Coronavirus I Día Mundial del Síndrome de Down

«Mi tía es down, ¡y qué!»

«Si llegaran a encontrar la reversibilidad o la posibilidad de eliminar ese cromosoma de más, yo me quedaría sin mi tía Marta», dice la neuropsicóloga Laura Olmo. Su tía está hospitalizada

Coronavirus, última hora

Laura y Marta

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Marta cumplirá 55 años en julio. Tiene lo que alguien definió una vez como «una variante más dentro de la normalidad»: es down. Es una alteración genética por la presencia de un cromosoma de más o cromosoma extra, es decir, 47 en lugar de 46.

Por culpa del coronavirus pasará este sábado, Día Mundial del Síndrome de Down , en una habitación del hospital de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), donde ingresó anoche y está a la espera de conocer el resultado de su test.

Solo 40 kilómetros la separan ahora de la residencia para personas con discapacidad de Mota del Cuervo (Cuenca) en la que vive. Aquí llegó cuando sus padres ingresaron, ya con una edad avanzada, en otra para mayores después de dar todo lo que tuvieron por su hija. Entonces Marta comenzó una vida nueva, lejos de sus progenitores, de su hermano, su cuñada y sus dos sobrinos toledanos (tiene tres sobrinas más en California, a las que ama tanto como a los de aquí, aunque las vea menos).

Atrás dejaron el piso del barrio toledano Santa María de Benquerencia, donde Marta creció desde su nacimiento, en 1965, «cuando el síndrome de Down no era visto ni tratado como en el 2020». Lo dice la neuropsicóloga Laura Olmo, directora técnica de la Asociación de Personas con Autismo de Toledo (APAT), que ha escrito una carta en la que expresa, con 746 palabras, lo que su tía Marta significa: «Siempre ha estado a mi lado, enseñándome las grandes pequeñas cosas de la vida».

Marta, hace unos años

Por eso de la edad, los ojos verdosos de Marta miran la vida a través de los cristales de sus gafas moradas. Ella no tiene estudios, aprendió a leer y escribir con mucho esfuerzo. «Y todo hay que decirlo, porque mi abuela fue muy muy insistente, por no decir cabezona», aclara Laura. «No tengo claro si llegó a finalizar los estudios básicos, pero creo que, si existiera una titulación que nos graduara en 'personas honestas', Marta habría obtenido el doctorado con Cum Laudem por unanimidad del tribunal».

«Mi tía siempre ha tenido un abrazo para mí; de esos que te estrujan el alma, te recomponen en los malos momentos, te colocan las ideas y emociones, y sacan lo mejor de ti. Es de las personas que deberían recetarlas sin prescripción médica. Pero no nos confundamos. Cuando está enfadada o algo que haces le molesta, te lo hará saber de una manera clara».

«Es una mujer que ha sabido mimar y cuidar de toda su familia, en especial a sus sobrinos, como hacen los grandes tíos que todos tenemos. Pero ella lo ha hecho siempre sin necesidad de regalos materiales, sin necesidad de premios o recompensas, tan sólo ir a verla. Escuchar su '¡ay, sobrinita!' ya te recompensa. Y por muchos años que pasen, sigo anhelando sus besos, que continúan siendo un chute de energía positiva. Ella siempre nos demuestra cómo las personas se pueden superar a sí mismas sin perder la sonrisa».

Laura recuerda la pregunta que una amiga le hizo cuando era pequeña: «¿Y a tu tía qué le pasa?». «La sensación fue extraña -relata-, jamás me había dado cuenta de que mi tía tenía unos rasgos característicos que pudieran dar lugar a pensar que algo le pasaba. Para mí, ella era y es mi tía Marta. Y con los años me he dado cuenta de que si llegaran a encontrar la reversibilidad o la posibilidad de eliminar ese cromosoma de más, y ella dejara de tener síndrome de Down, yo me quedaría sin mi tía Marta, en mayúsculas, porque mi tía Marta es MI TÍA MARTA».

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