José Rosell Villasevil - SENCILLAMENTE CERVANTES (XLIV)

Nace «El Ingenioso Hidalgo»

¿Cómo vivía Miguel aquellos éxitos junto a sus hermanas, sobrina Constaza e Isabel, su hija, que ya estaba definitivamente integrada en la familia?

José Rosell Villasevil
TOLEDO Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Adelantándose quizá a los Reyes Magos, que por entonces no salían más allá de las páginas bíblicas o los ritos eclesiales, quienes invaden la rúa populosa madrileña de Atocha, a partir de la Imprenta de Juan de la Cuesta en el número 87 de la amplia vía, son los librescos Don Quijote y Sancho, que enfilan alegres, no el derrotero de los molinos de Criptana sino el de la Plaza Mayor, y de la Librería Real del avieso editor Francisco de Robles, ubicada en la callecita de Santiago, entre la Plaza de San Miguel y la emblemática calle Mayor, a unos pasos del Mentidero y Gradas de San Felipe, donde se cotillelleaba con lo humano y lo divino.

Nació el gigante -tipográficamente- un tanto anémico y prematuro, merced a las prisas codiciosas del inquieto editor, que a la sazón residía en Valladolid, pues allí se hallaba la Corte, consecuencia de los manejos rastreros de un funesto valido y de la anodina autoridad de un monarca nacido para el ocio y la cinegética.

Robles estaba obligado a vivir en su entorno, aunque mantuviese abierto el negocio de Madrid, en honor al pomposo y bien ostentado título: «Librero del Rey». Quería dar con «El Quijote» el golpe editorial, adelantándose a los acontecimientos que se veían venir, como el nacimiento de un infante, la firma de las paces con Inglaterra, o la aparición de la inédita «Pícara Justina». Es por lo que los tipógrafos de Juan de la Cuesta trabajaban a marchas forzadas, incluso con la falta de las oportunas revisiones del autor -vecino también de la Ciudad del Pisuerga-, dando como consecuencia una edición mediocre, plagada de olvidos y comida de parásitos tan escurredizos como las erratas. La «editio prínceps» del «Quijote» tenía más de mil. Esta primera tirada de 1605, estaba terminada en diciembre de 1604, y a falta de insertar en los preliminares las últimas diligencias: Fe de erratas y Tasa; lo que aprovecharía Robles para trasladar a Valladolid buena parte de aquellos libros que, agregándoles el referido trámite, apareciesen en las librerías locales con la fecha de 1605, pero en diciembre del año anterior.

Ganaron la carrera editorial don Quijote, Sancho, la sin par Dulcinea del Toboso... a otros posibles «best Seller» de la época que tanto temía Robles, siendo «El Quijote» acogido con aplausos y risas de todos los públicos, lectores y no lectores, pues éstos últimos lo hicieron también suyo, recreándolo en cualquier ciudadano de aproximadas características físicas.

Los personajes de Cervantes llegaron a tiempo para salir en sortijas, justas y mascaradas en la Corte, con motivo del nacimiento del príncipe don Felipe (futuro FelipeIV), de su bautismo, así como en los grandes festejos ofrecidos a la amplia legación británica que, presidida por Lord Horvard, «vino» a firmar la paz deseada. Un curioso soneto atribuido a Góngora, pinta fielmente los hechos: «Parió la reina; el Luterano vino/con seiscientos herejes y herejías;/gastamos un millón en quince días/en darles joyas, hospedaje y vino./Hicimos un alarde o desatino/y unas fiestas que fueron tropelías/al ángelio legado y sus espías/del que juró la paz sobre Calvino./Bautizaron al niño Dominico,/que nació para serlo en las Españas;/quedamos pobres;fue Lutero rico;/hicimos un sarao de encantamento;/mandáronse escribir estas hazañas/a Don Quijote, Sancho y su jumento». Astrana creía, «a píes juntillas», que el autor fue el propio Cervantes.

Ese Cervantes famoso ya como su obra tan reída, celebrada y poco o nada entendida; pero, ¿cómo vivía Miguel aquellos éxitos junto a sus hermanas, sobrina Constaza e Isabel, su hija, que ya estaba definitivamente integrada en la familia?

Residían extramuros, junto al Rastro de los Carneros y el más cloaca que río Esgueva, en un departamento de casa de vecinos levantados en bloque por la avaricia oportunista del traslado de la Corte. La forma de subsistir lo define Andrea diciendo: «Mi hermano scribe libros y se dedica a los negocios»: ¿se los propiciaba acaso Dª Juana Gaitán, la casamentera esquiviana que también ha tomado allí un piso, donde vive con su joven esposo al que pronto, tambien, en Valladolid va a enterrar?

Miguel anda arriba y abajo con don Fernando de Toledo, el Señor de Higares, ignoramos en qué clase de negocios, y el nombre de Cervantes figura relacionado con el aristocrático «garito» de doña Juana de Uramendi.

Ver los comentarios