Por esta zona de Agaete pasó el tsunami más destructivo de Canarias

La marca geológica de la ola gigante alcanzó Gran Canaria en minutos hace 800.000 años

M.R.

El Maipés de Agaete, en Gran Canaria, es una necrópolis aborigen asentada sobre una colada volcánica de 250.000 metros cuadrados, un yacimiento funerario prehispánico a gran escala y también una oportunidad para contemplar, a modo de exposición al aire libre, las marcas visibles que perviven en el majestuoso Valle de Agaete y en el acantilado costero de uno de los pocos tsunamis documentados en Canarias.

Abierto al público oficialmente este mes, el recuperado Parque Arqueológico del Maipés de Agaete conserva 676 estructuras de enterramientos o túmulos construidos con piedras volcánicas por los antiguos pobladores de la isla, aunque podría haber más por descubrir, según los investigadores.

De ellas, se han excavado sólo cinco túmulos que han aportado valiosa información sobre la forma en que los «canarii» o canarios sepultaban a sus muertos antes de la llegada de los conquistadores españoles.

«No sólo se puede acudir a mirar, a pasear por un lugar espectacular, sino a aprender sobre el universo funerario aborigen. Se han realizado intervenciones arqueológicas, investigaciones y una importante labor de restauración para que los visitantes puedan comprender lo que están viendo», explica Consuelo Marrero, directora y socia, junto a Valentín Barroso, de la empresa Arqueocanarias que acaba de ganar el concurso convocado por el Ayuntamiento de Agaete para explotar el parque arqueólogico.

BIC

Declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de Zona Arqueológica en 1973, el Maipés o «Maipez de Arriba» es uno de los yacimientos arqueológicos más singulares de Gran Canaria y, probablemente, de Canarias. Las dataciones absolutas disponibles sitúan el uso del cementerio entre los siglos VIII y XII, aunque es probable que se prolongase hasta épocas relativamente recientes.

Los llamados túmulos son espacios complejos. Compuestos, básicamente, por construcciones funerarias individuales, aunque también se han hallado dobles, definidas por cistas —cajones de piedra que servían para acoger el cuerpo—, sobre las que se edificaba una estructura (túmulo) con piedras volcánicas que marcaba el exterior de las tumbas.

Como curiosidad, los arqueólogos han observado que los túmulos están coronados con unas pocas piedras de color y textura diferentes a las de la zona, cuyo significado aún es una incógnita. Se cree que era una forma de identificar o distinguir los cuerpos, apuntó Marrero.

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