Toledo 1935 y el enigma del hombre de la fotografía

Una investigación sobre Giacomo Antonini, quién era y qué hacía en Toledo en los años 30 del siglo XX

Giacomo Antonini en Toledo, 23 de marzo de 1935. etratado por Raijnier Flaes (FC Terborgh) TOLEDO OLVIDADO

Por Víctor Girona Hernández

Como apasionado de la Historia y de su relación con el Arte de la Fotografía, desde que las leí por primera vez hice mías unas frases que ilustres fotógrafos realizaron y que siempre trato de no olvidar al escudriñar fotografías históricas: «La fotografía es un secreto de un secreto. Cuanto más te dice, menos sabes» de Diane Arbus y «Quiero hacer retratos tan intensos como las personas» de Richard Avedon. Precisamente el contenido de esas frases ha hecho posible lo que a continuación les narro.

Embebido en la lectura de la obra «Toledo Olvidado 10 años», me llamó la atención su fotografía número 91. Caí entonces en la cuenta de que, entre mis papeles, debían encontrase unas notas relacionadas con una leve investigación iniciada como consecuencia de la lectura de la entrada del domingo 20 de marzo de 2016, publicada por Eduardo Sánchez Butragueño en su Blog «Toledo Olvidado». En ella, el autor nos da a conocer el retrato de un hombre - de quién nos da su nombre y parte de su interesante biografía: Giacomo Antonini - que posa el día 23 de marzo de 1935 en la zona del actual Paseo de la Cruz Verde y, entre otros datos, se nos manifiesta «Como veis, se trata de todo un personaje, con una vida muy azarosa que he resumido, pero que os invito a conocer a fondo en las diferentes páginas y artículos que relatan sus vivencias. De nuevo Toledo y la fotografía sirven de puerta de entrada a la investigación y al conocimiento de biografías que de un modo u otro han influido en la historia» para finalizar formulando una, en apariencia, inocente pregunta «…me despido esperando que os haya gustado la curiosa historia que hay detrás de ella y con la esperanza de poder desvelar algún día la respuesta a la pregunta, ¿qué vino a hacer Antonini a Toledo?» . Y, en efecto, ahí seguían mis papeles, formando parte de ese revoltijo que hacemos quienes, como yo, somos aficionados a buscar recónditas historias entre la Historia. Al retomar los apuntes de la investigación realizada, recuerdo que nada más acabar la lectura de aquella entrada me vinieron prácticamente seguidas a la cabeza dos ideas: «a mí me suena de algo ese nombre» y «voy a ver si soy capaz de saber por qué estaba en Toledo aquel día de marzo de 1935 y resolver la pregunta que deja en el aire Eduardo ».

«A mí suena de algo ese nombre y voy a ver si soy capaz de saber por qué estaba en Toledo aquel día de marzo de 1935 y resolver la pregunta que deja en el aire Eduardo»

En un primer momento y como consecuencia de la información que se recogía en el texto de « Toledo Olvidado» sobre la vinculación directa del personaje con la OVRA (un entramado político-policial creado en la Italia fascista de Mussolini a finales de los años 20 del pasado siglo, para juzgar a quienes eran acusados de « enemigos del Estado »), pensé que el nombre de Giacomo Antonini me venía a la cabeza por estar relacionado con Pietro Caporilli , periodista y editor italiano, autor del guión de la película de 1940 «Sin novedad en el Alcázar» del director Augusto Genina, pero tras revisar concienzudamente toda la documentación que al respecto poseo comprobé que no era así. Entonces opté por introducirme sin ambages en su azarosa vida para ver si era capaz de dar respuesta a la pregunta. Y todo lo que investigué acerca de él me dejó con la boca abierta y propició el que, tras analizar concienzudamente su frondosa actividad periodística y literaria, pudiera desentrañar el enigma que, como finalmente descubrí, tenía que ver exclusivamente con dicha actividad y no con su posible pertenencia a OVRA.

