Carmen Picazo

¿Por qué es necesario Ciudadanos?

España necesita un partido fuerte que represente el centro político. La polarización no es mala para Ciudadanos, es mala España

Por Carmen Picazo

Dijo Séneca que la adversidad es ocasión de virtud. Alguien podrá alegar que lo de Ciudadanos estos días, más que adversidad, es una crisis existencial. En todo caso es momento de profunda reflexión. Y de poner sobre la mesa razones de peso para reivindicar un proyecto político que, por encima de turbulencias y de equivocaciones, realmente merece la pena. Porque más allá de lo que yo, como dirigente autonómica y militante de Ciudadanos, pueda argumentar, parece irrebatible el hecho de que para España es muy saludable —yo diría que necesario— que exista un partido de centro que, como tal, pueda llegar a acuerdos de gobierno razonables tanto con PP como con PSOE, sin que ello dé pie a grandes controversias.

No tanto un partido moderado como uno «moderador», que pueda atraer al PP hacia posiciones liberales, reformistas y regeneradoras, y que haga lo propio para evitar que el PSOE se eche al monte con nacionalistas e independentistas. Tiene todo el sentido del mundo, por tanto, afirmar que un Ciudadanos fuerte es bueno para el PP y para el PSOE, porque ambos partidos son mejores cuando se hacen acompañar de Ciudadanos que cuando alternan con Vox unos y con Podemos los otros.

Pero a un partido de centro no solamente lo define su transversalidad en cuanto a la política de pactos de gobernabilidad, sino el hecho de plantear una propuesta propia, un proyecto de país con sello eminentemente liberal. Es decir, no progre sino progresista. Principios esenciales como la igualdad y la libertad deben ser aplicados en forma de políticas concretas que los viejos partidos, a fuerza de arrastrar inevitables inercias tras años en las instituciones, han abandonado por pereza o porque tanto pisar moqueta les ha hecho perder la perspectiva de la realidad que se vive en la calle. En las empresas, en las familias.

Banderas como la lucha contra la corrupción, la regeneración democrática, la modernización de las instituciones, la promoción de grandes consensos transversales en materias fundamentales como la educación, la sanidad, las pensiones, el empleo. Políticas medioambientales sensatas como las que se están aplicando en los países más avanzados de nuestro entorno. Una respuesta de país ante los retos del siglo XXI, ver en Europa una oportunidad y no una amenaza, ofrecer una respuesta articulada y atractiva ante el auge de los nacionalismos y los populismos de todo signo. El reformismo por encima de la revolución de unos y del inmovilismo de otros. En la medida en que es necesario abordar estas cuestiones desde posiciones sensatas y valientes es necesario que exista el partido que con más brío defiende tales fundamentos en las instituciones.

Estos días escucho eslóganes electorales como «o nosotros o el comunismo» y «o nosotros o el fascismo». Lenguaje bélico que desde luego no es edificante desde la perspectiva de quienes queremos, con independencia de nuestras propias convicciones, un ambiente mínimamente respirable. Tengo tres hijos pequeños y puedo asegurar que no quiero para ellos una sociedad emponzoñada de odio, de resentimiento o de revancha. Ninguna razón justifica la tremenda irresponsabilidad de sembrar cizaña contra quienes, aún en las antípodas ideológicas, no dejan de ser compatriotas. Contrarrestar un populismo alimentando un populismo en sentido contrario no es buena idea, como tampoco lo es tratar de congregar a media España con el objetivo de aplastar a la otra media.

Les confieso que me produce temor esta sublimación de la polarización, este auge del enfrentamiento entre dos bandos, estas apelaciones a un esquema de profunda división social que nos retrotrae a los años 20 del siglo pasado cuando deberíamos afrontar de manera racional los desafíos de nuestro tiempo, que desde luego nada tienen que ver con esta «guerra de las galaxias» en que algunos están queriendo convertir la política, para vergüenza de la mayoría de los españoles, que en plena crisis sanitaria y económica necesitan más soluciones para sus familias y negocios y menos épica de baratillo.

En medio de este caos, tratar de promover un espacio intermedio, racional, responsable, transversal, no significa ser tibio, ni ambiguo, ni veleta. Ser de centro es precisamente rebatir, desde la razón y con argumentos perfectamente sólidos, la quiebra social a la que nos conduce el populismo. Un populismo que, no nos engañemos, es en España un monstruo de dos cabezas. Es verdad que Ciudadanos ha podido cometer errores, incluso graves errores. No podremos rectificar si no empezamos asumiendo nuestras equivocaciones, y en ello estamos. Efectivamente no somos infalibles. Pero no es menos cierto, y a las pruebas me remito, que en nuestro país siempre se ha penalizado con una extraordinaria dureza a los partidos moderados, para beneficio de quienes, a uno y otro lado, han seguido y siguen alimentando una lógica de bloques que debilita a España como proyecto común.

Ciudadanos sigue siendo el mismo partido que nació en 2006 en Cataluña para plantar cara al nacionalismo allí donde más difícil era —y donde PSOE y PP, por supuesto con distintos grados de irresponsabilidad— habían renunciado a ser dique de contención de lo que años después ha derivado en el famoso «procés». Conviene recordar también que la Inés Arrimadas admirada por su heroica victoria en Cataluña en 2017 es la misma Inés Arrimadas que ahora con mucho valor está tratando de consolidar una opción moderada y pragmática para los millones de españoles que no se resignan a dejarse caer por la pendiente de la división exacerbada de los dos bandos que plantean hoy la izquierda y la derecha en sus respectivas versiones de un mismo discurso: divide y vencerás.

Por eso es hoy más necesario que nunca reivindicar la Tercera España, la realmente mayoritaria. La de Chaves Nogales, claro. La de Ortega. La de Clara Campoamor. La de Madariaga, Menéndez Pidal, Gaziel, Espina, Répide, Julián Marías. La de Fernando Savater. La de Boadella. La de Trapiello. La de tantos millones de españoles que hoy rechazan esta guerra de «hashtags» y de «zascas» a la que parece hacerse reducido la política en nuestro país. España necesita efectivamente un partido fuerte que represente el centro político. No es que la polarización sea mala para Ciudadanos, es que es mala para España.

Por todo ello soy de Ciudadanos. Y me siento orgullosa. Soy de Ciudadanos porque la España que quiero para mis hijos se construye mejor desde los valores de racionalidad, ilustración y pragmatismo que este partido defiende con más convicción que ningún otro. Soy de Ciudadanos porque allí donde gobernamos concedemos más importancia a las iniciativas que ponemos en práctica que al hecho de que los pactos que las hacen posibles sean con uno o con otro. Porque importa más el «qué» que el «con quién». Soy de Ciudadanos porque soy liberal, rabiosamente liberal. Y porque, como liberal, creo que España es más fuerte si afronta con sensatez los retos del futuro. Soy de Ciudadanos porque el camino correcto no siempre es el más fácil. Soy de Ciudadanos porque no considero enemigos a mis adversarios. Soy de Ciudadanos porque Castilla-La Mancha y España necesitan una alternativa de centro. La merecen. Ahora más que nunca.

Carmen Picazo

Coordinadora de Ciudadanos en Castilla-La Mancha

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