parte del trayecto en carro. Según cuenta, ocho horas tardó en recorrer los apenas 30 kilómetros que separan Argamasilla de Ruidera, y veinte horas en ir y volver de Argamasilla a Puerto Lápice.

Muy diferente fue el trayecto en coche por toda la región que realizó el pasado año Julio Llamazares, quien asegura que, al igual que el resto del mundo, «La Mancha ha cambiado más en el siglo transcurrido entre ambos viajes que en los tres siglos que habían pasado entre Cervantes y Azorín». Sin embargo, y esto es lo que más llama la atención del escritor leonés, cree que esta tierra ha variado poco en su esencia. «Han variado los pueblos, los cultivos, las comunicaciones, claro está… pero en cuanto rascas y hablas con las personas, ves que el espíritu cervantino sigue presente».

El sacristán de Alcázar

Muchos moradores manchegos utilizan, como lo hacen otros personajes de la novela, al ingenioso hidalgo, a quien consideran su paisano. Así, Llamazares cuenta que, estando en Alcázar de San Juan (Ciudad Real), el sacristán de la iglesia mayor de la localidad le enseñó una partida de bautismo que reza: «En nuebe días del mes de nobiembre de mil quinientos y cincuenta y ocho bautizó el Señor díaz pajares un hijo de blas de Cervantes Sabedra y de Catalina Lopez que le puso (de) nombre Miguel».

Nada más lejos de la realidad, señala el escritor leonés, quien cree que Cervantes eligió La Mancha para las andanzas de don Quijote porque conocía esta tierra de su tiempo como recaudador de impuestos y hace una parodia de ella y de sus paisanos. «Se trata de una obra de humor y el autor escogió un escenario antagónico a los idílicos paisajes de las novelas de caballería, con castillos con hiedras y princesas rubias», afirma.

En su libro de viajes, el autor recorre una ruta que le revela unos contrastes no por sabidos menos prodigiosos, pasando de hamburgueserías en el centro de un pueblo de La Mancha a antiguas ventas con personajes anclados en el pasado. Tal es el caso de la Venta de la Inés, donde la familia Ferreiro, un padre y su hija enferma, vive como guardeses a la antigua usanza. «Una imagen que –a su juicio- recuerda la novela Los santos inocentes, de Miguel Delibes».

¿Y cuál es la cuna de Cervantes y del Quijote? A esto Llamazares responde con otra pregunta: «¿Qué más da de dónde eran o dónde vivieron?» Un gran número de pueblos pugnan por ser el lugar de nacimiento del autor y del personaje más universal de la literatura española, pero lo importante es que la novela más importante escrita en lengua española tiene su alma en La Mancha. En su opinión, «lo demás es patriotismo chato, de campanario, del que se mofaría Cervantes si levantara la cabeza. A lo mejor hasta escribía una tercera parte del Quijote para burlarse de los manchegos y de ciertos cervantistas con alma de registradores».

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