Conocido como Giacomo Antonini ( Gimo Antonini ) , su verdadero nombre responde al de Jacob Antonio Graaf Antonini. Fruto del matrimonio entre Alfrede Graaf Antonini, de nacionalidad italiana y Augusta Robberdiena Kool , de nacionalidad holandesa, nació en Venecia el 18 de septiembre de 1901 y falleció en Froxfield (Inglaterra) el 16 de junio de 1983. Su prolífica biografía da para cuatro o cinco vidas de cualquiera de nosotros, aunque supongo que el hecho de que su devenir vital se desenvolviera en plena efervescencia de los acontecimientos que marcaron el pasado siglo XX ayudó bastante a que ello así fuera.

De ascendencia noble ( poseía el título de Conde por su padre ), su infancia transcurrió principalmente en Venecia dentro de un ambiente aristócrata y cosmopolita rodeado de arte, literatura y música; por entonces Venecia era una ciudad en la que sus progenitores gozaban de muy buenas relaciones, entre ellas la de la Cancillería germana por trato directo con Bernhard Von Büllow y la del Gobierno holandés a través del primer ministro Abraham Kuyper. Fue ese un caldo de cultivo que, sin duda alguna, produjo influencia decisiva en Giacomo Antonini para su futuro como periodista y escritor. Siendo adolescente su vida cambió de manera drástica debido a líos de faldas y deudas contraídas por su padre, lo que motivó que el matrimonio fuera disolviéndose y que el pequeño Giacomo acabara, bajo la tutela de su familia materna, en un internado holandés en Doetinchem, sin apenas conocer el idioma. Continuó sin embargo admirando sin cortapisa alguna la figura de su padre y sintiendo su nacionalidad italiana como predominante a lo largo de toda su vida. Al iniciar sus estudios universitarios en Ámsterdam, coincidió con Romano Guarnieri ( estudioso de la literatura italiana con arraigo en esa Universidad ) quién le animó a especializarse en filología italiana y en literatura moderna, al tiempo que, en 1922, le ponía en contacto directo con Jan Greshoff , uno de los más importantes editores de ámbito universitario con centro en la ciudad de Arnhem gracias a su publicación «Arnhemsche Courant». Así fue como Giacomo Antonini comenzó a publicar sus primeros escritos en revistas de influencia en esa zona holandesa y a darse a conocer como periodista.

En 1924 se produce su regreso a Italia para realizar su Servicio Militar. Desde 1922 Benito Mussolini era primer ministro con carácter dictatorial en el país transalpino y su figura, pronto, acaparó la atención del joven Antonini que sentía – y así lo manifestaba- una necesidad palpable de aferrarse lo más fuertemente posible a un sentimiento italiano que se imponía a su otro origen como holandés. Para él, y en ese momento, la figura literaria que admiraba de Mussolini representaba, además, la de un hombre de Estado que había conseguido restaurar y hacer renacer el orgullo italiano. Así, publica bajo auspicio de Jan Greshoff un artículo titulado «Benito Mussolini como escritor», en el que habla benévolamente de la figura del Duce y sus antecedentes literarios, si bien desde una visión más cercana a lo liberal conservador. Durante los años siguientes abordaría en otros artículos su visión crítico-literaria con tintes de índole más bien apolítica en sus referencias respecto de escritores rusos e italianos. En el otoño de 1925 se instala en Roma como corresponsal del periódico holandés de tendencia liberal «Algemeen Handelsblad» y traba amistad con el escritor neorromántico Arthur François Emile van Schendel que vivía en Florencia y pasaba los veranos en Ascona (Suiza). Van Schendel le pone en contacto con lo más granado de la bohemia artística centroeuropea que pasa sus estíos en esa localidad y allí conoce a la que será su primera esposa, la holandesa Henriëtte «Hetty» Koch Marx , con quién contrae matrimonio el 3 de mayo de 1926. Para ella, Antonini es su tercer marido.

