Los toledanos conocen la vida y la historia del convento de San Clemente
Nuevo éxito de las jornadas solidarias de los guías toledanos para ayudar al mantenimiento de los monasterios toledanos
El convento de San Clemente ha abierto sus puertas este fin de semana gracias a una nueva jornada solidaria -y ya son cuatro- que se están celebrando para ayudar a las monjas de clausura de la ciudad. Más de 600 toledanos, siguiendo un estricto protocolo de seguridad por las medidas contra el coronavirus, han visitado durante dos días este i mpresionante conjunto histórico del que se conservan restos de los siglos XII-XIII que cuenta con siete patios y claustros. En la visita se pudo contemplar el claustro de las procesiones, el verdadero corazón del convento y por donde se accede al coro, a la iglesia y a la sala capitular, estancias que estuvieron abiertas al público durante una visita que terminó en el Palacio de Cervatos, un espacio del convento rehabilitado recientemente formado por restos de un antiguo edificio mudéjar integrado en la zona de San Clemente más próxima a la plaza de Padilla. Allí las monjas venden sus dulces y figuritas de mazapán.
El convento de San Clemente es uno de los primeros monasterios de la ciudad, situado en plena zona conventual, en el corazón de la ciudad, y es conocido por ser la cuna del mazapán. Según la tradición, por una gran hambruna que hubo en 1213, tras la Batalla de Tolosa, estas religiosas se pusieron a hacer masa de pan (mazapán), tortas de pan de almendras traídas de sus tierras en Azután y Puente del Arzobispo, para los pobres.
La paz y la espiritualidad se respira en cada rincón del convento. Es como entrar en otro mundo en pleno corazón del Casco Histórico; un gran conjunto de edificios que ocupan varias manzanas, con varias entrada por la plaza Padilla y la calle de san Clemente, que hasta la Casa del Armiño. Y es que en el siglo XVI llegaron a sobrepasar las 200 religiosas, aunque en la actualidad son 14: 7 españolas, 4 americanas y 3 indias, que mantienen vivo el convento. Haciendo honor al «ora et labora» benedictino la comunidad de monjas tiene ordenado el día entre el rezo cantado del Oficio Divino y el trabajo y «la campaña tañe para uno y otro», como dice Balbina Martínez Caviro en su imprescindible libro sobre los conventos de Toledo. El desperar en las celdas comienza muy temprano, a las cuatro y media, en plena noche cerrada, aún en verano. Ahora se dedican a los dulces pero hasta hace unos años elaboraban sombreros, pamelas, flores de fantasía para la solapa y la lavandería.
Tras visitar la iglesia, desde el claustro, inundado de plantas y árboles como limoneros y naranjos, y también plantas de aguacates y de aloe vera, que han traído de su tierra las monjas extranjeras, se accede a la sala capitular, una estancia adosada al muro del evangelio de la iglesia, cuya cubierta es una techumbre plana de madera o alfarje. En el suelo aparecen una solería de azulejos de arista del siglo XVI formando figuras geométricas intercalándose con ladrillos rojos. Un gran banco de azulejería recorre la estancia y del mismo material es el altar. Hace unos años, a mediados de los 2000, tras una obras de restauración realizadas por el Consorcio aparecieron unas pinturas románicas en la hornacina de esta sala que no se prodigan por los monumentos de la ciudad.
De nuevo, tres guías de la Asociación Regional de Guías Oficiales de Castilla-La Mancha : Felipe Ribeiro, Juan Ignacio Vázquez y Mariló de Ancos, a los que se han sumado en esta ocasión otros tres compañeros, han organizado esta jornadas de puertas abiertas, que también se han realizado en las Comendadoras de Santiago, San Pablo y San Antonio , de manera totalmente altruista. Todo el dinero, una vez más, ha ido para ayudar a la comunidad religiosa.
Gran labor más de nuestros compañeros en #SanClemente, ayudando a las hermanas. Gracias Filipe, Iñaki, Mariló, Laura, Ricardo V. y Ricardo G. por vuestra solidaridad, tiempo y trabajo. pic.twitter.com/uKH5FX8DWb
— APIT Castilla-la Mancha (@ClmApit) December 14, 2020
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