Juan Gómez-Jurado: «No sé si la ficción es más cómoda, pero sí más tranquilizadora»

«Lo único que importa es la imaginación», cree el autor de «Reina Roja», un fenómeno editorial con más de 100.000 copias vendidas

Juan Gómez-Jurado, en el hotel Eurostars Palacio Buenavista H. Fraile
Juan Antonio Pérez

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Juan Gómez-Jurado (Madrid, 1977) es uno de los escritores españoles más leídos. Sus ocho novelas han sido traducidas a 40 idiomas. La última, «Reina Roja» , ha superado las 100.000 copias. Lo que se dice un fenómeno editorial. Hace unos días estuvo en Toledo.

¿Se pueden escribir buenas historias sin salir de casa?

Depende. La pregunta es muy relevante. Yo no podría, pero hay gente que sí pudo. Si piensa en Cervantes, no pisó su casa prácticamente en toda su vida; fue un aventurero total. Julio Verne, en cambio, salió una vez o dos de Francia, poco más, y, sin embargo, escribió las novelas de viajes más apasionantes que se han hecho nunca. Al final lo único que importa es la imaginación y la capacidad que tú tienes de crear historias que están ocurriendo en tu interior.

Cuando empieza a escribir una novela, ¿ya sabe el final o se va sorprendiendo por el camino?

Siempre, siempre sé el final antes de empezar. A veces escucho eso de que «los personajes me van devorando» y pienso: «Menuda gilipollez». Es imposible. Yo escribo trhiller; es un puzle en el que tengo que ver cómo encajan todas las piezas. Si me faltase una, es que no estaría haciéndolo bien.

¿Le gustaría haber vivido la vida de alguno de sus personajes?

No, no, jamás. Esto es como la canción de Sabina, La del pirata cojo. La literatura te lleva a vivir vidas que tú nunca podrás vivir. Ser detective de una agencia supersecreta, espadachín en la Sevilla del siglo XVI o un ingeniero informático con graves problemas de autoestima... no, no, no quisiera ser ninguno de ellos. Pero tú tienes que sentir con tus personajes una afinidad que te esté devolviendo las vicisitudes que les pasan. Que no quiera vivir sus historias no quiere decir que no me fascinen.

Publicó su primera novela antes de los 30 años, ¿en qué momento sintió que realmente escribía bien?

Antes de ayer. No lo siento. Es imposible. Tengo claro que hay un momento en el que empiezo a encontrarme más cómodo con mis novelas, pero eso viene dado porque comparo el trabajo de ahora con el de antes, y me gusta más el de ahora.

Usted alcanzó el éxito muy joven. ¿Le han mirado por encima del hombro precisamente por eso?

Claro, esto es España. Unamuno dijo que la envidia era el deporte nacional, pero eso es irrelevante. Si hubiera puesto baldosas muy bien en un pueblo de la España mozárabe, también me habrían mirado mal. No puedes plantearte que eso te pueda afectar, ¿qué más da? Es más, si yo no hubiera tenido envidia de Arturo Pérez-Reverte cuando era pequeño, no habría querido ser como él. Luego he tenido el inmenso honor de decírselo a la cara... le sigo teniendo envidia.

¿Cuál es la fórmula del éxito?

Inteligencia, trabajo, talento y suerte, por ese orden.

Además de escritor, es periodista de formación. En ambas profesiones firmamos nuestro trabajo. ¿Cómo se lucha contra ese ego, esa vanidad?

No se lucha. La vanidad es lo que construye una carrera artística. ¿Se imagina un Velázquez humilde pintando Las Meninas y no saliendo él? Sería un sinsentido.

¿Dónde se siente más cómodo: en la realidad o en la ficción?

Me gusta más la ficción porque es manejable. Todas las cosas ocurren por una razón. Hay una belleza intrínseca, incluso cuando estás contando cosas horribles. No sé si la ficción es más cómoda, pero desde luego es más tranquilizadora.

Hace ya bastantes años le preguntaron por la situación del periodismo en España y respondió que estaba «muy mal», entre otras cosas porque «nos hemos empeñado en creer que la gente es gilipollas. ¿Lo sigue pensando?

Sí, pero multiplicado por tres. Ahora le hemos añadido la necesidad de la inmediatez y hemos acabado de romper todo. No hace falta tener una respuesta automática para todo. En eso nos han convertido las redes sociales, donde hay que posicionarse enseguida con cualquier cosa que ocurre.

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