Hasta 1930 su actividad como periodista y escritor discurre entre Roma y «Casa Stella» en Ascona (Suiza) en donde recibe la visita de muchos artistas tanto italianos como holandeses, publicando ensayos sobre teatro, literatura y participando activamente como periodista en diarios y semanales, principalmente de Italia. Para entonces su matrimonio fracasa y pone fin al mismo mediante acuerdo con Hetty Koch Marx que se hace cargo de la custodia del hijo de ambos, Marco.

Es en esa época durante la que Giacomo Antonini entra en contacto con Charles Edgar du Perron, poeta, crítico y escritor holandés, como consecuencia de la lectura de su ensayo sobre André Gide (escritor francés, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1947 ). A través de Du Perron, conoce a los también escritores holandeses Menno Ter Braak y Jan Jacob Slauerhoff, este último, además de novelista, reputado médico y poeta, creándose rápidamente un estrecho vínculo de amistad y colaboración entre ellos.

Edgar du Perron y Menno Ter Braak, fundadores de la influyente revista literaria «Forum», mantuvieron su inquebrantable amistad hasta el triste final de ambos que tuvo lugar el mismo día con horas de diferencia pues murieron el 14 de mayo de 1940, fecha de la capitulación holandesa ante la ocupación alemana; el primero en Bergen como consecuencia de un infarto tras escucharlo por radio y el segundo en La Haya poniendo él mismo fin a su vida.

Edgar du Perron y Jan Jacob Slauerhoff colaboraron activamente asimismo en «Forum» y mantuvieron su amistad hasta finales de 1935, un año antes del fallecimiento de J.J. Slauerhoff en octubre de 1936.

J.J. Slauerhoff, su esposa Darja Collin y E. Du Perron en 1932 Internet

Será, precisamente, el hecho de trabar amistad Gimo Antonini con esa serie de personas el que ayude a resolver el enigma de qué hacía en Toledo aquel 23 de marzo de 1935. Pero aún quedan por conocer más personajes para cerrar el círculo.

Tras el fracaso de su matrimonio y graduarse en lengua y literatura italiana en la Universidad de Ámsterdam en diciembre de 1930, Giacomo Antonini amplía horizontes y se establece en el animado Berlín de principios de 1931 donde comienza a colaborar con Fritz Lang y a escribir guiones de cine para «Tobis Tonfilm». Como trabajador duro y lector voraz que era, no deja de escribir artículos para revistas literarias holandesas en el ámbito de la revisión de libros y autores que conforman la literatura italiana, francesa y rusa de aquel momento. Es en Berlín donde conoce al gran amor de su vida María «Moussia» Sila-Nowicki que, aunque aún esposa del concertista de piano ruso Alexander Borovsky, se encontraba ya en trámites de separación.

Giacomo Antonini y María Sila-Nowicki en 1932 Internet

María Sila-Nowicki era de ascendencia polaca y su familia había entrado a formar parte de la alta nobleza rusa a mediados del siglo XIX; nacida en Moscú en 1895 se había formado como bailarina en la Escuela de Teatro «Meyerhold» de San Petersburgo de donde salió hacia el exilio a finales de 1917 atravesando Siberia hasta Vladivostok para embarcar en un carguero japonés rumbo a San Francisco, a donde llegó el 3 de enero de 1918. Tras establecerse en Los Ángeles y en Nueva York, entró en contacto con Igor Stravinsky y con Serguéi Prokofiev a quién ayudó a dar forma a sus composiciones para adaptarlas al ballet, llegando incluso a sentarse junto a él en la sala de conciertos de Chicago en 1921. Poco después, en 1922, «Moussia» se instalaría en París a instancias del propio Prokofiev como asesora de los más brillantes compositores, músicos y coreógrafos de la época, siendo en esa ciudad donde conocería a quien era un íntimo amigo de su mentor y quien se convertiría ese mismo año en su esposo, Alexander Borovsky.

