Maquinaria naval de muerte
Eran buques equipados con piezas de artillería, generalmente de pequeño calibre , bronce o hierro fundido, eran ágiles para reaccionar. Jacques de Sores ya era muy conocido por tomar La Habana en 1555 con 200 marineros. Durante un mes saqueó la ciudad en busca oro. Mató a españoles y esclavos negros. Quemó el puerto. Odiaba a España y estaba apodado como «El Ángel Exterminador».
A su paso por Canarias, se estableció a la altura de Tazacorte, en la isla de La Palma, donde capturó un barco en ruta a Brasil con escala en Santa Cruz de La Palma. En ese buque navegaban cuarenta misioneros jesuitas de nacionalidad española y portuguesa. Los misioneros fueron maltratados y arrojados al mar de manera sangrienta. Beatificados por Pío IX en 1854.
32 españoles, ocho portugueses
Fue el 15 de julio de 1570. El buque «Le Prince» interceptó al barco de los jesuitas, «El Santiago». Lo lógico sería que Jacques de Sores atacase a un barco procedente de América. El barco de los integrantes de la Compañía de Jesús iba a Brasil. Incialmente, creía que era un barco con dinero para nóminas rumbo a América. Pero a Jacques de Sores le dio igual cuando sus marineros le informaron: eran sacerdotes procedentes de la Península.
Ordenó disparos y abordar el barco de los religiosos. Empleó cinco de sus navíos para asediar al buque. Los jesuitas, con edades entre 20 y 30 años, fueron cayendo uno a uno . 32 eran españoles y ocho portugueses. El criminal pirata francés no encontraba nada de riqueza pero no dudó en degollarlos o mandarlos al mar heridos para impedirles nadar.
Santa Teresa
Era 1570 y, a más de 2.500 kilómetros, Santa Teresa de Ávila tuvo ese mismo día una visión de «entrar en el cielo vestidos de estrellas y con palmas victoriosas» a Francisco Pérez Godoy, que era primo-sobrino suyo y formaba parte de los jesuistas que iba a Brasil. Ignacio de Azevedo fue asesinado a golpe de espada y lanzado al mar.
El logroñés Gregorio Escribano, el extremeño de Jerez de los Caballeros, Juan de Zafra, o Juan de San Martín, de Yuncos, Toledo, nunca pudieron cumplir su misión religiosa en Brasil . Tampoco Francisco Alvarez, el navarro Juan de Mayorga, el vizcaíno Esteban Zurara, el toledado Afonso Baena, que fueron lanzados al mar previo apuñalamiento. El portugués Pedro de Fontoura fue semidecapitado. A Simón da Costa le cortaron la cabeza y la exhibirían al resto de los presentes. El dantesnto espectáculo de sangre delante de los sacerdotes que seguían rezando por el alma de los piratas, cosa que le pondría de los nervios.
Jacques Sore de Flocques apredió estas criminales artes en La Rochelle, base desde la que ataca buques por el Atlántico. Cuando supo que en el buque iban religiosos gritaría «¡Papistas!». Mientras los iba lanzando al agua uno a uno les espetaba «ve al fondo del mar y haz una Misa al Papa». Al tiempo, arrojaba cálices, misales y relicarios por la borda. Otros se los guardó.
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