Giacomo y María «Moussia» comenzaron a vivir juntos en Berlín en 1932 y ya no se separarían hasta la muerte de ella el 2 de agosto de 1959. Sus comienzos no fueron fáciles pues María cayó en una profunda depresión tras conocer la muerte de su hermano Julian en la Unión Soviética víctima de la tuberculosis y como consecuencia de permanecer preso bajo el régimen de Stalin; solamente pudo reponerse gracias a la ayuda y comprensión de Giacomo. Cuando Hitler llega al poder en enero de 1933, deciden regresar a Paris, prácticamente sin dinero. En ese momento, además, ambos se encontraban inmersos en un complicado trámite legal de separación de sus respectivos matrimonios que se dilataría un lustro hasta que, finalmente, pudieron contraer matrimonio en Riga (Letonia) el 2 de septiembre de 1937.

A su vuelta a París a primeros de 1933, Antonini se vuelca de lleno en su actividad crítico-literaria para obtener ingresos y se establece con María «Moussia» en el número 6, de la rue Corot en Auteuil (XVI Distrito), barrio favorito de los emigrantes rusos. María Sila-Nowicki traba amistad entonces con la influyente familia Nossovich, emigrada como ella de Rusia y que, a su vez, mantienen una gran amistad con Edgar du Perron, quien habita muy cerca de ellos. Giacomo Antonini comienza a retomar el contacto con todos sus amigos de los Países Bajos y hace del Café «Le Murat» su centro de encuentro con muchos escritores holandeses, rusos, alemanes e italianos emigrados como Yevgeny Zamyatin, Carlo Levi y Ernst Erich Noth, entre otros. A través, una vez más, de E. Du Perron conoce y traba amistad con André Malraux, con quién intercambia pareceres sobre el panorama político imperante en la Europa de entonces. Será exactamente en el Café «Le Murat» y en febrero de 1935, cuando Antonini vuelve a encontrarse con J.J. Slauerhoff.

J.J. Slauerhoff venía de una vida convulsa desde muy joven. Se había embarcado en 1923 como « médico de a bordo » en diferentes buques holandeses recorriendo Asía, Sudamérica y África pero su frágil salud hizo necesario tuviera que dejar esa actividad. Casado en 1930 con la bailarina Darja Collin, el hijo de ambos murió al nacer, lo que le sumiría en una depresión que desembocaría en el divorcio de ambos. Aunque establecido entre Holanda y Paris, se mantendría fundamentalmente gracias a sus periódicas publicaciones en «Forum » y a la publicación en 1933 de su libro de poesía « Soleares », cargado de referencias a la península ibérica y a América Latina. También realizó en ese período numerosas traducciones de obras en castellano al holandés. En 1934 viajó con el novelista Albert Helman desde Barcelona hasta Málaga y Algeciras, para terminar estableciéndose en Tánger como médico. A finales de ese mismo año regresa a Paris para especializarse en dermatología y tratarse de unas dolencias renales que iban complicándose y que acabarían con su vida en octubre de 1936. Será, precisamente, el empeoramiento de J.J. Slauerhoff en su enfermedad la causa de la estancia de Giacomo Antonini en Toledo.

Conozcamos la identidad del último y definitivo personaje que intervino en el desenlace de la estancia de Giacomo Antonini en Toledo , cómo discurrió aquel mes de marzo de 1935 para él y desvelemos el enigma.

A finales de febrero de 1935, J.J. Slauerhoff y Edgar du Perron sugieren a su común amigo Giacomo Antonini la posibilidad de encargarse de cerrar la consulta médica del primero en Tánger, dado su precario estado de salud y de la imposibilidad de seguir con su actividad como médico en la ciudad norteafricana. Para ello, contará con el conveniente apoyo económico y con la asistencia durante su largo viaje de un buen amigo de J.J. Slauerhoff en España: Reijnier Flaes , Secretario de la Embajada de Holanda en Madrid.

Reijnier Flaes además de diplomático, era escritor y lo hacía bajo el seudónimo «FC Terborgh» . Giacomo Antonini, aunque no le conocía personalmente, sí tenía referencias suyas pues había sido en 1930 el agregado de la Embajada holandesa en Berna (Suiza) y había publicado en esa época sus primeros poemas en la revista de poesía «Helikon» y había realizado algunas contribuciones en la revista de E. Du Perron, «Forum».

J.J. Slauerhoff y Reijnier Flaes (FC Terborgh) en Algeciras en 1934 Internet

Giacomo Antonini aceptó el encargo y salió de la estación parisina de Orsay el día 11 de marzo de 1935 hacia Hendaya para llegar al día siguiente a Madrid. Al bajar del tren fue asistido por funcionarios a las órdenes de Flaes que le acompañaron hasta su residencia en la calle Goya, número 94 donde fue recibido por el personal de servicio y el perro de Reijnier Flaes. Cuando el señor Flaes llegó a su domicilio desde la Embajada, se encontró con la sorpresa de que Antonini y su perro eran ya buenos amigos, aunque por lo general era un animal que recelaba enseguida de los extraños. Ese fue el comienzo de una amistad que iba a durar toda la vida; tanto es así, que el perro pasó desde entonces a llamarse «Cambijses», un nombre que Giacomo había inventado para él. (En una carta de FC Terborgh a Giacomo Antonini fechada un mes después, el 10 de abril de 1935, el remitente incluye una curiosa referencia al respecto: «Cambijses te saluda cordialmente; él recuerda la ternura que le demostraste durante tu estancia» ).

No era de extrañar que FC Terborgh y Giacomo Antonini congeniaran tan rápidamente pues ambos tenían muchas cosas en común. Los dos habían seguido caminos muy parecidos durante su niñez y adolescencia pues Terborgh, como consecuencia de que su padre fuera nombrado Cónsul holandés en Hamburgo en 1914, también había tenido que formarse fuera de su país natal y siempre se sintió como un extraño hasta que regresó a La Haya años después y, además, los dos eran buenos amigos de J.J. Slauerhoff a quien admiraban y respetaban (años más tarde, en 1949, FC Terborgh le dedicaría su libro «Slauerhoff. Recuerdos y letras» ).

El 14 de marzo de 1935, Flaes le acompañó a la estación de Atocha desde donde Giacomo Antonini partió rumbo a Tánger vía Algeciras para cumplir la misión encomendada por su amigo. Cinco días le llevó a Antonini recoger las pertenencias de Slauerhoff, enviárselas a Paris y cerrar la Consulta médica de éste en Tánger. El día 20 estaba de vuelta en Madrid alojándose en casa de FC Terborgh e iniciando, a instancias de éste, un pequeño recorrido por los alrededores de la capital de España: Alcalá de Henares el 21, El Escorial el 22 y Toledo el 23 y 24 de marzo , permaneciendo en Madrid hasta el 28 de marzo en que volvió a subirse al tren rumbo a París vía Hendaya, acompañado de, su ya buen amigo, Reijnier Flaes ( FC Terborgh ).

Placa de la consulta del Doctor Slauerhoff en Tánger que le fue devuelta por Giacomo Antonini en marzo de 1935 Internet

Esa es pues la razón por la que el cosmopolita y europeo de la vieja escuela Giacomo Antonini se encontraba en Toledo aquel 23 de marzo de 1935 y por la que fue fotografiado por su amigo Reijnier Flaes (FC Terborgh ) en el Paseo de la Cruz Verde.

Una razón basada en la amistad mantenida entre unos hombres de letras holandeses y en el favor desinteresado hacia uno de ellos al intuir que estaba próximo su final.

Reijnier Flaes (FC Terborgh) con su hijo Reijnier de 3 años en Worb (Suiza) Fotografía realizada por Giacomo Antonini en septiembre de 1938 con ocasión de ser el padrino del segundo hijo de Reijnier Flaes, Eric Internet

Reijnier Flaes y Giacomo Antonini mantuvieron una estrecha amistad hasta la muerte de ambos acaecidas, respectivamente, en 1981 y 1983.

Víctor Girona, Hernández, del Ateneo Científico y Literario de Toledo
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